Biden, remedo de Trump
Carlos Fazio
https://www.jornada.com.mx/2021/03/08/opinion/021a1pol
El 4 de marzo, el ministro de
Relaciones Exteriores de Venezuela, Jorge Arreaza, rechazó la renovación, por
parte de la administración Biden, del decreto que cataloga al gobierno
constitucional de Nicolás Maduro como amenaza inusual y
extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos, y bajo el cual los
gobiernos de Barack Obama y Donald Trump aplicaron medidas coercitivas
unilaterales como parte de su política de cambio de régimen en la
nación sudamericana.
El
documento divulgado por la cancillería en Caracas ratifica que las selectivas
sanciones extraterritoriales de Washington −que alcanzan a funcionarios y
nacionales venezolanos y a empresas de terceros estados que cooperan con las
autoridades públicas y compañías de Venezuela− representanuna violación al
derecho internacional y constituyen una afrenta al sistema multilateral. El
texto expone que la Casa Blanca ignora el llamado hecho por la relatora
especial de Naciones Unidas, Alena Douhan, sobre el impacto negativo que las
medidas coercitivas de asfixia económica de EU generan en el disfrute de los
derechos humanos de los venezolanos.
La orden
ejecutiva, que cataloga a Venezuela como una amenaza inusual y
extraordinaria para la seguridad nacional de EU, fue emitida por Obama el
8 de marzo de 2015 cuando Biden era vicepresidente, y su objetivo −como en los
tiempos de Salvador Allende en Chile, previo al golpe de Estado del general
Augusto Pinochet dirigido por Henry Kissinger y la Agencia Central de
Inteligencia− es hacer gritar la economía como parte de una guerra no
convencional o difusa que incluye el bloqueo a la estatal Petróleos de
Venezuela (PDVSA) y el ataque al bolívar, la moneda venezolana, así como
generar mayor sufrimientoa la población, como han confesado el ex
embajador en Caracas, William Brownfield, y la Oficina de Responsabilidad
Gubernamental (GAO, por sus siglas en inglés).
En
octubre de 2018, Brownfield reconoció que las sanciones contra Venezuela
impactan a toda la población y que la mejor opción sería acelerar el
colapso del país, aunque produzca un periodo de sufrimiento
mayor por meses o quizás años. Según el también ex encargado de la
política antinarcóticos del Departamento de Estado, en Venezuela se aplica la
llamada opción militar del siglo XXI, que comprende formas de
intervención indirecta y el uso de tecnología sofisticada.
A su vez,
un informe del GAO −agencia del Poder Legislativo que fiscaliza al gobierno
federal de EU− contiene la confesión palmaria de que las ilegales y criminales
medidas punitivas que Washington llama sanciones, contribuyeron a un declive
pronunciado de la economía venezolana a partir de 2015 −cuando el ‘bueno’
de Obama dijo que había que torcerle el brazo al país sudamericano−,
pero en especial a partir de enero de 2019, cuando Trump impuso un
embargo de facto al petróleo de Venezuela.
Como ha
señalado Luis Britto García, para destruir a un país hay que aniquilar su
industria fundamental: en enero de 2019 PDVSA producía 1.2 millones de barriles
diarios (47 por ciento menos de los niveles de producción de crudo de 2010) y
en septiembre de 2020, tras el bloqueo de Trump, se ubicaba en 324 mil barriles
diarios. Además, debido a las sanciones, pocos compradores están dispuestos a
adquirir petróleo venezolano y aquellos que lo hacen exigen un pesado
descuento, lo que limita aún más los ingresos de divisas necesarios para
importar insumos, maquinaria, materia prima y bienes de consumo final,
incluidos alimentos, medicinas y equipo médico. Con el agregado de que en 2016
el Commerzbank de Alemania, el Citibank y el Novo Banco de Portugal cerraron
las cuentas en dólares de PDVSA.
A ello se
suma la inducción de la depreciación del bolívar en el marco de la guerra
económica (el senador republicano Richard Black confesó en 2019 que es EU quien
ha desmonetizado el bolívar), lo que afectó los costos de producción, el
aumento de precios y la pulverización del salario real en 99 por ciento, y cuyo
efecto sobre el financiamiento del presupuesto de gasto público impactó los
servicios que presta el Estado, generando a su vez una dolarización de
facto. La agresión externa incluyó el robo de 32 toneladas de oro de
reservas internacionales depositadas en el Banco de Inglaterra y el de la red
venezolana de refinerías y expendios CITGO, situada en territorio de EU.
El
informe preliminar de la relatora especial de la Oficina de los Derechos
Humanos de la ONU, la bielorrusa Alena Douhan, confirma que el ilegal bloqueo
económico-financiero-comercial y las legislaciones promulgadas por la Casa
Blanca y el Departamento del Tesoro, instrumentadas desde 10 años antes del
decreto Obama de 2015, han minado por completo la economía venezolana y la
calidad de vida de la población. El país vive hoy con 1 por ciento de sus
ingresos anteriores a las sanciones, y la hiperinflación de los últimos cuatro
años ha pulverizado los salarios de las instituciones públicas, con graves
consecuencias humanas.
Hasta
ahora, el cambio de ritmo del gobierno de Biden ha sido evidente ante el ímpetu
injerencista de su antecesor Trump −al menos en el campo de lo narrativo y
comunicacional−, pero es previsible que el equipo de halcones de
la Casa Blanca profundizará el asedio y la guerra de exterminio contra
Venezuela desde una posición más encubierta e inteligente. Biden contó con el
apoyo del complejo digital y financiero (GAFAM, Blackrock, Soros),
patrocinadores de las revoluciones de colores y las guerras no convencionales
del siglo XXI.
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