¿Cuál negociación?
Fueron a recibir órdenes. Detener por la fuerza, si es necesario, a los
migrantes que vienen por la frontera sur; recibir a todos los deportados del
mundo entero, para que esperen en México, años si es necesario, a que les digan
de todas formas que no se aceptó su solicitud de asilo. Y mientras tanto, el
gobierno y la sociedad mexicanas tendrán que proporcionar vivienda, empleo,
salud y educación, por lo pronto a medio millón de migrantes. Si no se puede
proporcionar todo eso a la gran mayoría de los mexicanos, ahora se va a hacer
con los indocumentados; sí ajá.
Además, se
compromete el gobierno a desmantelar las redes de tráfico de personas y sus
medios de financiamiento. Si no puede detener la criminalidad en todo el país,
ahora sí lo va a poder hacer en el tema que le interesa a Estados Unidos.
Todo ello
para que los muy pocos grupos empresariales mexicanos y las trasnacionales
estadounidenses que aprovechan el libre comerico entre ambos países, no sufrieran la imposición de aranceles a las exportaciones
que van a los Estados Unidos. Es decir, el gobierno de Trump no asume ningún
costo, pues a lo único que se comprometió fue a no aplicar aranceles, que de
todas formas no existían; o sea, no se comprometió a nada. Ah, y también
aplaude la iniciativa para el desarrollo en Centroamérica y el Sureste
mexicano, pero no compromete ningún recurso económico y tampoco algún plazo en
el que se pueda sumar a tan importante propuesta. Es decir, puro atole con el
dedo.
¿Qué Ebrard
no pudo pedir que, ya que México se hará cargo por completo, sin ningún tipo de
ayuda económica[1],
del problema migratorio, que el gobierno de Trump suspendiera de forma
indefinida – como lo hizo con los aranceles- también las deportaciones de
mexicanos? No, eso ya era insubordinación. Ebrard, el nuevo Ezequiel Padilla,
sabe que es tal el miedo, el terror de López Obrador a Trump y a los Estados
Unidos, que él pudo ir a rendir por completo lo poco de soberanía que le
quedaba al país (y pronto también lo hará en el caso venezolano), con objeto de
convencer a las élites estadounidenses que su candidato presidencial para el 2024
es él.
Por si fuera
poco, en 90 días el gobierno de Estados Unidos evaluará si México ha hecho lo
suficiente, o si no, otra vez la amenaza de los aranceles.
La próxima
exigencia estadounidense será detener el flujo de drogas. Y como eso sí ya no
va a poder cumplirlo “Mr. Amigo” López Obrador, pues entonces nuestro débil
gobierno va a aceptar que como en Colombia, lleguen miles de tropas
estadounidenses para combatir al narcotráfico y siga el baño de sangre en el
país, la militarización y se confirme que México es un “Estado No Libre
Asociado” a Estados Unidos. Ya ni siquiera como Puerto Rico. Lo que vendrá
después serán bases aéreas y navales de Estados Unidos en México y la
participación (como carne de cañón) de nuestros soldados y marinos en las
interminables guerras gringas en medio mundo, pero especialmente en el Medio Oriente.
Y todavía se
atrevieron a “festejar” este ridículo en Tijuana y aplaudirle al entreguista de
Ebrard, como si fuera un héroe nacional. Patético.
López Obrador
se puso a decir todas las maravillas de la relación bilateral y lo buenos que
han sido los gringos con México, a lo largo de la historia.
Ya ni Peña,
Calderón o Fox fueron tan sumisos con Washington.
El colmo fue
cuando López Obrador afirmó que no se nos olvidaba que Estados Unidos no había
reconocido al gobierno de Victoriano Huerta. ¿Pues que no fue a través del
famoso “Pacto de la Embajada” que Huerta asumió la presidencia; planeado e
instrumentado todo en la propia embajada de Estados Unidos por Henry Lane
Wilson? ¿No fue este embajador el que a trasmano permitió e incluso instigó el
asesinato de Madero y de Pino Suárez? ¿Pues en dónde estudió historia López Obrador;
en el estadio de los Dodgers de Los Angeles?
Fue muy
significativo que en el lamentable discurso de ayer en Tijuana, López Obrador
afirmara que él no levantaba el puño, y lo hizo con la izquierda; sino que daba
la mano, con la derecha, al gobierno y al pueblo de Estados Unidos. Es decir, “soy
un vasallo de la derecha, al servicio de Washington”. ¿Cuál gobierno de
izquierda? Por favor.
Este es uno
de los momentos más significativos de la historia del país, pues el presidente
que se suponía vendría a recuperar la lastimada soberanía e independencia
nacionales, ha rendido por completo a México a su principal enemigo; y todavía
tiene el descaro de pedir que los festejemos. Increíble, pero cierto.
[1]
Turquía, para aceptar que se quedarán en su país más de un millón de sirios,
obligó a la Unión Europea a que le pagaran 1000 millones de euros. En el caso
mexicano, nos conformamos con un tuit de agradecimiento de Trump.
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