El anuncio
del presidente de Estados Unidos de que ya ordenó al secretario de la Defensa
James Mattis, que envíe tropas a la frontera con México, para detener el flujo
de migrantes indocumentados y de drogas, en tanto “se construye el muro”, tiene
varias lecturas.
Primero, es
un mensaje interno, tanto al Partido Demócrata, como a las bases de apoyo del
propio Trump.
A los
demócratas les advierte que si no aceptan su propuesta migratoria (que implica
eliminar la “lotería” de visas, así como la migración “en cadena”, esto es lo
que se considera ahora como reunificación familiar, para los migrantes que ya
tienen estatus legal; se le dan suficientes recursos para construir el muro y
para aumentar la presencia de la policía migratoria; y de tecnología para “asegurar”
la frontera), entonces él va a actuar por su cuenta, “militarizando” la
frontera, siguiendo con su política de atacar legal y presupuestariamente a las
“ciudades santuario” y deteniendo cualquier solución para los llamados “dreamers”.
A Trump no
le gustó el presupuesto que tuvo que firmar, en donde sólo le dieron 1.6 mil
millones de dólares para el muro, que ni siquiera servirá para construir nuevos
tramos, sino sólo para reparar los ya existentes. Y recordemos que el muro fue
la propuesta que le generó el impulso inicial a su candidatura presidencial, y una
de las principales promesas que su base electoral blanca, de clase media baja y
xenófoba ha demandado con más fuerza.
De ahí que
Trump vuelva a tomar el tema migratorio como palanca para tratar de obligar a
los demócratas a ceder en dicho tema; en caso de que no sea así, entonces
demostrarle a su base electoral dura, que él no ha quitado el dedo del renglón
en este asunto, con vistas a las elecciones intermedias de noviembre próximo.
Al mismo
tiempo, Trump aprovecha que la próxima semana supuestamente terminarán las
sesiones de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) con México y Canadá, en las que ha obtenido, al parecer, varias
concesiones de los dos países en materia de contenido nacional en la
fabricación de automóviles; en exportaciones agrícolas mexicanas a Estados
Unidos y en el tema de resolución de controversias.
Seguramente
Trump ha sido informado por el representante comercial Robert Lighthizer qué en
la última ronda de negociaciones a celebrarse en Washington, Estados Unidos
puede obtener aún más concesiones de México, si se le presiona lo suficiente.
Por lo que Trump, viendo que en el caso de la renegociación del Acuerdo de
Libre Comercio con Corea del Sur, le sirvió la presión sobre Seúl, utilizando
el contencioso con Corea del Norte, pues aceptaron las condiciones propuestas
por Washington; ahora, sabiendo de la enorme debilidad del gobierno de Peña,
que está por terminar su mandato y cuyo partido (PRI) enfrenta una competida
elección presidencial, que podría perder, estima que la amenaza militar puede
ser suficiente para que Peña dé todavía más concesiones en el TLCAN.
Así también,
Trump ya se está jactando de que México está deteniendo la “caravana” de
migrantes de Centroamérica, porque él se lo ordenó al gobierno mexicano.
De esta
manera Trump, no sólo demuestra a países débiles que puede ejercer todo tipo de
presiones para lograr sus objetivos, especialmente los latinoamericanos, unos
días antes de la realización de la VIII Cumbre de las Américas en Perú, a la
que Trump asistirá; sino también avisa a las potencias con las que mantiene una
competencia estratégica a nivel global, China y Rusia, que en su “patio trasero”,
nadie se mete más que Estados Unidos.
Tremenda
humillación para Peña, qué en los últimos dos meses, a través del canciller
Videgaray, ha intentado acordar con Trump una renegociación del TLCAN que le salve
la cara a México, y le consiga puntos favorables a Trump; y al mismo tiempo,
que el gobierno de Estados Unidos juegue en la elección presidencial mexicana
en favor del candidato del PRI, José Antonio Meade; y en contra de Andrés
Manuel López Obrador, al ubicarlo como un “peligro” para los acuerdos en la
relación bilateral.
Pues bien,
Trump, aprovechándose de esa enorme necesidad que tiene Peña del apoyo del
gobierno de Estados Unidos, ahora usa a México, nuevamente como “piñata”, y le
hace pagar anticipadamente el precio por el supuesto apoyo que le dará en las
elecciones presidenciales (lo más probable es que le sirva de muy poco) y con
la firma del TLCAN, antes de la justa electoral del 1º de Julio.
La candidez
de Peña y Videgaray, poniendo su futuro personal y grupal en manos de Trump
(pensando incluso que si ganan López Obrador o Anaya, podrán refugiarse en
Estados Unidos, bajo la protección del gobierno estadounidense), ha puesto al país
una vez más, a merced del “bully”, que ahora va a ridiculizar más a Peña y lo
va a humillar en la Cumbre de las Américas, a cambio de la tan anhelada firma
del TLCAN (que sólo favorece a las grandes trasnacionales de Estados Unidos y a
los oligarcas “nacionales”); y de la ayuda y protección del gobierno de Estados
Unidos para los corruptos que conforman el Grupo Atlacomulco, la tecnocracia
ligada a él y el grupo compacto peñista (incluidos Videgaray y Meade). Sin
duda, patético.
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