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Zapata

miércoles, 14 de julio de 2021

  SUCESIÓN ANTICIPADA Y RECLAMO A ESPAÑA, PARA DISTRAER POR CRISIS DE INSEGURIDAD

El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha abierto dos frentes de comunicación en los últimos días, con objeto de atraer la atención de la opinión pública y de la opinión publicada, para centrar el debate político en dichos temas, alejando así la atención nacional de la grave crisis de violencia e inseguridad que azota al país.

Así, el presidente, sin un motivo aparente, mencionó hace un par de semanas que hay 6 posibles precandidatos presidenciales[1] dentro de su partido político, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), para las elecciones del 2024.

Dejó intencionalmente fuera a uno de los precandidatos que se ha mencionado insistentemente, el senador Ricardo Monreal, líder de la mayoría en el Senado, a quien desde las filas del partido en el poder se le acusa de haber boicoteado a la candidata a la alcaldía Cuauhtémoc en la Ciudad de México, Dolores Padierna, quien perdió en las pasadas elecciones del 6 de junio.

Ayer, el presidente permitió que su canciller, Marcelo Ebrard, durante la conferencia diaria matutina del presidente, expresara abiertamente su interés en ser candidato presidencial e incluso informó que ya realizó el fin de semana pasado una reunión en Toluca con colaboradores, amigos y simpatizantes que lo apoyarán en su aspiración (o sea el canciller es un “aspiracionista”, aguas). Aunque claro, dijo que por ahora está centrado en su responsabilidad.

La jefa de Gobierno de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum (otra “aspiracionista”, cuidadito, cuidadito), ha señalado que ella está concentrada en su trabajo, pero en cada evento público que realiza, aparecen grupos de mujeres que gritan a su paso “pre-si-den-ta, pre-si-den-ta”.

El presidente públicamente ya les dio luz verde a sus “destapados” precandidatos, siempre y cuando no descuiden su trabajo, y con ello, intencionalmente abrió el juego sucesorio, como en su momento lo hacían los presidentes priistas, ya sea filtrando “listas de precandidatos”, como en su momento lo hizo Luis Echeverría en 1975, a través del entonces secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade[2]; o de plano armando una “pasarela” de precandidatos[3], como lo hizo Miguel de la Madrid en 1987.

Así, las apuestas, quinielas, análisis, etc. sobre quien será el “bueno”, el que reciba la “bendición” de AMLO, o de plano el “dedazo” del presidente, por más que el primer mandatario jure y perjure que eso ya es cosa del pasado, dará de que hablar por semanas, meses y hasta noviembre o diciembre del 2023 cuando con una “encuesta” (según el presidente de Morena, Mario Delgado), se decida al candidato del partido oficial.

Por otro lado, hoy en la “mañanera”, el presidente revivió la inútil polémica con el gobierno de España, y específicamente con el Rey, sobre la necesidad de que se disculpe por las atrocidades realizadas por los españoles durante la conquista y la época de la colonia.

No viene al caso el tema, y no sólo va a agriar aún más las relaciones de México con España, sino que va a profundizar la polarización que ya existe en México desde hace décadas sobre las herencias española e india del país, lo que dará pie al presidente para seguir con su indiscriminado ataque a todas las clases medias del país, a las que considera nazi-fascistas, racistas, xenófobas, corruptas y por supuesto, no faltaba más, “aspiracionistas”.

¿Y para qué le sirve todo esto a AMLO? Pues para que el debate se centre en estos temas “polémicos”, y no en la gravísima crisis de inseguridad que vive el país, con la guerra entre los cárteles Jalisco Nueva Generación y el autonombrado “Cárteles unidos” en Michoacán; así como contra diversos grupos de “autodefensa” en ese estado; el desafío que sigue planteando el cártel del Golfo en Reynosa, ahora con la liberación, a punta de pistola, de uno de sus líderes, el Metro 27; la ola de asesinatos ocurrida el fin de semana en Zacatecas; y las disputas entre grupos armados en Pantelhó, Chiapas, sólo por mencionar lo más comentado en los últimos días.

La “estrategia” del gobierno de AMLO en materia de seguridad ha sido “dejar hacer, dejar pasar”. Esto es, para supuestamente evitar enfrentamientos violentos entre las fuerzas de seguridad y los grupos criminales, lo que generó altos índices de violencia en los dos últimos sexenios, y de la misma forma, evitar que las fuerzas armadas lleven a cabo masacres contra grupos criminales, que sólo exacerban la respuesta de estos contra la autoridad, AMLO decidió que lo mejor era evitar esos enfrentamientos entre fuerzas militares y de seguridad y los grupos criminales.

De esta manera, AMLO decretó una “tregua” unilateral, con la esperanza de que eso calmara las cosas; y si bien, los grupos criminales seguirían con sus actividades ilegales, los índices de violencia se reducirían y con ello, la percepción de la ciudadanía sería que las cosas iban mejorando.

Cual ha sido la sorpresa de AMLO de que la violencia no sólo no ha disminuido, sino que se ha disparado[4], ya que los cárteles del narcotráfico y los grupos del crimen organizado han visto la oportunidad de incrementar su dominio sobre vastas regiones del país; aumentar el número e intensidad de sus actividades criminales y al mismo tiempo eliminar a sus adversarios, visto que la autoridad no los está enfrentando directamente.

Así también, ante una actitud pasiva y casi contemplativa de la autoridad federal y de la mayoría de las autoridades estatales, han decidido arriesgar aún más, y tratar de tomar directamente el poder político, al menos en diversos municipios, para lo cual han utilizado no sólo la compra de candidatos, sino la intimidación y hasta los asesinatos, como se pudo apreciar en los procesos electorales del pasado 6 de junio[5].

Si bien el presidente ha logrado que al menos uno de los más importantes cárteles del país, el de Sinaloa, haya “pactado”, ya sea tácita o explícitamente con su gobierno, para que en la zona Noroeste del país no se registraran enfrentamientos mayores durante el proceso electoral (lo que ha dado pauta a que varios analistas e incluso el gobernador saliente de Michoacán, el perredista Silvano Aureoles, afirmaran que dicho cártel apoyó a los candidatos a gobernador de Morena en los estados del Occidente del país), ello no ha repercutido en la mayor parte del territorio nacional, en donde el crecimiento de los enfrentamientos entre grupos criminales para ejercer su hegemonía en regiones e incluso entidades enteras, está en plena ebullición.

Así, ante una falta de estrategia para detener la criminalidad en el país, que como la humedad, se ha extendido por todos los sectores y regiones del territorio nacional, y los altos costos que esto genera a la economía, sociedad e incluso la política misma del país, el presidente ha decidido no enfrentar el problema, sino inventarse dos asuntos “polémicos” para guiar a la opinión pública (y a la publicada), por el sendero que le conviene a su gobierno, es decir, la negación de un problema mayúsculo que está pudriendo todos los supuestos logros del llamado gobierno de la Cuarta Transformación.



[1] Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la ciudad de México; Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores; Juan Ramón de la Fuente, embajador de México en las Naciones Unidas; Esteban Moctezuma, embajador de México en Estados Unidos; Tatiana Clouthier, secretaria de Economía y Rocío Nahle, secretaria de Energía.

[2] Mencionó a Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación; Hugo Cervantes del Río, secretario de la Presidencia; José López Portillo, secretario de Hacienda (quien resultaría el sucesor de Echeverría); Carlos Gálvez Betancourt, Director General del IMSS; Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo y Previsión Social (junto con Augusto Gómez Villanueva, únicos vivos aún de este grupo y el propio Echeverría, que tiene 99 años de edad); Augusto Gómez Villanueva, secretario de la Reforma Agraria y Luis Enrique Bracamontes, secretario de Comunicaciones y Transportes.

Esta sucesión presidencial fue la que inspiró la muy popular novela de Luis Spota, Palabras Mayores.

[3] Desfilaron ante la cúpula del PRI, Miguel González Avelar, secretario de Educación Pública; Alfredo del Mazo González (padre del actual gobernador del Estado de México), secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal; Sergio García Ramírez, procurador General de la República; Ramón Aguirre Velásquez, jefe del entonces Departamento del Distrito Federal; Manuel Bartlett Díaz (actual director de la CFE), secretario de Gobernación; y, Carlos Salinas de Gortari (quien finalmente fue el sucesor de Miguel de la Madrid), secretario de Programación y Presupuesto.

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