El tejido de resistencias que derrotó al PRI
Por Al-Dabi Olvera*
Un día antes de las históricas elecciones que llevaron a Andrés Manuel
López Obrador a la Presidencia, una marcha recorrió las calles del municipio
mexiquense de Chimalhuacán para exigir justicia por el feminicidio de la joven
Diana Velázquez Florencio, el 2 de julio de 2017.
Dos días antes de los comicios, pueblos y organizaciones gubernamentales
protestaron frente a las oficinas de la Comisión Nacional del Agua para exigir
la cancelación del levantamiento de vedas en más de 300 cuencas hídricas en
estados como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, con población de mayoría indígena.
Y en las últimas semanas, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación decidió irse a paro y tomar las calles de la capital para continuar
su lucha contra la reforma educativa. El 16 de junio, durante una marcha,
dijeron: no creemos en varitas mágicas ni que todo va a cambiar el 2 de
julio.
Pueblos originarios, defensores de derechos humanos, magisterio
independiente, estudiantes, colectivos feministas y familias de víctimas de la
guerra conformaron una larga red que busca desaparecidos, protesta contra el
asesinato de periodistas y denuncia actos de corrupción durante el sexenio del
priísta Enrique Peña Nieto.
Así como Sartre llamó la república del silencio a la
resistencia popular durante la ocupación fascista de Francia, podríamos
llamar tejido de resistencias a la red extendida por el México
profundo que ha hecho frente a una de las épocas más oscuras del país.
Esta red, tapete, telaraña crece de manera subterránea. Su elaboración
no es ni fortuita ni planeada. Como las artesanías, ha requerido de práctica
diaria y conocimiento heredado. En su diversidad de colores y formas está su
mayor atributo.
Nunca fuimos tan libres como entonces, escribió Sartre. Los principios
de horizontalidad, democracia asamblearia, creatividad y cuidado colectivo
fueron fundamentales para mantenerse activa a pesar de la represión desatada
durante el gobierno priísta.
Así, a nivel local y desde el extranjero, en el territorio de las redes
sociales y el periodismo independientes, los movimientos de familiares de
víctimas de la guerra (construido desde el sexenio de Calderón), los nodos de
activistas durante la primavera estudiantil del #Yosoy132 y el movimiento en
solidaridad con Ayotzinapa conformó el acervo de crítica, consciencia y
conocimiento que finalmente desembocó en esta ola de participación ciudadana
sin precedentes.
Aunque no era la meta, la derrota electoral del PRI se vislumbra ahora
como un triunfo de esta sociedad civil organizada y de la población lastimada
por la violencia de una guerra causante de más de 200 mil muertes y 30 mil
desapariciones.
Esta red existirá, ya que la derrota del PRI gobierno no significa el
desmantelamiento del Estado profundo priísta forjado durante décadas.
Un viraje en el modelo económico extractivo, justicia para las miles de
familias tocadas por la guerra y denunciar a los sectores neoliberales y
reaccionarios enquistados en el nuevo gobierno conformarán algunas de las
principales tareas del tejido de resistencias.
Por otro lado, en un país acostumbrado al olvido oficial y a las
verdades históricas, el relato de una memoria de abajo que busque la paz, pero
que haga justicia y conmemore la dignidad, es fundamental. Esto implica que los
crímenes como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa deben tener
consecuencias no sólo para los perpetuadores materiales, sino para toda la
estructura de poder que los permite. Por eso es imprescindible que aquel tejido
se mantenga crítico, libre, se distancie totalmente de la oposición de la
derecha que ahora se autonombra vigilante, pero se apoya en principios
racistas, clasistas.
Los alcances de este tejido irán de la cancelación de los megaproyectos
tan letales para el medio ambiente (como el Nuevo Aeropuerto Internacional de
Ciudad de México), acompañar las autonomías de los pueblos originarios y del
concejo indígena de gobierno, diseminar proyectos autogestivos en entornos
urbanos, radicalizar la lucha contra la homofobia y la violencia machista,
reforzar las redes de defensa de derechos humanos para que, de una vez por
todas, sean desmontados los resabios del poder priísta.
* Cronista
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