Tic-tac… sexenal
La
oportunidad prevalece y el momento urge a revisar la reserva y el alcance del
poder. Resuena el tic-tac de la cuenta regresiva, ojalá el Ejecutivo se siente
y respire hondo.
julio
02, 2021
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/rene-delgado/2021/07/02/tic-tac-sexenal/
Si de por sí el tiempo vuela, el
ánimo y el arrebato transformador del presidente López Obrador lo precipitaron
y, ahora, el tic-tac de la cuenta regresiva lo orilla a consolidar los ajustes
emprendidos, jerarquizar prioridades, bajarle a la confrontación y preparar la
sucesión o, bien, a radicalizar la postura y apretar el paso, asumiendo el
peligro del tropiezo, la trampa o el fracaso.
De la actitud política que el mandatario finalmente adopte
dependerán no sólo el curso y desenlace del sexenio, sino también el destino
del movimiento que armó y encabezó, la suerte de quien pueda sucederlo, así
como aquello que a él tanto obsesiona: la memoria de su paso por Palacio.
Síntoma de la circunstancia presidencial es destacar, como
parte del informe de gobierno a medio término, una encuesta con percepciones
favorables y no una relación de la obra que pudiera amparar y reimpulsar la
gestión. No es la opinión pública quien debe rendirle cuentas, es al revés.
Más allá de la voluntad, el reloj sexenal marca la hora en
la cual el Ejecutivo debe calcular la reserva de poder y recalibrar su alcance.
Qué hacer, qué corregir, qué dejar y qué alistar. En breve, la hora de
determinar si toma una avenida o se adentra en un callejón.
…
El discurso presidencial pierde fuerza y se torna cansino,
sobre todo, cuando a casi medio sexenio transcurrido, los ajustes operados no
arrojan sus frutos y, por naturaleza, los cambios provocan turbulencias.
Recargar los males del pasado y las dificultades del
presente en el adversario; negar la realidad con datos sin sustento; dar por
hecho lo dicho; confrontar sin afrontar; jactarse de ser distinto a los
antecesores, dejando ver un parecido familiar; denunciar sin castigar la
corrupción; tolerar rémoras y cobijar impresentables; subrayar lo evitado y no
lo logrado; alentar a los ultras a ir tras los moderados o los leales sin
ceguera o contra el extraño enemigo disfrazado; distraer con temas de ayer o
personajes de hoy; encabezar sin dirigir al partido; agraviar a sectores
sociales que, quizá, lo respaldaron; sobajar a colaboradores con tal de brillar
sólo él ante los reflectores… ese discurso ya dio de sí, así se inventen nuevos
capítulos, secciones o episodios en la conferencia matutina.
Asimismo –como dicho en otro Sobreaviso, “La Marcha de los
Cien Días”, la acertada modificación o retoque de los símbolos del poder ya
dejaron de rendir dividendos e, incluso, se revierten. El Jetta blanco
estacionado; el avión presidencial guardado; los vuelos en aerolínea comercial;
la simulada desintegración del Estado Mayor Presidencial; la conversión de la
residencia oficial de Los Pinos en museo de sitio ya no constituyen novedad ni
generan identidad entre el mandatario y su base social. Falta el paso del
símbolo al signo político.
Como todo, las rutinas también agotan y se agotan y, sobra
decirlo, el ejercicio del poder desgasta.
…
A punto de iniciar el segundo tramo del sexenio,
lógicamente la realidad dejará caer su peso sobre la esperanza, dejando el
resultado como única medida del vínculo entre una y otra, de su cercanía o
distancia, de lo real y lo ideal.
En particular, tres cuestiones amenazan esa relación entre
deseo y realidad. El deterioro de los servicios públicos o la tibia reacción
ante fenómenos naturales y antinaturales –más de una vez cuna de tragedias–, a
causa de recortes no bien calculados ni realizados y hechos en favor de
programas y obras sin destino cierto. La inseguridad pública y la violencia
criminal que, como desde hace años, empapan de sangre la conciencia y cavan
fosas en el alma y, ante las cuales, ningún efecto tiene reiterar una y otra
vez que todas las mañanas a temprana hora se analiza qué ocurre con ellas. Y la
inflación que se alza como una sombra sobre la expectativa económica.
Esas tres cuestiones amagan con una realidad que ningún
discurso derrota y ponen en riesgo el trabajo fiscal realizado; la disciplina
financiera sostenida; el giro dado en las políticas laboral, sindical y
salarial; el replanteamiento de la relación con el poderoso socio y vecino, así
como la atención prestada a los pobres…
De ahí la importancia de tomar asiento y respirar, antes
de ponerse otra vez en pie de guerra y denunciar de mil un y formas supuestas
tentaciones golpistas que, de pronto, quedan como el pretexto para ocultar la
incapacidad de encarar y gobernar tanto frentes abiertos sin necesidad o como
el afán de construir fantasmas para liberar el miedo.
…
Falta, pues, por ver si la madurez de quien supo acceder
al poder de forma extraordinaria sin tener muy claro cómo ejercerlo con
determinación, pero sin rudeza innecesaria, es acicate para reflexionar qué
hacer, qué corregir, qué dejar y qué alistar.
El propósito de ejecutar un cambio radical en el régimen
político y el modelo económico en el lapso marcado por el reloj sexenal llevó
al mandatario a precipitar acciones, muchas de ellas marcadas por el atropello,
la zancadilla o el tropiezo. Y, ahora, la actitud política tomada tras las
elecciones revela cierta confusión, enojo y desarticulación en las acciones,
justo cuando la circunstancia exige claridad, serenidad y reflexión.
Purgar a colaboradores no por ineficientes sino por
desleales; mostrar desdén a quienes no se condujeron como él quisiera;
entusiasmar y desanimar a posibles sucesores; abrazar a unos y abrasar a otros;
descalificar al electorado que no le dio su voto, presumiendo infalibilidad en
decisiones y acciones; y radicalizar la confrontación con la prensa perfila a
un político reacio a entender la oportunidad que tiene y el momento en que se
encuentra.
Ojalá el Ejecutivo se siente y respire hondo, sin dejar de
oír el tic-tac.
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