El nuevo tablero político en Bolivia
Alfredo Serrano Mancilla y Camila Vollenweider*
https://www.jornada.com.mx/2021/03/18/opinion/016a1pol
La vida política boliviana
sigue a su ritmo vertiginoso. En poco más de una semana sucedieron dos hechos
significativos que no pueden pasar inadvertidos. Primero fue el turno de las
elecciones subnacionales y seguidamente tuvo lugar la aprehensión preventiva de
la ex presidenta Jeanine Áñez, acusada de terrorismo, sedición y
conspiración.
¿Cómo afectan ambos hechos al nuevo tablero político boliviano?
Comencemos por una obviedad: una cita electoral subnacional no es lo
mismo que una nacional. En Bolivia eso ha sido así en las últimas décadas. Si
echamos la vista atrás, observamos que el MAS siempre obtuvo una votación
subnacional de entre 15 y 30 puntos debajo de lo logrado a escala presidencial.
En esta ocasión ocurre algo parecido. Luis Arce obtuvo 55 puntos en elecciones generales
del año pasado, y ahora el MAS logra 42.5 por ciento de los votos a escala
gobernación (gana en tres de los nueve departamentos en primera vuelta y
concurre a cuatro en segunda); mientras, a escala municipal, se ganó en 241 de
un total de 337 o, visto de otro modo, alcanzó 33.3 por ciento de los votos. La
única variable en la que sí hubo retroceso fue en cuanto a capitales más El
Alto; obtuvo sólo 24.3 por ciento de votos (sólo se ganó Oruro).
Otra obviedad: el MAS aún es la principal fuerza electoral y política
del país, con presencia en todo el territorio boliviano. No hay otro partido
que tenga esa capacidad. Existe oposición, sí, pero muy atomizada
geográficamente; hay liderazgos locales, sí, pero no a escala país.
Otra característica de la nueva oposición es que se bolsonarizó. La
nueva derecha boliviana se escoró hacia el extremo, situándose en muchas
ocasiones por afuera de los bordes de la democracia. Camacho, ahora gobernador
electo de Santa Cruz, o Iván Arias, ex ministro de Áñez y ahora alcalde de La
Paz, son buenos ejemplos de ese nuevo trumpismo latinoamericano que canta
fraude cuando pierde, que reniega de la democracia cuando no le conviene y que
tiene como centralidad el odio, el odio a lo popular, a lo indígena, a todo
avance que implique una ampliación de derechos y libertades, y un freno a sus
privilegios.
Pero no toda la nueva oposición es así. Una novedad resultante de esta
cita electoral subnacional es que una escisión del MAS, la agrupación Jallalla
Bolivia, emerge con fuerza. El caso de Eva Copa, ex presidenta del Senado, es
el más notable: ganó la ciudad de El Alto, con una votación altísima. Es la
primera vez que una opción que nace del MAS y decide ir por fuera tiene un
resultado tan exitoso en una plaza electoral importante. Se trata de un hecho a
considerar, nada desdeñable, porque podría tener consecuencias notables en la
política boliviana en los próximos años.
Pero esta cita electoral, la subnacional, por muy importante que sea,
que lo es, no tiene capacidad por sí sola para explicar el tablero político
boliviano. El gobierno de Arce es indudablemente el que concentra la mayor
parte de las expectativas de la ciudadanía. El bienestar cotidiano depende de
la gestión del presidente en lo económico, en lo social. Tener un bono para
salir de la pobreza, encontrar un trabajo, mejorar el ingreso, tener la vacuna,
tener acceso a la educación pública y gratuita. Esas son todas las razones que
hacen que la centralidad política siga estando el ámbito de la toma de
decisiones del presidente.
Hasta ahora, Arce no ha decepcionado en cuanto a su gestión. En apenas
cuatro meses, le ha dado tiempo para activar el Bono contra el hambre; ha
creado un nuevo régimen de reintegro del IVA para familias de ingresos bajos;
ha aumentado el ingreso de los jubilados; ha reducido los precios de los
alimentos; ha implementado el impuesto a las grandes fortunas; ha ordenado la
capitalización de 100 por ciento de los beneficios de 2020 de la banca; ha
ayudado a refinanciar créditos; ha venido reactivando el sector agrario e
industrial; ha devuelto el crédito malhabido de Áñez con el FMI y, por último,
ha conseguido cientos de miles de dosis de vacunas para una población que había
sido abandonada a su suerte.
A partir de aquí, el principal desafío del gobierno de Arce es doble:
continuar con las políticas económicas, sociales y sanitarias que traigan
resultados satisfactorios e inminentes a las familias bolivianas y procurar el
encaje institucional y democrático de los nuevos representantes electos que
pregonan posturas manifiestamente antidemocráticas. Es en este sentido que los
procesos abiertos por la justicia contra la ex presidenta de
facto Jeanine Áñez y parte de su gabinete adquieren una importancia
fundamental para la senda de la consolidación democrática en el país. En el
nuevo tablero político boliviano no puede haber lugar para la
desestabilización, la violencia, el racismo y la ruptura de la democracia.
* Celag
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