Donald Trump
acaba de dar un discurso conciliador sobre el conflicto con Irán, pues los
ataques de los misiles iraníes a las bases estadounidenses en Irak no
ocasionaron muertos y los daños materiales fueron mínimos.
Todo indica
que la dirigencia iraní realizó los ataques sólo para aplacar un poco la ira de
la población y en especial de los guardias revolucionarios, cuyo líder era
Qasem Soleimani, pero no para escalar el conflicto con Estados Unidos.
A Irán no le
convenía una guerra abierta contra Estados Unidos y sus aliados en la región y
en el resto del mundo (OTAN), pues se vería confrontado con un poder de fuego
muy superior, sin contar con el apoyo (al menos abierto) de Rusia y China, que
seguramente no se comprometerían en una guerra contra Occidente para defender a
Irán.
Así que la
teocracia iraní decidió responder simbólicamente al asesinato de uno de sus
principales líderes, pues midió (correctamente), que ni su economía ,
debilitada por el bloqueo y las sanciones que le ha aplicado Estados Unidos en
los últimos dos años, ni sus desgastadas milicias en Irak, Siria y Líbano,
después de años de guerra para derrotar a los terroristas y mercenarios aliados
de Occidente, Israel y las petromonarquías del Golfo, podrían soportar en estos
momentos otro esfuerzo mayúsculo de una guerra abierta contra la superioridad
bélica de Occidente y sus aliados en la región.
Por su parte
Trump, sabe que iniciar una guerra, aunque sólo fuera con ataques aéreos y
misiles, implicaría respuestas asimétricas de Irán, que golpearían a sus
fuerzas armadas en el Medio Oriente y que obligarían a invertir numerosos
recursos humanos, materiales y financieros en la región, desviando la atención
de la competencia geopolítica mundial que tiene Estados Unidos con China y
Rusia; y presionando aún más a la administración Trump justo en el momento en
que está enfrentando el “impeachment” en la Cámara de Senadores y el inicio de
la campaña presidencial para buscar la reelección.
De ahí que
ambos liderazgos políticos consideraron más costoso escalar el conflicto, sin
un horizonte claro de adonde los llevaría, que aguantarse algunas pérdidas
(mayores para Irán, por la importancia de Soleimani), y mantener un inestable “statu
quo” que no rompe el conflicto, pero tampoco lo lleva a niveles de
confrontación que podrían salirse de control.
Pero por lo
pronto, Trump sale ganando, pues no inicia una nueva guerra (al menos por el
momento, porque Israel y los neoconservadores seguirán presionando para que lo
haga), elimina a un miembro importantísimo de la dirigencia iraní; y la
respuesta de Irán resultó ser sólo simbólica.
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