En las
próximas horas Donald Trump deberá decidir entre las opciones que el
Departamento de Defensa le haya presentado para lanzar misiles a instalaciones
militares sirias y/o incluso, a edificios gubernamentales en la capital
Damasco.
Trump no
puede echarse para atrás, pues el establecimiento político-militar de
Washington, dominado por los neoconservadores, el lobby pro Israel y el
complejo militar-industrial-de seguridad, logró que el propio presidente se
auto acorralara con sus promesas de castigo al régimen de Assad, por el
fabricado ataque químico en Douma; por lo que ahora el manipulado Trump sólo
tiene la opción de “decidir” entre un ataque limitado o uno que amplíe el
involucramiento de Estados Unidos en Siria. Pero ya no puede decidir no hacer
el ataque.
Así, lo
neoconservadores en voz de algunos de sus integrantes, como el senador republicano
Lindsey Graham o el ex senador demócrata, Joseph Liberman, ya han propuesto que
el ataque tendría que “destruir” todas la infraestructura de la fuerza aérea
siria, incluidos sus aviones de combate; lo que en los hechos implicaría una
lluvia de misiles sobre prácticamente todo el territorio sirio, lo que muy probablemente
implicaría bajas entre el personal militar ruso, y con ello la posibilidad del
inicio de una guerra entre las dos superpotencias nucleares.
También se
ha mencionado la posibilidad de que los misiles se dirijan contra la
infraestructura gubernamental siria en la capital Damasco, lo que implicaría cientos
o miles de muertos civiles, y con ello el escalamiento de las hostilidades
entre las fuerzas armadas de Siria, sus aliados rusos e iraníes, y las
potencias occidentales e Israel, nuevamente poniendo a la región al borde de
una guerra generalizada.
Otra
propuesta ha sido “descabezar” al gobierno sirio; o sea, tratar de matar a
Assad y a sus principales colaboradores, lo que parece improbable, pues ello
implicaría un conocimiento preciso del lugar en donde está el presidente sirio,
y por lo tanto un “golpe quirúrgico” que no parece factible en la situación
actual que se vive en ese país, dado que Assad ha recuperado buena parte del control
del mismo; y, por lo tanto, es más difícil ubicarlo.
En todo
caso, lo más probable es que se lancen más misiles que el año pasado (59
misiles Tomahwak), cuando Trump ordenó un ataque contra la base de Al-Shayrat
(7 de abril del 2017), por el anterior ataque químico de “falsa bandera”,
realizado por los mercenarios y terroristas pagados por Occidente e Israel; y,
además que los misiles se dirijan a varias bases militares (aéreas y centros de
comunicación y control).
Ya Israel realizó
un ataque el 9 de abril pasado, a la base aérea T-4 de la fuerza aérea Siria en
Homs (por parte de dos aviones F-15), matando a diez soldados sirios y a 4
asesores iraníes. Esto lo realizó Netanyahu con el objetivo de “darle el
ejemplo” a Trump de lo que debe hacer; y enviando el mensaje a Moscú de que
seguirá bombardeando a placer a los sirios, mientras sigan presentes milicias y
asesores iraníes en ese país. De hecho, Putin y Netanyahu ya hablaron por
teléfono sobre este hecho, y el presidente ruso le advirtió al primer ministro
israelí de los riesgos que corre si sigue realizando este tipo de acciones (de
los 8 misiles lanzados por los aviones israelíes, los rusos dicen que con las
defensas antiaéreas que tienen los sirios, se pudieron derribar 5 de los
mismos). Y por su parte, Netanyahu insistió en que Israel seguirá atacando
blancos en Siria, si en ellos se encuentran iraníes o armas destinadas a Hezbollah.
Así que
Trump muy bien puede meterse en un agujero del cual ya no pueda salir, pues si
las bases a las que va a dirigir los misiles tienen las defensas antiaéreas que
ha proveído Rusia (S-300 y S-400), es posible que no todos los misiles lleguen
a su destino, y ello puede ser una gran propaganda para Moscú y Damasco.
En cambio,
si las defensas antiaéreas no pueden detener la mayoría de esos misiles, sería
un golpe a la credibilidad de Moscú, por lo que la posibilidad de que intente “cobrarse”
la afrenta con un ataque a las posiciones de lo que queda de los grupos de
mercenarios y terroristas proccidentales y/o incluso el lanzamiento de misiles
que caigan cerca de las bases estadounidenses en el Este de Siria, de igual
forma puede llevar a un escalamiento de la respuesta estadounidense, y al borde
de la guerra entre ambas super potencias.
Moscú
responderá proporcionalmente al alcance del ataque estadounidense -y al parecer
también francés, pues el lacayo Macron ya se unió a esta insensatez. Primero,
verá si las defensas antiaéreas rusas pueden detener la mayor parte de los
misiles que se lancen; y después evaluará si el daño hecho no es de gran
magnitud. Si es así, Moscú ya no escalará el conflicto, a menos que lo sigan
haciendo Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña e Israel.
En cambio,
si los ataques van contra el gobierno en Damasco, además de contra bases
militares sirias, es posible que Moscú lance ataques contra las bases estadounidenses
en el Este de Siria, quizás sólo de advertencia; esto es, el lanzamiento de
misiles que caigan cerca de las mismas (o de los buques de guerra
estadounidenses en el Mediterráneo). Pero si el ataque estadounidense implica
bajas rusas y una destrucción considerable de infraestructura militar siria y
rusa; con lo que los mercenarios y terroristas pro occidentales podrían
reiniciar sus hostilidades contra el gobierno sirio, entonces es factible que
Moscú ponga en juego todo su arsenal en Siria y lance misiles (los crucero tipo
Kalibr) a posiciones estadounidenses o incluso israelíes (en los Altos del
Golán por ejemplo), desde sus submarinos nucleares y buques de guerra que están
en el Mediterráneo. Y ello por supuesto llevaría a la guerra entre las superpotencias.
Putin trata
de mantener dentro de la racionalidad este enfrentamiento (ya a estas alturas
es muy difícil, con el establecimiento político militar de Washington, Londres,
Paris y Tel Aviv en modo de guerra) que él pensaba, junto con Siria e Irán, que
ya habían ganado, al derrotar a los mercenarios y terroristas prooccidentales y
proisraelíes. Pero resulta que Occidente e Israel decidieron poner en juego sus
propias fuerzas armadas para revertir la derrota, esperando qué con ello, tanto
Putin, como la teocracia iraní y Assad en Siria, preferirían perder lo ganado y
negociar desde una posición de debilidad.
Habrá que
ver si Putin, Rohani y Khamenei en Irán y Assad están dispuestos a renunciar a
su victoria, ante la amenaza de guerra con Occidente e Israel. O, deciden
enfrentarlos, esperando que sean ellos los que en el último momento desistan. Un
juego tan peligroso como éste, podría desatar la Tercera Guerra Mundial.
Recordemos que en la crisis de octubre de 1962, los buques rusos que se
dirigían a Cuba con misiles, fueron enfrentados por los buques de guerra estadounidenses, y sólo en el último momento vino la orden de Moscú de que
dieran la vuelta, con lo que en ese entonces Kennedy, ganó ese “round” de la
Guerra Fría.
La
diferencia ahora es que no está Kennedy como presidente de Estados Unidos, y
los “halcones” de Washington dominan el escenario, a diferencia de 1962, cuando
al menos estaban en igualdad de condiciones las “palomas” y los “halcones”. Hoy
todo puede ser muy distinto.
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