Aroma de
farsa
GIBRÁN
RAMÍREZ REYES
26.04.2021/02:18
https://www.milenio.com/opinion/gibran-ramirez-reyes/pensandolo-mejor/aroma-de-farsa
No sé si estas campañas
resulten para el público en general tan poco apasionantes como para mí, si se
trata de un estado de ánimo personal, si alguien más advierte poca autenticidad
en muchos de los actores políticos, un cierto aroma a farsa. Pienso que sí, que
por eso las preferencias para la Cámara de Diputados han permanecido –salvo en
Nuevo León, que es siempre especial— tan contundentemente iguales, tan poco
dinámicas, impermeables a las campañas virulentas, a los mítines encendidos, a
la retórica de revitalización o asesinato de la república que tirios y troyanos
han querido cada uno por su lado encumbrar, que puebla los diarios y otros
medios de comunicación. Es posible que, para todos, salvo para el México de los
políticos y su ecosistema mediático, se trate solamente de otras elecciones
intermedias, esos sí, las primeras donde el nuevo régimen y su mayoría se
palpan sin la sensación de ser un momento espectacularmente atípico. Por un
lado, el INE se envuelve en la bandera de las leyes y en su supuesta autonomía
para poner marca personal al Presidente, como si en impedir sus manifestaciones
se nos fuera el futuro de la democracia, pero es ciego a las campañas de
gobernadores como Alfaro o García Cabeza de Vaca, o a las trampas confesas de
otros, como Samuel García. Igualmente, falsario se ve Mario Delgado al
enfrentar esta embestida, aprendiendo a protestar, imitando a López Obrador y
blandiendo su nombre una y otra vez. Se le olvidó una estrategia para acreditar
gastos de precampaña y entonces invoca el nombre de López Obrador. Le tiran
huevos o se ve orillado a encerrarse en una letrina ante protestas y replica
que no le hagan el juego a la oposición —como si la oposición hubiera
seleccionado a los candidatos cuestionables de Morena, como si ésta y no la
dirigencia que él encabeza hubiera despojado a la militancia. Habla de un
cambio que favorezca a los de abajo, pero promueve la usurpación de los espacios
de acción afirmativa para indígenas en todo el país. Promueve la repetición de
todos los diputados federales, sin revisar uno a uno sus perfiles, y después se
erige en defensor de la moral acusando a quienes él puso como candidatos ante
la Comisión de Honestidad y Justicia, como si no tuviera ningún conocimiento
previo de quiénes eran sus candidatos (sí lo tuvo: se le acercó información que
siempre desestimó como “grillas o chismes”). La transformación y su discurso
parecen legitimarlo todo para Delgado sin tener que explicar nada, sin tener
que plantear una idea propia, sin dibujar algún curso para el futuro o
institucionalización del partido que dirige usufructuando una enorme fuerza
social. La transformación lo legitima, incluso, para promover la repetición
inopinada de las dinámicas partidistas del viejo régimen —y para hacerlo
impunemente, pues para algunos la crítica debe callarse para no favorecer a la
oposición. El nombre de López Obrador eclipsa cada ineptitud, cada
arbitrariedad. La oposición también apesta a farsa: la ineptitud lleva siempre
a culpar al otro, al de enfrente. No es la ineptitud de la dirigencia de
Delgado, es el INE, es el Tribunal, es la mafia del poder, es el PRIAN (con el
que tan gustosamente colaboró en los tiempos del Pacto Por México). No es la
ineptitud de la oposición, es el autoritarismo de AMLO. La mediocridad se
esconde.
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