¿Y Lozoya?
Lozoya también confesó que, durante
la administración del presidente Calderón, Pemex le habría dado una serie de beneficios
económicos a una compañía mexicana socia de Odebrecht
Juegos
de poder
https://www.excelsior.com.mx/opinion/leo-zuckermann/y-lozoya/1439700
25 de Marzo de 2021
El que sería el gran caso mediático de esta época electoral, la
confesión y el juicio de Emilio Lozoya,
ha desaparecido de la palestra. ¿Qué pasó? ¿Dónde quedó este proceso
emblemático de la corrupción del sexenio pasado?
Emilio Lozoya, exencargado de
asuntos internacionales de la campaña presidencial de Enrique Peña,
exdirector general de Pemex, había aceptado su extradición desde España
utilizando el criterio de oportunidad. A cambio de confesar sus delitos,
testificar en contra de exfuncionarios de su mismo rango o superior y presentar
pruebas que comprobaran sus dichos, Lozoya no
pisaría la cárcel en México.
Desde la comodidad de su hogar, ya protegido por la Fiscalía
General de la República (FGR), la “blanca palomita” presentó una denuncia de
hechos sobre el caso Odebrecht. La denuncia se filtró a la prensa.
Resulta que, en 2012, Lozoya habría
recibido sobornos por cien millones de pesos de la constructora brasileña. El
candidato presidencial, junto con el entonces jefe de la campaña, Luis Videgaray,
habrían instruido a Lozoya entregar
este dinero a asesores electorales externos. Él, por cierto, se habría quedado
con un millón y medio de dólares de este primer pago de Odebrecht.
Ya como director de Pemex, tanto el presidente Peña como
el secretario de Hacienda, Luis Videgaray,
le habrían ordenado entregar 120 millones de pesos (presumiblemente de los
sobornos de Odebrecht) a un diputado y cinco senadores para comprar votos
legislativos con el fin de aprobar las reformas estructurales. Además, Peña y Videgaray lo
habrían instruido a repartir otros 84 millones de pesos, y luego 200 más, a los
mismos legisladores y un secretario de finanzas de un partido antes de la
reforma electoral que se aprobó durante el sexenio pasado.
Lozoya también
confesó que, durante la administración del presidente Calderón,
Pemex le habría dado una serie de beneficios económicos a una compañía mexicana
socia de Odebrecht. Se trata del proyecto Etileno 21 en el que se otorgaron
subsidios a los empresarios causando, según la FGR, graves pérdidas para el
erario.
El presidente López Obrador estaba
feliz. Con su gran olfato mediático, sugirió que se publicaran los videos
presuntamente entregados por Lozoya donde
se exhibía la repartición de sobornos provenientes de Odebrecht. Horas después,
apareció un video de dos operadores de senadores panistas recibiendo una maleta
de dinero en efectivo. Parecían los sobornos que entregaron a los legisladores
del PAN con el fin de votar a favor de la reforma energética.
El Presidente estaba más que feliz. En su mero mole. Comenzaba el
show mediático de un proceso jurídico importantísimo en contra de la corrupción
de los gobiernos pasados. Parecía un golpe mortal para el PRI y PAN rumbo a las
elecciones intermedias.
No pasaron unas cuantas horas cuando el periodista Carlos Loret presentó
dos videos donde se observaba cómo el hermano del Presidente, Pío López Obrador,
recibía una bolsa y un sobre con un total de un millón 400 mil pesos de David León,
conocido operador del entonces gobernador de Chiapas, Manuel Velasco,
miembro del “finísimo” Partido Verde. León claramente confesaba que el
dinero era para apoyar al movimiento (se entendía que Morena).
¿Coincidencia?
No lo creo. Me parece que del lado opositor mandaron el mensaje
de que ellos también tenían fichas si iba a comenzar el juego de revelar la
corrupción de los gobernantes de ahora y antes. “Tú quieres sacar nuestra
mugre, nosotros sacaremos la tuya y el ventilador escupirá inmundicia hacia
todos lados, incluyendo a tu familia y colaboradores”.
López Obrador hizo
una tibia defensa de lo indefendible con el débil argumento de que eso no era
corrupción, sino una aportación. Poco dinero, comparado al de Lozoya,
que el pueblo donaba para su gran transformación. Un acto, quizá ilegal, pero
legítimo.
Y ahí se acabó mediáticamente el caso de Lozoya.
El Presidente no volvió a hablar del tema. Lo infló en la agenda pública tan
rápido como lo desinfló.
¿El que a video mata, a video muere? Parece.
Pero, si bien entiendo, el caso jurídico supuestamente continúa.
Quién sabe dónde va a terminar. Por lo pronto, el testigo protegido se
encuentra en una próspera libertad. Hoy, a 73 días de las elecciones
intermedias, no se habla más de este tema. Por eso la pregunta: ¿y Lozoya?
No hay comentarios:
Publicar un comentario