Disputa por las dimensiones de ingobernabilidad e impunidad
Magdalena Gómez
https://www.jornada.com.mx/2021/07/20/opinion/012a2pol
En la complejidad
de la crisis nacional en torno a los frentes de violencia, destaca la
necesidad de atender a sus dimensiones e incluso a su localización e impacto.
Todo depende de dónde nos coloquemos y ciertamente de que no generalicemos.
Distinción que resulta muy difícil si la mirada va desde los pueblos y
comunidades indígenas, así no seamos parte de ellos, pero el respeto a sus
derechos es inherente al mundo al que aspiramos.
La narrativa es prácticamente opuesta si desde el poder se asume que los
hechos cotidianos y demostrables de agresión, despojo y criminalidad,
exacerbados en una determinada región, no son significativos para el país, pues
en éste hay paz y gobernabilidad, se dice, suponiendo con ello estabilidad y
control.
Detrás de una postura semejante está la convicción de que si se reconoce
que algo va mal lleva implícita la acusación de que todo está mal y aún peor
que antes. En esta polarización nos encontramos si acercamos el lente a la
situación de emergencia que se está viviendo en diversas regiones del país.
Sólo un ejemplo dramático y presente es el de Pantelhó, Chiapas (además
Simojovel, Chenalhó, Aldama, entre otros en la misma entidad). Ante las
evidencias del crimen, el pasado 5 de julio, de Simón Pedro Pérez López,
defensor de derechos humanos, catequista y ex presidente del grupo Las Abejas
de Acteal; las incursiones armadas en contextos de enfrentamiento con la
Guardia Nacional de grupos de la delincuencia organizada, cuyos líderes están
identificados y ligados también a expresiones partidistas, con las que se han
hecho del control electoral de los municipios, algunos provienen del
paramilitarismo y gozan de impunidad ante la inacción y o complicidad de las instancias
responsables de garantizar la seguridad (véase el análisis certero de Luis
Hernández Navarro en La Jornada, 11/7/21). Con el saldo del
desplazamiento más reciente : la huida para salvar sus vidas, de alrededor de 2
mil habitantes indígenas, que se encuentran desprovistos de todo tipo de
protección. Ante ello, en su conferencia mañanera del 15 de julio, el
Presidente de la República afirmó que el problema es muy focalizado, pero
no es una situación generalizada en México; afortunadamente hay paz y
tranquilidad hay gobernabilidad, al asegurar que se está trabajando de manera
conjunta con el gobierno de Chiapas para regresar la seguridad a la región y
frenar los brotes de violencia. Indicó –sin explicarlo– que no se trata de
conflictos que vienen de tiempo atrás que son cosas nuevas. Lo nuevo es la
presentación pública el pasado 7 de julio del grupo de autodefensa El
Machete, que denunció la ausencia del aparato de procuración e impartición
de justicia en ese rincón de los Altos de Chiapas, donde durante casi 20 años
quedaron en la impunidad los asesinatos y despojos.
Por su parte, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas
ha enviado mensajes de alerta al considerar que la estrategia de militarización
del Estado mexicano en los territorios de Chenalhó y Pantelhó pone en riesgo la
libertad e integridad personal, garantías judiciales y el libre tránsito de la
población tzotzil y tzeltal, además, les profundiza el miedo y el terror que
los llevó a la actual situación de desplazamiento forzado interno .
A este clima de violencia no escapa la provocación al Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN). El pasado 11 de julio un grupo
llamado Guardianes de la Reserva Huitepec Alcanfores incursionó en la
zona de Huitepec, en San Cristóbal de las Casas, donde habitan desde hace 15
años bases de apoyo del (EZLN). Pretenden tomar posesión de 102 hectáreas del
sitio, bajo el argumento de que va a proteger el ecosistema, aun cuando desde
hace 15 años las comunidades zapatistas las tienen como áreas de conservación.
El promotor de la incursión será por tercera ocasión presidente municipal de
San Cristóbal de las Casas y ha sido un activo antizapatista desde 1994.
Ciertamente el actual gobierno, autodenominado de la 4T, tiene una
pesada herencia de impunidad por parte de los grupos de delincuencia organizada
y las complicidades desde los sectores oficiales; sin embargo a tres años, la
estrategia de seguridad, con sus escasos resultados, no se compadece de la
grave situación que se vive en algunas regiones del país. Bien se haría en
analizar las fundadas evidencias que el Centro Pro de Derechos Humanos ha
colocado en su informe titulado Poder militar: la Guardia Nacional y
los riesgos del renovado protagonismo castrense, donde alerta sobre las
implicaciones de la renuncia en los hechos a hacer de la Guardia Nacional una
fuerza civil. Pareció señal de conciencia, no a la defensiva, la afirmación del
Presidente de la República el pasado 15 de julio: Si no terminamos de
pacificar a México, por más que se haya hecho, no vamos a poder acreditar
históricamente a nuestro gobierno. ¿Será?
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