Iconos

Iconos
Zapata

jueves, 12 de agosto de 2021

 500 AÑOS

Era el día 1-serpiente del año 3-casa[1], para los habitantes de Tenochtitlán; para los conquistadores españoles, era el día de San Hipólito, el 13 de agosto de 1521.

Se cumplen 500 años de la derrota del Imperio Azteca, y la caída de su capital Tenochtitlán, ante la alianza de españoles e indígenas.

En los Anales de Tlatelolco[2] la voz de los vencidos narra lo que sucedió ese último día de la feroz resistencia de los habitantes de la Gran Tenochtitlán, ante los invasores:

“Pasaron veinte días en constante batalla entre unos y otros en Nonoalco.”

“Se pusieron en fila llevando los cañones. Los precede el gran estandarte de lienzo…Van tañendo sus tambores, van tocando sus trompetas.”

“Entonces los huexotzinca y tlaxcalteca levantaron tiendas en los dos lados del camino”.

“De un lado y otro hay muertos, de un lado y otro hay cautivos”.

“En ese tiempo los mexica-tenochca vinieron a refugiarse en Tlatelolco. Era general el llanto. Muchos maridos buscan a sus mujeres. Unos llevan en los hombros a sus hijos.”

“Atraparon a quince españoles…Del todo los dejaron desnudos, luego así ya convertidos en víctimas, los sacrificaron.”

“Nuestros enemigos se apoderaron de las cosas haciendo fardo de ellas. Van tomando cuanto hallan por donde van pasando, todo lo que sale a su paso.”

“Ya están aquí los señores de Tlaxcala, Huexotzingo, Cholula, Chalco, Acolhuacan, Cuauhnahuac, Xochimilco, Mizquic, Cuitlahuac y Colhuacan….desamparen al tenochca para que perezca solo.”

“Ya marchan los españoles, cautelosamente van caminando. A su espalda van en fila los tlaxcaltecas.”

“Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en polvo, gusanos.”

“Hoy vi que todo fue arruinado, que no hay nadie de aquellos que se llame Tenochca.”

“Y todo el pueblo estaba plenamente angustiado. Padecía de hambre, desfallecía de hambre. No bebían…agua limpia. Nada hay como este tormento.”

“Así sucedió con nosotros, esto fue lo que vimos, lo que vimos con asombro dignos de lágrimas, digno de compasión.”

“En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos. Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros.”

“Gusanos pululan por calles y plazas y en las paredes están salpicados los sesos, rojas están las aguas, están como teñidas, y cuando las bebimos es como si bebiéramos agua de salitre.”

“Han aprehendido a Cuauhtémoc, es cercado por la guerra el Tenochca, es cercado por la guerra el Tlatelolca.”

La derrota de Tenochtitlán constituyó la caída de un imperio que se había formado en el último sigo, y que por lo tanto era relativamente nuevo.

Había sojuzgado a pueblos vecinos y se había extendido hacia el Sur, el Occidente y el Oriente. Y una vez que el conquistador Hernán Cortés va derrotando enemigos en su camino hacia México-Tenochtitlán (1519-21), va sumando también a los vencidos y a otros que prefieren el vasallaje a los españoles que al Imperio Azteca (Cempoala, Tlaxcala, Huexotzingo, Huaquechula, Acatzingo, Izúcar, entre otros).

Mientras algunos otros ofrecerán resistencia a los conquistadores como en Malinalco, Matalzingo y Atlixco.[3]

Así, la conquista tiene un innegable componente indígena (algunas crónicas hablan incluso de que los españoles llegaron a reunir a cerca de 150 mil indígenas para la toma de Tenochtitlán).

Cortés aprovecha las disputas de los distintos pueblos tributarios de los mexicas-tenochcas en su favor; y al mismo tiempo, las disputas internas en el Imperio Azteca entre quienes deseaban enfrentar a los conquistadores desde su llegada, como el hermano del emperador Moctezuma, Cuitláhuac; y aquellos que esperaban llegar a algún tipo de acuerdo con los españoles, como el sobrino de Moctezuma, Cacama.

La visión de los negociadores o pacifistas prevaleció, lo que abrió las puertas de Tenochtitlán a ese grupo de españoles que venían de la España triunfadora sobre los moros (1492), que se sentía predestinada para difundir por el mundo el catolicismo, y que requería darle una salida a miles de soldados de fortuna que habían peleado por décadas contra el moro, y que asolaban los caminos españoles, una vez terminada la reconquista de la península.

Aunque el mestizaje entre españoles y pueblos originarios no inicia en 1521, pues ya desde que un barco español naufragara en la península de Yucatán en 1512, dos de los sobrevivientes, Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero son hechos prisioneros primero y después acaban formando parte de la sociedad maya, al casarse con mujeres nativas (después Aguilar se uniría a Cortés, sirviéndole de intérprete; mientras que Guerrero, decidiría ayudar a los mayas en su lucha contra Francisco de Montejo, que intentó tomar por la fuerza las tierras mayas), sí se inicia la historia de algo nuevo, distinto, que primero sería la tierra de los conquistadores, para después convertirse en colonia del imperio español, y finalmente en lo que hoy es México.

Las herencias indígenas y española han estado en constante fusión y conflicto desde entonces, no sólo en México, sino en otros países de América Latina, lo que ha generado numerosos estudios, interpretaciones y debates sobre el resultado del choque, fusión, antagonismo, superposición, síntesis de los mundos europeo y amerindio.

 

Octavio Paz, en El Laberinto de la Soledad, afirma sobre el particular, lo siguiente:

En resumen, se contemple la Conquista desde la perspectiva indígena o la española, este acontecimiento es expresión de una voluntad unitaria. A pesar de las contradicciones que la constituyen, la Conquista es un hecho histórico destinado a crear una unidad de la pluralidad cultural y política precortesiana. Frente a la variedad de razas, lenguas, tendencias y Estados del mundo prehispánico, los españoles postulan un solo idioma, una sola fe, un solo Señor. Si México nace en el S.XVI, hay que convenir que es hijo de una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles”.[4]

Y para dar un contexto más amplio a esta continua lucha de contrarios, que acaban siendo siameses, incluimos estas reflexiones de Carlos Fuentes en Tiempo mexicano[5]:

“La existencia misma de ese mundo frágil, y profundo, del indio mexicano nos propone una pregunta que solemos evadir o condenar: ¿Vamos a arrebatarle a toda esa gente maravillosa su comunidad y su cultura reales, una cultura que no está en los museos, sino en los cuerpos, en la manera de caminar, en la manera de saludar, de bailar, de imaginar, para imponerles los fetiches del racionalismo y el progreso que nos vienen del S. XVIII? Artaud, durante su viaje a México, escribió que una cultura que concibe el cuerpo separado del espíritu es una cultura sin ligas colectivas: entre los indios mexicanos, en cambio, espíritu y materia son lo concreto, añade Artaud, jamás se cansa de obrar, de extraer algo de nada; la mejor prueba de ello es que estas comunidades han logrado sobrevivir culturalmente a la conquista, el despojo, el asesinato y la injusticia de cuatro siglos (ahora cinco)”.



[1] Moreno Toscano, Alejandra (1981) El siglo de la conquista. En Historia General de México Tomo 1 (pp.289-370); Ciudad de México; El Colegio de México.

[2] Ibidem. PP. 292-309.

[3] Ibid..p. 315

[4] Paz, Octavio (1973); El Laberinto de la Soledad, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica (FCE): p. 90

[5] Fuentes, Carlos (1980); Tiempo mexicano; Ciudad de México; Cuadernos de Joaquín Mortiz; p.36

No hay comentarios:

Publicar un comentario