Estados Unidos pretende “venezolizar”
a Rusia
Después de
que el presidente de Estados Unidos llamara por teléfono al de Rusia, Vladimir
Putin (13 de abril), con objeto de hablar sobre las deterioradas relaciones
entre ambas potencias, parecía lógico esperar un poco de prudencia de parte del
gobierno estadounidense, antes de aplicar más sanciones a los rusos. Esta vez,
relativas a la posibilidad de las autoridades rusas de colocar bonos en su
moneda, en los mercados internacionales; además de la expulsión de
diplomáticos.
Tal parece
que la administración Biden, plagada de “halcones” y rusófobos, pretende
acorralar por completo al gobierno de Putin, no sólo con las sabidas sanciones
económicas, para estrechar cada vez más la capacidad de maniobra, ya bastante
restringida, del gobierno ruso (ahí está la posibilidad de que el gasoducto
Nord Stream 2 no pueda terminarse, debido a la amenaza de sanciones contra las
empresas europeas que participan en él); sino también obligando a Rusia a
definirse militarmente en el caso de Ucrania, en el que Occidente está
empujando al régimen títere de Kiev a provocar una guerra abierta con Rusia,
que así le dé el último pretexto que necesita Washington para que Ucrania sea
aceptada en la OTAN y con ello, se puedan establecer bases militares e incluso
misiles de corto y mediano alcance en ese territorio, apuntados hacia Rusia.
Por ello, el
Kremlin está dispuesto a ocupar una parte importante del territorio ucraniano,
en caso de que desde Kiev inicien las hostilidades con objeto de recuperar a
las provincias rebeldes de Donetsk y Luhansk, para evitar que Occidente
establezca en Ucrania una plataforma de permanente amenaza a la seguridad e
integridad territoriales rusas.
Putin está
en una posición muy difícil pues si con cualquier provocación, muerde el
anzuelo de iniciar hostilidades contra Ucrania, esa será la llamada para que
todo Occidente aplique un bloqueo completo en materia económica a Rusia; y al
mismo tiempo, la OTAN tenga el pretexto perfecto para apoyar militarmente a los
ucranianos y aumentar significativamente su presencia en Polonia y los países
bálticos; además de que la marina estadounidense entraría al Mar Negro para
generar una reacción rusa.
Obviamente
todo lo anterior pondría al mundo al borde de una guerra nuclear entre Rusia y
Estados Unidos, pero dadas las acciones y declaraciones irresponsables que
Washington ha venido desarrollando y manifestando, está claro que el gabinete
de neoconservadores y liberales intervencionistas que manejan a su antojo al
senil Biden en Washington, están dispuestos a llevar el conflicto con Rusia al
nivel al que llegó en 1962 con la URSS, en Cuba, y que provocó que Nikita
Kruschev se desistiera de enfrentar a Estados Unidos, lo que dio una victoria
estratégica a Kennedy en aquellos años.
Sin embargo,
no estamos en 1962, y está claro que Putin tiene una claridad estratégica e
inteligencia muy superiores a Kruschev, por lo que no es seguro que en el
último momento decida “echarse para atrás” ante las provocaciones
estadounidenses; en cuyo caso habrá que ver si los estadounidenses están
preparados para llegar hasta la confrontación armada con los rusos, por
Ucrania.
Mientras
tanto, la estrategia de Washington es ir encerrando militar y políticamente a
Moscú en su espacio geográfico; generar una oposición interna, lidereada por un
títere manejado por Occidente, tal como lo hizo con Guaidó en Venezuela (en
este caso pretende seguir apoyando al encarcelado Navalny); e ir cortando todas
las relaciones económicas, financieras, militares, etc. de Rusia con Occidente
y con los vasallos de Occidente, para generar una crisis económica interna y
descontento social.
El problema
con esto es que esa estrategia ha resultado un fracaso durante 62 años contra
Cuba; durante 22 años contra Venezuela; durante 42 años contra Irán, etc. que
si bien han sufrido enormemente con los bloqueos y sanciones económicas; con
intentos de asesinato de sus líderes, sabotajes, intentos de golpe de Estados,
ataques constantes en los medios de comunicación, etc. han prevalecido, a pesar
de todo.
Pues bien,
en los casos de Rusia y también de China, son países más poderosos que los
anteriores, con armas nucleares y con gobiernos fuertes, que tienen el apoyo de
la mayoría de su población, por lo que la estrategia estadounidense, si bien
ocasionará problemas y un serio desgaste para los gobiernos ruso y chino, se ve
casi imposible que pueda provocar la caída de dichos gobiernos, y menos aún que
estén dispuestos a doblarse ante las exigencias y órdenes de la decadente
superpotencia.
Pero
mientras tanto, la irresponsabilidad de las élites occidentales pone nuevamente
al mundo al borde de una guerra mundial y con ello de la extinción de la
humanidad.
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