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Zapata

viernes, 2 de marzo de 2018

TRUMP EN LA ENCRUCIJADA, GLOBALIZACIÓN V.S. NACIONALISMO

Estas últimas semanas las élites estadounidenses y en general, las estructuras de poder de los Estados Unidos se han enfrentado a dos vías para mantener su hegemonía mundial y su cohesión interna.
Por un lado, Trump ha tratado de complacer al complejo militar industrial, a las grandes corporaciones trasnacionales y al lobby pro Israel con objeto de amarrar apoyos políticos y económicos, y a la vez responder a los intereses de actores fundamentales dentro del sistema político y económico de Estados Unidos.
Así, la venta de armas al exterior (Ucrania, Arabia Saudita, Japón, etc.) el aumento descomunal del presupuesto, el mantenimiento de la presencia militar de Estados Unidos en el Medio Oriente, así como el escalamiento de las tensiones con Corea del Norte y Rusia, responden a los intereses de largo plazo del complejo militar industrial.
La creciente presión sobre Irán y la permanencia de tropas en Siria, así como el cambio de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén y el apoyo irrestricto al gobierno de Netanyahu, responden a los intereses del lobby pro Israel (AIPAC, Organización Sionista Mundial, etc.).
Y por supuesto, la reforma fiscal y los incentivos para la repatriación de capitales, son las monedas de cambio para ganarse el favor de las grandes corporaciones trasnacionales.
En el caso del intervencionismo militar en el exterior, embona perfectamente con los objetivos de las élites globalizantes que desean una presencia permanente de Estados Unidos como el “policía del mundo”, y por ello apoyan esta vertiente.
En el caso de la reforma fiscal, le da más margen de ganancia a las grandes corporaciones, aunque el objetivo es atraer inversión del mundo hacia Estados Unidos, con lo que la vertiente nacionalista del gobierno de Trump también se fortalece.
En el caso del apoyo a Israel y a su agenda de “balcanización” en el Medio Oriente, es algo que Trump no puede dejar de hacer, en vista del poder enorme que tiene el lobby pro Israel en la economía, la política y en los medios de comunicación estadounidenses, por lo que si bien genera diversos problemas a Estados Unidos (como el retiro del acuerdo nuclear con Irán, generando fricciones con sus aliados europeos y añadiéndole más tensión a la relación con Rusia y China); también propicia el apoyo de los sectores más derechistas dentro de la comunidad judía estadounidense y logra dividir a los grupos pro israelíes, ya que así unos se decantan en favor de Trump, a pesar de sus políticas anti globalización[1].
Pero también Trump tiene que darle contenido a sus promesas nacionalistas de campaña, que fueron las que lograron atraer el apoyo de la clase media blanca trabajadora, como la política anti inmigrante (con el muro en la frontera con México, como el emblema principal de la misma); el proteccionismo comercial (ataque constante a los tratados comerciales, incluso retirándose del Acuerdo Transpacífico; renegociación del TLCAN y el inicio de la imposición de tarifas a diversos productos); y el nombramiento de funcionarios y jueces con claras posiciones conservadoras (anti cambio climático; anti regulación; pro empresariales, etc.).
Así por un lado, el “imperio” estadounidense demanda que las políticas públicas de Trump respondan a las necesidades del mismo: política migratoria liberal; apertura comercial; permanente presencia militar en todo el mundo; desregulación financiera; etc.
Pero por el otro, los sectores económicos (acero, carbón, productos de consumo popular, etc.) afectados por la globalización y los trabajadores desplazados por la relocalización de las industrias y la automatización (que fueron la base electoral del triunfo de Trump), demandan políticas públicas que los favorezcan.
Trump está tratando de complacer en alguna medida a ambos segmentos de la sociedad y la economía estadounidense, y lo que está generando es una enorme tensión y confusión con sus políticas, pues mientras por un lado logra una disminución brutal de impuestos para las grandes corporaciones, que provoca un aumento de la confianza y de las utilidades para ellas; por otro lado lanza medidas proteccionistas que pueden provocar guerras comerciales con socios y competidores por igual, con lo que tira a los mercados internacionales, que expresan así su oposición a tales políticas.
Y todo ello sucede en medio de la estrategia de una parte de las élites estadounidenses, precisamente las que están más comprometidas e involucradas en la globalización y que tienen influencia en una parte del aparato de inteligencia y seguridad (especialmente el FBI), dirigida a minar y de ser posible hacer fracasar la gestión de Trump (ya sea llevándolo a un juicio político u obligándolo a renunciar). Para ello, han fabricado una conspiración entre Trump y los rusos, que hasta ahora no ha resultado más que en acusaciones a ex funcionarios y ex colaboradores menores del presidente, y con poco o nada que ver con el gobierno de Putin. Pero el objetivo es distraer, ensuciar y complicar la presidencia de Trump; por lo que la existencia o no de prueba alguna de la supuesta colusión entre Trump y los rusos, en el contexto del proceso electoral del 2016, es lo de menos.
Y de la misma forma, la insistencia del complejo militar industrial, del aparato de inteligencia y seguridad, del lobby pro Israel y de los neoconservadores por derrocar o eliminar a Vladimir Putin de la escena internacional, y volver a poner de rodillas a Rusia, tal como la tuvieron durante el nefasto gobierno de Boris Yeltsin en los años noventa del siglo pasado, ha llevado las acciones y la política anti rusa a tal nivel, que al parecer ya colmaron la paciencia del presidente ruso; y éste, ante las inminentes elecciones presidenciales en su país ha decidido mandar un mensaje, tanto interno como externo, de que Rusia posee el arsenal nuclear más poderoso del planeta y está dispuesto a usarlo, si alguna potencia decide retarlo.
No es usual que Putin haga ese tipo de amenazas, pero han sido tantas las provocaciones (en Siria, en Ucrania, dentro de Rusia misma) de parte de Estados Unidos (y en el Medio Oriente, por parte de Israel, atacando continuamente a su aliado Bashar el Assad), que ha decidido mandar un mensaje claro a Washington, Tel Aviv y Bruselas (sede de la Unión Europea); y esto es qué si de verdad quieren una guerra con Rusia, el gobierno en Moscú está más que preparado para llevarla a cabo.
Por si fuera poco, los “halcones” del Pentágono ya están amenazando con un ataque “preventivo” contra Corea del Norte si mantiene el desarrollo de su programa de misiles nucleares, lo que de suceder pondría al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial, dado que China ha manifestado sin ambages, que un ataque no provocado a Corea del Norte llevaría a Beijing a intervenir en favor de este país. Y hay que recordar que Rusia también tiene frontera con Corea del Norte, y mantiene una alianza con China, por lo que la situación podría escalar rápidamente.
Las contradicciones del capitalismo estadounidense (globalización V.S. nacionalismo), las disputas entre sus élites (republicanos y demócratas; neoconservadores y realistas), y la evidente erosión de la hegemonía política y económica estadounidense (principalmente ante Rusia y China), están propiciando reacciones y decisiones peligrosas en Washington, que no sólo pueden provocar guerras comerciales, aumento de enfrentamientos y de tensiones en diversas partes del mundo; sino más peligroso aún, un mal cálculo que puede propiciar el inicio de una guerra entre grandes potencias, como ocurrió en 1914, dando inicio entonces a la Primera Guerra Mundial; pero esta vez con armas de destrucción masiva, que pueden poner a la humanidad al borde de la extinción.



[1] Globalización que es decididamente impulsada por las élites judías liberales de Nueva York, Hollywood, Silicon Valley, etc.

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