AMLO, CUBA Y ESTADOS UNIDOS
Primero fue
el discurso conmemorativo del 238 aniversario del natalicio de Simón Bolívar
(24 de julio), en el Castillo de Chapultepec, ante los cancilleres de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), en donde el
presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), llamó a sustituir a
la Organización de Estados Americanos (OEA), por otro organismo que “no sea
lacayo de nadie”, en clara referencia a los Estados Unidos, y llamó a terminar
el bloqueo económico a Cuba, así como todo tipo de medidas relativas a
sanciones, bloqueos e intervenciones en América Latina.
Ahora, el 26
de julio, día en que se conmemora el asalto al Cuartel Moncada, que inició la
Revolución Cubana, el presidente de México hizo un llamado al presidente de
Estados Unidos, Joe Biden, a terminar el bloqueo a Cuba, permitir el reenvío de
remesas de los cubanos que viven en la Unión Americana a sus familiares en la
isla y a iniciar un diálogo entre Washington y La Habana.
Así también,
partieron hacia Cuba, dos buques de la Armada de México con medicinas y
alimentos para los cubanos.
¿Por qué
ahora este frenesí internacionalista de AMLO, cuando en sus primeros dos años
de gobierno prácticamente ignoró las relaciones internacionales del país y aceptó
sin chistar todas las demandas y presiones del entonces presidente de Estados
Unidos, Donald Trump?
Van algunas
hipótesis.
Primero, a
regañadientes y mediante la experiencia, AMLO se dio cuenta que dar todo a los
Estados Unidos, con objeto de que a él lo dejaran en paz en el frente doméstico
y no se ayudara a sus enemigos internos, no funcionó del todo, porque igual los
gobiernos de Estados Unidos siguen considerando a nuestro país su “traspatio”,
y ya sean republicanos o demócratas, consideran que México debe hacer lo que
diga Washington.
AMLO aceptó
el vasallaje ante Trump, porque a este presidente realmente no le interesaba la
política interna mexicana y dejó que AMLO gobernara sin el peligro de que el
gobierno de Washington se aliara son sus enemigos.
Pero con
Biden la situación es diferente, pues el actual presidente ha dejado claro que
no va a dejar de apoyar a las organizaciones de la sociedad civil mexicana que promueven
los “derechos humanos y la democracia”. AMLO ve a esas organizaciones como “fachadas”
que utilizan sus enemigos internos para atacarlo y demandó a Washington que
cesara su apoyo económico y político a dichas organizaciones.
La respuesta
de Biden no sólo fue ignorar a AMLO, sino afirmar que no sólo las va a seguir
apoyando, sino que les va a dar incluso más recursos económicos y apoyo
político.
Esto ha
convencido (por fin) a AMLO de que confiar ciegamente en Washington, de que
darles todo lo que piden sin exigir nada a cambio y de que hacerla de buen
vecino, sin demandar reciprocidad, era pasarse de ingenuo, por no incluir otra
palabra un poco más fuerte.
Segundo, ya
desde el final del gobierno de Trump, con la aprehensión de general Cienfuegos
en Los Angeles, a instancias de la DEA, sin notificar antes al gobierno de AMLO,
le quedó claro que los gringos van a tomar medidas y llevar a cabo acciones que
les convienen a ellos en el tema de seguridad, sin importarles lo que opine o
necesite el gobierno mexicano.
Ello llevó a
que (por fin, otra vez) el gobierno mexicano amenazara al de Estados Unidos con
cortar los lazos en materia de seguridad, si no se regresaba al general al
país, lo que Trump finalmente hizo (con el enojo de las agencias de seguridad
norteamericanas); y convenció a AMLO de hacerse de una herramienta legal (la
Ley de Seguridad Nacional reformada) mediante la cual, en algún momento, se
pueda llamar a cuentas a las agencias de inteligencia y seguridad de Estados
Unidos que operan en nuestro país.
Si bien la
citada ley ya fue “interpretada” de una forma en la que no afecte las
actividades de las agencias estadounidenses en nuestro territorio, al menos ya
se envió el mensaje de que no se va a aceptar cualquier tipo de acción
arbitraria de parte de dichas agencias, y que lo que debe prevalecer es una
confianza mutua en tema tan delicado como el combate al crimen organizado.
Tercero, los
resultados electorales del pasado 6 de junio en las elecciones intermedias en
México, si bien dieron un triunfo innegable al partido oficial (Morena) con 11
gubernaturas de 15 en disputa, y haber mantenido su mayoría en la Cámara de
Diputados federal; también enviaron el mensaje de que una parte importante del electorado,
la clase media de las principales ciudades del país (y en especial de la ciudad
de México), no acepta, ni está del todo de acuerdo con el gobierno y las
políticas públicas de AMLO, por lo que votó por los partidos de centro-derecha,
que normalmente son más cercanos a las políticas que promueven los Estados
Unidos en lo referente a libertades económicas y políticas en América Latina.
Esto convenció
a AMLO de que no tiene caso intentar convencer o ganarse a esas clases medias, a
las que de todas formas golpeó duramente con sus políticas públicas los dos
primeros años de su gobierno, por lo que
ha decidido correrse hacia la izquierda, para asegurar el apoyo de sus bases
populares, que reciben los beneficios de sus programas sociales; y convencer a
la izquierda dura de su movimiento, que él no se ha doblado ante Estados Unidos
y que mantiene la bandera de la defensa de la soberanía, independencia y la no intervención
de potencias extranjeras en nuestros asuntos internos.
Cuarto, al
parecer viene una nueva ola de gobiernos progresistas en América Latina, ante
el fracaso de los gobiernos neoliberales que habían triunfado en elecciones o
subido al poder por medio de golpes de Estado en la región.
Así, triunfó
de nuevo el Movimiento al Socialismo en Bolivia, con Luis Arce; hay un gobierno
progresista en Argentina con Alberto Fernández; triunfó un candidato de
izquierda en Perú, con Pedro Castillo; tiene buenas oportunidades de triunfar
en las próximas elecciones presidenciales en Brasil, Lula (en caso de que
finalmente lo dejen participar) y Gustavo Petro en Colombia; y el “correísmo”
estuvo cerca de triunfar en Ecuador.
Por ello AMLO cree indispensable que ante la creciente agresividad de Estados Unidos en
América Latina (visto que hay un retiro táctico de los estadounidenses del
Medio Oriente, saliendo de Afganistán y próximamente de Irak), es necesario
mantener el terreno ganado por el progresismo y por ello está utilizando el
tema cubano para unificar a todos los gobiernos y fuerzas políticas de
izquierda en la región, para defender esos espacios ganados.
Por
supuesto, AMLO necesita esos apoyos también en caso de que el gobierno de Biden
quiera influir decisivamente en la lucha por el poder en México, con vistas a
las elecciones presidenciales del 2024; y por ello AMLO está cubriendo su
frente internacional, con esta solidaridad latinoamericana que le permita
capear el temporal de las fuerzas de derecha que podrían alinearse en contra de
su movimiento en los próximos años.
Habrá que
ver la respuesta de Estados Unidos, que no va a estar dispuesto a que su vecino
del sur le dicte la política que debe llevar a cabo en su “área natural de
influencia”, como siempre han considerado a América Latina.
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