Después de
40 años de enfrentar sanciones económicas, guerras (contra Irak por 8 años),
asesinatos de líderes políticos y científicos; terrorismo y el acorralamiento
político-diplomático por parte de sus enemigos en Oriente Medio y Occidente, el
régimen de Teherán sabe que esta vez está más cerca que nunca de una guerra
abierta contra todos ellos.
Como se ha
planteado numerosas veces en este blog, el principal instigador de dicha
guerra, que llevaría la intención, no sólo de destruir al gobierno y la teocracia
iraníes, sino de convertir a Irán en un campo permanente de batalla entre
distintas facciones, con el objetivo de destruir su viabilidad como país y como
potencia en la región, ha sido el gobierno de Benjamín Netanyahu, quien
controla la política exterior de Estados Unidos (Pompeo), la de seguridad nacional
(Bolton); y tiene una influencia decisiva en el complejo-militar-industrial,
que siempre está dispuesto a obtener más ganancias con nuevos conflictos
alrededor del mundo.
De la misma
forma, los principales medios de comunicación de Estados Unidos están alineados
con la agenda neoconservadora que sigue las directrices israelíes, cuyo
objetivo es el caos y la destrucción en el Medio Oriente; mediante los cuales,
los países y grupos (como Hamas y Hezbolah) que Tel Aviv considera sus
enemigos, puedan quedar devastados con conflictos internos o guerras entre
ellos, que permitan a Israel mantener su enorme ventaja militar, continuar su sistemática
destrucción del pueblo palestino (para apropiarse de sus tierras y recursos
naturales y eventualmente expulsarlos definitivamente de dichos territorios), y
mantener como vasallas a las petromonarquías del golfo (Saudi Arabia, Emiratos Árabes
Unidos, Bahréin, Kuwait y Omán), que desde hace unos años se han sumado a la
coalición anti iraní y pro israelí (con la intención de afianzar sus
autoritarios gobiernos y seguir explotando la riqueza petrolera en favor de una
minoría rapaz).
Con un
gobierno estadounidense completamente bajo la influencia de los neoconservadores,
aliados de Netanyahu, éste pretende que Estados Unidos nuevamente asuma el
costo de iniciar y sostener una guerra en Medio Oriente que destruya a un país
competidor de Israel, como lo es Irán (ya lo hizo con Irak y Libia y
pretendieron hacerlo con Siria), sin gastar un solo shekel o la vida de un solo
soldado israelí.
Ante este
escenario, el gobierno de Teherán se plantea estas posibilidades:
1.
Asumir
las exigencias estadounidenses de rendición total, como las hechas por Pompeo,
abandonando a sus aliados en la región (Hezbolah, Hamas, el gobierno de Bashar
el Assad, el gobierno de Líbano, el gobierno de Irak; en menor medida los
Houthis), permitiendo un dominio completo de las potencias occidentales sobre
el desarrollo de armas (defensivas u ofensivas en su país), la energía nuclear,
etc. La desaparición de las guardias revolucionarias y la apertura de su
sistema político a la supervisión y aprobación de Occidente. Es decir, el
suicidio político. Esto por supuesto para Teherán está descartado.
2.
Aguantar,
como lo ha hecho durante 40 años, las sanciones económicas, el aislamiento
político y las provocaciones militares de Occidente, Israel y las monarquías y
gobiernos sunnitas de la región, esperando que su sistema político y económico
no colapse; y eventualmente todas estas presiones comiencen a menguar por sí
solas. La facción del presidente Rouhani y del canciller Javad Zarif estaría en
favor de esta opción. Sin embargo, el cierre de la posibilidad de la venta de
petróleo iraní, a diferencia de sanciones anteriores, sí está afectando el
funcionamiento general de la economía, por lo que esta opción no puede
considerarse de larga duración, pues la población no la soportaría por
demasiado tiempo (hasta ahora es la que prevalece).
3.
La
opción de las guardias revolucionarias y de una parte de la dirigencia religiosa
iraní es enfrentar, ojo por ojo, y diente por diente a Occidente, Israel
y los países sunnitas enemigos de Irán, para demostrar que no se va a doblar al
país; por el contrario, va a responder proporcionalmente a cada agresión que
reciba. Comienza a ganar adherentes esta opción (el derribo del dron
estadounidense lo prueba), pero un escalamiento sólo jugará en favor de los
promotores de la guerra en Estados Unidos e Israel, que es justamente lo que
quieren, para así llevar a los estadounidenses (y a los europeos y países
sunnitas de la región que caigan en el garlito) a una nueva, interminable y
sangrienta guerra, para destruir a Irán, que es el objetivo real de Netanyahu y
los neoconservadores. Podría acabar prevaleciendo Irán, si como Siria lograra
después de muchos años mantener su gobierno y expulsar a los invasores o derrotar
a los grupos extremistas, como lo hizo Assad. Pero la victoria sería pírrica,
pues la destrucción del país podría ser mayúscula.
¿Cuál será
el camino que finalmente siga la dirigencia iraní? Ninguna de las opciones es
buena, pero si puede convencer a Rusia y China de que apoyen a Irán económicamente
por un lado y diplomáticamente por el otro, la opción dos podría alargarse. Así
también, si Teherán consigue que más países en Medio Oriente y en otros
continentes se sumen a iniciativas en favor del diálogo y la distensión
(Turquía, Japón, Alemania, Francia, etc.), ello podría ir bajando el
escalamiento del conflicto.
Lo que es un
hecho es que los promotores de la guerra y la destrucción de Irán insistirán en
estas semanas en más sanciones, más provocaciones (como los ataques de “falsa
bandera” en el Estrecho de Ormuz) y más propaganda pro guerra, para evitar que
Irán se escabulla una vez más, del destino de destrucción que le han querido
imponer desde hace 40 años, los gobiernos israelíes en turno y los
neoconservadores estadounidenses.
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