Iconos

Iconos
Zapata

martes, 27 de julio de 2021

 AMLO, CUBA Y ESTADOS UNIDOS

Primero fue el discurso conmemorativo del 238 aniversario del natalicio de Simón Bolívar (24 de julio), en el Castillo de Chapultepec, ante los cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), en donde el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), llamó a sustituir a la Organización de Estados Americanos (OEA), por otro organismo que “no sea lacayo de nadie”, en clara referencia a los Estados Unidos, y llamó a terminar el bloqueo económico a Cuba, así como todo tipo de medidas relativas a sanciones, bloqueos e intervenciones en América Latina.

Ahora, el 26 de julio, día en que se conmemora el asalto al Cuartel Moncada, que inició la Revolución Cubana, el presidente de México hizo un llamado al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a terminar el bloqueo a Cuba, permitir el reenvío de remesas de los cubanos que viven en la Unión Americana a sus familiares en la isla y a iniciar un diálogo entre Washington y La Habana.

Así también, partieron hacia Cuba, dos buques de la Armada de México con medicinas y alimentos para los cubanos.

¿Por qué ahora este frenesí internacionalista de AMLO, cuando en sus primeros dos años de gobierno prácticamente ignoró las relaciones internacionales del país y aceptó sin chistar todas las demandas y presiones del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump?

Van algunas hipótesis.

Primero, a regañadientes y mediante la experiencia, AMLO se dio cuenta que dar todo a los Estados Unidos, con objeto de que a él lo dejaran en paz en el frente doméstico y no se ayudara a sus enemigos internos, no funcionó del todo, porque igual los gobiernos de Estados Unidos siguen considerando a nuestro país su “traspatio”, y ya sean republicanos o demócratas, consideran que México debe hacer lo que diga Washington.

AMLO aceptó el vasallaje ante Trump, porque a este presidente realmente no le interesaba la política interna mexicana y dejó que AMLO gobernara sin el peligro de que el gobierno de Washington se aliara son sus enemigos.

Pero con Biden la situación es diferente, pues el actual presidente ha dejado claro que no va a dejar de apoyar a las organizaciones de la sociedad civil mexicana que promueven los “derechos humanos y la democracia”. AMLO ve a esas organizaciones como “fachadas” que utilizan sus enemigos internos para atacarlo y demandó a Washington que cesara su apoyo económico y político a dichas organizaciones.

La respuesta de Biden no sólo fue ignorar a AMLO, sino afirmar que no sólo las va a seguir apoyando, sino que les va a dar incluso más recursos económicos y apoyo político.

Esto ha convencido (por fin) a AMLO de que confiar ciegamente en Washington, de que darles todo lo que piden sin exigir nada a cambio y de que hacerla de buen vecino, sin demandar reciprocidad, era pasarse de ingenuo, por no incluir otra palabra un poco más fuerte.

Segundo, ya desde el final del gobierno de Trump, con la aprehensión de general Cienfuegos en Los Angeles, a instancias de la DEA, sin notificar antes al gobierno de AMLO, le quedó claro que los gringos van a tomar medidas y llevar a cabo acciones que les convienen a ellos en el tema de seguridad, sin importarles lo que opine o necesite el gobierno mexicano.

Ello llevó a que (por fin, otra vez) el gobierno mexicano amenazara al de Estados Unidos con cortar los lazos en materia de seguridad, si no se regresaba al general al país, lo que Trump finalmente hizo (con el enojo de las agencias de seguridad norteamericanas); y convenció a AMLO de hacerse de una herramienta legal (la Ley de Seguridad Nacional reformada) mediante la cual, en algún momento, se pueda llamar a cuentas a las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos que operan en nuestro país.

Si bien la citada ley ya fue “interpretada” de una forma en la que no afecte las actividades de las agencias estadounidenses en nuestro territorio, al menos ya se envió el mensaje de que no se va a aceptar cualquier tipo de acción arbitraria de parte de dichas agencias, y que lo que debe prevalecer es una confianza mutua en tema tan delicado como el combate al crimen organizado.

Tercero, los resultados electorales del pasado 6 de junio en las elecciones intermedias en México, si bien dieron un triunfo innegable al partido oficial (Morena) con 11 gubernaturas de 15 en disputa, y haber mantenido su mayoría en la Cámara de Diputados federal; también enviaron el mensaje de que una parte importante del electorado, la clase media de las principales ciudades del país (y en especial de la ciudad de México), no acepta, ni está del todo de acuerdo con el gobierno y las políticas públicas de AMLO, por lo que votó por los partidos de centro-derecha, que normalmente son más cercanos a las políticas que promueven los Estados Unidos en lo referente a libertades económicas y políticas en América Latina.

Esto convenció a AMLO de que no tiene caso intentar convencer o ganarse a esas clases medias, a las que de todas formas golpeó duramente con sus políticas públicas los dos primeros años de su gobierno, por lo  que ha decidido correrse hacia la izquierda, para asegurar el apoyo de sus bases populares, que reciben los beneficios de sus programas sociales; y convencer a la izquierda dura de su movimiento, que él no se ha doblado ante Estados Unidos y que mantiene la bandera de la defensa de la soberanía, independencia y la no intervención de potencias extranjeras en nuestros asuntos internos.

Cuarto, al parecer viene una nueva ola de gobiernos progresistas en América Latina, ante el fracaso de los gobiernos neoliberales que habían triunfado en elecciones o subido al poder por medio de golpes de Estado en la región.

Así, triunfó de nuevo el Movimiento al Socialismo en Bolivia, con Luis Arce; hay un gobierno progresista en Argentina con Alberto Fernández; triunfó un candidato de izquierda en Perú, con Pedro Castillo; tiene buenas oportunidades de triunfar en las próximas elecciones presidenciales en Brasil, Lula (en caso de que finalmente lo dejen participar) y Gustavo Petro en Colombia; y el “correísmo” estuvo cerca de triunfar en Ecuador.

Por ello AMLO cree indispensable que ante la creciente agresividad de Estados Unidos en América Latina (visto que hay un retiro táctico de los estadounidenses del Medio Oriente, saliendo de Afganistán y próximamente de Irak), es necesario mantener el terreno ganado por el progresismo y por ello está utilizando el tema cubano para unificar a todos los gobiernos y fuerzas políticas de izquierda en la región, para defender esos espacios ganados.

Por supuesto, AMLO necesita esos apoyos también en caso de que el gobierno de Biden quiera influir decisivamente en la lucha por el poder en México, con vistas a las elecciones presidenciales del 2024; y por ello AMLO está cubriendo su frente internacional, con esta solidaridad latinoamericana que le permita capear el temporal de las fuerzas de derecha que podrían alinearse en contra de su movimiento en los próximos años.

Habrá que ver la respuesta de Estados Unidos, que no va a estar dispuesto a que su vecino del sur le dicte la política que debe llevar a cabo en su “área natural de influencia”, como siempre han considerado a América Latina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario