Una vez
finalizada la reunión entre los presidentes de Rusia, Vladimir Putin y de
Estados Unidos, Donald Trump, en Helsinki, Finlandia,[1] es necesario analizar su
verdadero alcance, así como lo que ambos presidentes buscaban.
Para Putin,
una vez que logró realizar el Mundial de Futbol sin contratiempos -lo que le
redituó en un indudable triunfo de relaciones públicas, pues decenas de miles
de aficionados de todo el mundo, así como millones de televidentes, pudieron
constatar que Rusia es una nación moderna, tolerante y democrática, y no el
monstruo que los países occidentales pretenden presentar en sus medios de
comunicación- era de gran relevancia reunirse con Trump, para así demostrar que
el aislamiento que han intentado imponer a Rusia las élites neoconservadoras, el
Partido Demócrata de Estados Unidos, el complejo militar-industrial-de seguridad
y el lobby pro Israel estadounidense, no ha logrado su objetivo; y Rusia se
mantiene como una de las grandes potencias mundiales, que tiene que ser tomada
en cuenta en las decisiones globales.
Putin espera
haber convencido a Trump de que ya es inútil cualquier intento occidental por
derrocar a Bashar el Assad en Siria, y lo que se tiene que hacer es estabilizar
al país, para lo cual es necesario derrotar definitivamente a los mercenarios
que aún mantienen su oposición armada en el sur oeste del país. Putin esperaría
que eventualmente las tropas estadounidenses que están en el este de Siria
pudieran ser retiradas, y que Trump lograra controlar a su aparato militar y de
inteligencia que sigue apoyando a los terroristas que aún no han sido
derrotados del todo.
A cambio de
eso, Trump parecería haber demandado de Putin que se comprometa a presionar a
Assad para que expulse a las milicias chiítas y a los asesores iraníes que le
han ayudado estos años para combatir a los mercenarios y terroristas
financiados por las monarquías sunnitas, Gran Bretaña, Francia, los propios
Estados Unidos e Israel.
¿Qué tan
dispuesto está el aparato militar y de inteligencia, dominado por los
neoconservadores, el lobby pro Israel y el complejo militar-industrial-de
seguridad de retirarse de Siria, dejándole el campo libre a Assad, para que pueda
conectar sus tropas con las de Irak a través de su frontera común, con lo que
la tan temida, por Israel y Arabia Saudita, “creciente chiita” podría convertirse
en realidad?
Se ve muy
difícil que Trump pueda cumplir con el retiro de las tropas estadounidenses de
Siria, e incluso que se deje de apoyar a los mercenarios que aún están en el sur oeste. De hecho, Israel mantiene sus ataques aéreos contra Siria, con objeto de
evitar la derrota de estos mercenarios que le sirven como “colchón” ante el
avance de las milicias chiitas, asesoradas por Irán.
Lo que
Israel desea es una zona “desmilitarizada” desde las Alturas del Golán hacia el
interior de Siria (de más de 100 kms. al menos), lo que a todas luces es un
despropósito, pues es como si Estados Unidos le ordenara a México que no
tuviera ninguna instalación militar o tropa en la frontera entre ambos países y
a 100 km. hacia el interior de territorio mexicano. Es la completa disolución
de la soberanía de un país. Siria no está dispuesta a aceptarlo e Israel va a
mantener sus ofensivas contra el ejército sirio y las milicias chiitas, hasta conseguirlo.
De ahí que
una posible solución sea que Assad se comprometa a que salgan del país las
milicias chiitas y los iraníes, siempre y cuando todos los mercenarios que aún
están operando en el país se rindan. A cambio, se podría llegar a algún tipo de
acuerdo sobre la presencia simbólica de tropas sirias e israelíes en las
inmediaciones del Golan, con la mediación estadounidense y rusa.
Otro de los
temas que dominaron la cumbre fue la insistencia rusa en que se vuelva a llegar
a un acuerdo para detener la carrera armamentista en materia de arsenal
nuclear, en vista de que los “halcones” en el Pentágono y el complejo-militar
industrial-de seguridad han embarcado a Trump en un frenesí de gastos militares
(más de 700 mil millones de dólares para el próximo año), especialmente en la “modernización”
del arsenal nuclear, lo que implicaría para Rusia un desgaste enorme, ya que tendría
que dedicar gran cantidad de recursos financieros para mantener dicha carrera, con
la agravante de que las malas relaciones entre ambas superpotencias podrían
llevar a situaciones límite y a la posibilidad de un conflicto nuclear.
De ahí que
Putin, al parecer ha concientizado a Trump que seguir por ese camino no va a
ayudar más que a los contratistas estadounidenses, y ello
alimentaría las ambiciones nucleares de otros países.
Otra vez en
este tema lo más probable es que Trump encuentre férrea oposición a cualquier
nuevo acuerdo de limitación de armas nucleares, precisamente porque el gran
negocio del complejo militar-industrial-de seguridad es que se desate la
carrera armamentista, para así asegurar contratos multimillonarios por años y
años. Y los comprados legisladores estadounidenses apoyarán la carrera armamentista,
por lo que se ve muy cuesta arriba que Trump pueda avanzar en este tema. Aún
así, Putin no tenía otro remedio que intentar avanzar en este asunto.
En lo que se
refiere a la inventada interferencia rusa en las elecciones estadounidenses y a
los episodios de “falsa bandera” realizados por la “inteligencia británica” sobre
el envenenamiento de dos ciudadanos ingleses, otra vez con el agente tóxico
Novichok, son parte de toda la estrategia de demonización contra Rusia
confeccionada por el Deep State estadounidense y sus lacayos ingleses. Por
ello, Putin y Trump, trataron de manejar ambos temas en su justa dimensión (como
acciones realizadas con objeto de sabotear la cumbre), y no se engancharon en
acusaciones mutuas al respecto.
Al parecer,
no se profundizó en el tema de Ucrania, en donde seguramente Putin reiteró que
no saldrá de Crimea y que seguirá apoyando a las provincias del Este en tanto
Ucrania mantenga su amenaza de “des rusificación” y de castigo contra ellas.
Claramente Trump no está interesado en el tema, y él gustoso se lo dejaría a
Putin, pero las presiones de los países europeos y de los neoconservadores, no
le van a permitir zafarse del asunto tan fácilmente.
En suma, fue
positivo que ambos presidentes se encontraran y que Putin pudiera hacerle ver a
Trump que Rusia de ninguna manera pretende poner en jaque la hegemonía
estadounidense; sino al contrario, son ciertos actores e intereses
estadounidenses los que pretenden subyugar a Rusia nuevamente, como lo hicieron
durante el nefasto gobierno de Boris Yeltsin.
Pero la
realidad es que el presidente estadounidense es un rehén de los intereses de
los neoconservadores, del Deep State, del lobby pro Israel, del lobby pro
Arabia y del complejo militar-industrial-de seguridad, por lo que lo más
factible es que no pueda cumplir con los superficiales acuerdos con los que llegó
con Putin, y se mantendrá la estrategia occidental de demonización y
acorralamiento de Rusia.
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