El 5 de
diciembre del año pasado el fiscal general de Estados Unidos, William Barr llegó
a México para obtener más concesiones del débil gobierno lopezobradorista en
materia de seguridad.
Después del
asesinato de miembros de las familias mormonas LeBarón y Langford en Sonora,
al parecer por miembros de cárteles del narcotráfico que se disputan el
territorio, el presidente Trump amenazó con designar a los cárteles mexicanos
de las drogas como organizaciones “terroristas”, lo que una vez más “apanicó” al
presidente mexicano, que solicitó a Trump no hacerlo. Pero a cambio el
presidente estadounidense mandó a su fiscal general para asegurarse de que México
se responsabilice de terminar por completo el contrabando de fentanilo por su
territorio.
Según un
vocero del Deep State estadounidense en México (Raymundo Rivapalacio en El Financiero)[1], Barr vino en diciembre a
dar un ultimátum a López Obrador sobre la necesidad de que México detenga el
contrabando de fentanilo hacia Estados Unidos (que tan sólo en 2017 mató a 28,500
viciosos estadounidenses), o de lo contrario la designación de los cárteles
como organizaciones terroristas (con toda la cauda de acciones unilaterales por
parte de Estados Unidos que ello conlleva) se aplicaría.
Ahora Barr
llega a evaluar el avance de México en la materia, y de forma velada el lacayo
canciller mexicano Marcelo Ebrard, aceptó que la visita de Barr era para tratar
asuntos como la corrupción en las aduanas[2], por donde entra el
fentanilo, principalmente procedente de China.
En ningún
momento Barr habló en su pasada visita o piensa discutir durante su nueva
visita, el tan cacareado programa inventado (en la mente de Ebrard) “frozen”,
para supuestamente “congelar” el envío de armas desde Estados Unidos hacia los
cárteles mexicanos; menos aún lo que el gobierno de Trump hace o piensa hacer
para disminuir el consumo de drogas en su país, que es la principal causa del
narcotráfico y de sus graves consecuencias; tampoco viene a comprometerse a
meter a la cárcel a los miles de narcotraficantes que impunemente dan vida a ese
comercio en territorio estadounidense; ni mucho menos a castigar severamente a
los grandes bancos estadounidenses donde se lavan las ganancias de este
comercio ilícito.
Barr sólo
viene a revisar si hay o no avances en la orden que le dio al gobierno mexicano
en diciembre pasado; y si no es así, a amenazar una vez más con imponer
aranceles a las mercancías que México vende a Estados Unidos y/o a designar a
los cárteles mexicanos como “organizaciones terroristas”.
Los
empleados de Trump en México, es decir el gobierno mexicano, tendrán que
demostrarle a Barr que están cumpliendo con las órdenes de Trump. Pero, aunque
así haya sido, Trump ya comenzó a ridiculizar a México en sus giras electorales,
como la última en Milwaukee, Wisconsin, en donde se pitorreó del gobierno
mexicano diciendo que sí está pagando la construcción del muro a través de las
muchas concesiones que se han obtenido de nuestro país en materia comercial (T-MEC),
de seguridad y en la cuestión migratoria.
Lo que llama
la atención es que todos los problemas que dice el gobierno de Trump que México
le ocasiona, son los estadounidenses los que los crean en primer lugar (consumo
de drogas, contratación de indocumentados, guerras en todo el mundo que promueven
el terrorismo; capitalismo salvaje, que abre las puertas a todo tipo de
actividad ilegal trasnacional, etc.), pero siempre busca alguien a quien echar
la culpa; y México es el que está más a la mano.
Y mejor aún
cuando tienen a un gobierno como el actual que acepta todos los costos,
acusaciones y exigencias estadounidenses, a cambio de nada. México es como el
payaso de las cachetadas. Patético.
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