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Zapata

domingo, 1 de julio de 2018

TRIUNFO DE LÓPEZ OBRADOR

El inobjetable triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales celebradas hoy en México -y al parecer también la mayoría en el Congreso de la Unión para la coalición que encabeza “Juntos Haremos Historia”, representa el hartazgo y el repudio de la mayoría del pueblo de México al modelo económico neoliberal, impuesto al país por las élites tecnocráticas, la oligarquía, la subclase política corrupta (y sus socios del crimen organizado) y la potencia hegemónica; sin consenso alguno y a rajatabla.
Es el rechazo a un sistema político que ha privilegiado a unos cuantos grupos de poder, que han devastado al país, se han enriquecido obscenamente, han hecho de la corrupción y de la impunidad su bandera, y han dejado en el olvido (en el mejor de los casos) y en la permanente explotación y represión a las dos terceras partes de la población del país.
Además, el alejamiento y odio de estas “élites” hacia el pueblo y su descarada impunidad, alimentaron la violencia e inseguridad que vive la población día a día, y que ha ocasionado la peor crisis en materia de irrespeto a los derechos humanos en la historia reciente de México.
Si bien el triunfo de AMLO y de su coalición significa todo eso, también implica qué para poder lograrlo, AMLO se vio obligado a aceptar que tenía que pactar con grupos de la propia oligarquía (Romo, Fastlicht, Slim, Salinas Pliego, etc.); del PRI (Elba Esther, Osorio Chong, Manlio Fabio, Sosa Castelán, etc.); del PAN (Martínez Cázares, Espino, Cuevas, Sheffield, etc.); del PVEM (Velasco, Escandón, etc.) y por supuesto, admitir en Morena a la gran mayoría de las “tribus” perredistas.
Todo ello le ocasionará ahora un verdadero galimatías para armar un gobierno coherente, que de alguna forma dé respuesta a las más sentidas demandas de la población, como disminuir a niveles tolerables la corrupción (sería un verdadero milagro que la erradicara del todo, y en eso sus nuevos aliados prianistas y perredistas no lo van a ayudar mucho); bajar ostensiblemente los niveles de violencia e inseguridad en todo el país; disminuir la pobreza y desigualdad; mejorar sueldos y salarios; y recuperar la dignidad y algún margen de maniobra en la política exterior mexicana, especialmente ante la potencia hegemónica y su desbocado presidente.
Ya desde este mismo momento, los grupos de poder perdedores están enviando mensajes a AMLO (a través de sus jilgueros en televisión y radio) de que la mitad de la población votó contra él; que debe respetar y negociar con la oposición; que no puede hacer lo que se le antoje, ya que las instituciones autónomas y la Suprema Corte lo van a limitar; que no ataque ni insulte de ninguna forma a los que lo han insultado y atacado a él durante dieciocho años; en suma, que se quede como estatua, sentado en la silla presidencial, con objeto de que todo cambie, para que todo siga igual.
El temor de los grupos privilegiados y de poder que se han enriquecido demencialmente estas tres décadas y media, y que han ejercido el poder sin ningún respeto por las instituciones, por el país, por su pueblo, es que el nuevo presidente no sea de “izquierda”, sino nuevamente un monigote como lo fueron Fox, Calderón y Peña; que sólo haga lo que ellos le digan, y que en todo caso les aviente algunas migajas a los jodidos; pero nada más. Nada de “cuarta transformación”; nada de “primero los pobres”, nada de moderar indigencia y opulencia; en suma, nada del programa mínimo (ya no hablemos del máximo) de AMLO.
A ver hasta donde acepta AMLO todos estos condicionamientos y demandas de los grupos de poder perdedores en estas elecciones; y a ver qué tanto puede torear y comprometer en un proyecto en favor del país a sus nuevos socios ex priistas, ex panistas, ex perredistas, ex verdes, ex de todo; que ahora mágicamente ya son de Morena y claro “siempre apoyaron a López Obrador”.
El caso es que estos grupos, si no reciben su “tajada” de recursos y de poder, se van a convertir en los principales saboteadores del gobierno de AMLO.

Ojalá que López Obrador tenga muy bien estudiada la historia de Francisco I. Madero, pues este presidente mexicano, por contemporizar con los porfiristas y alejarse de sus bases de apoyo originales, terminó abandonado por todos, corrido del poder por un golpe militar y finalmente asesinado.

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