Está claro
que Washington, Londres, Paris y Tel Aviv quieren provocar a Rusia para obligarla
a que responda de manera impulsiva, y ello dé el pretexto a las potencias
occidentales para primero, aislar completamente a Moscú (al menos respecto a
Europa, América y parte de Asia y Africa); incluso ya se habla de “expulsarla”
de la ONU; segundo, tener los pretextos para escalar las agresiones contra
Siria, Irán y los palestinos (ya están hablando de que está surgiendo un nuevo
grupo radical islámico en Irak, es decir otra creación de la CIA, el MI6 y el
Mossad); y tercero, incluso atacar posiciones o aviones rusos en Siria, para
medir la respuesta de Putin a un enfrentamiento abierto con las potencias
occidentales.
Todo el
cuento de que Putin, a unos días de las elecciones presidenciales en su país
(en donde es amplio favorito para arrasar); y a menos de 100 días del inicio
del Mundial de futbol, iba a ordenar el “asesinato” de un ex espía ruso en Gran Bretaña, que ni
siquiera había sido condenado a muerte en su país (sólo se le condenó a 13 años
de cárcel); y por lo tanto ya no significaba ningún riesgo para la seguridad
rusa, es tan ridículo, que sólo las ignorantes masas de Occidente,
absolutamente zombificadas por los medios de comunicación, manejados por la
oligarquía internacional, lo pueden creer.
Claro que la
acusación de la arrinconada primer ministro británica Theresa May, quien no
puede lograr un acuerdo de salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea que
convenga a su país; y que enfrenta una dura oposición del Partido Laborista,
que por primera vez en décadas tiene un líder comprometido con las clases
trabajadoras británicas, Jeremy Corbyn; la han llevado hacia esta “fuga hacia
adelante”, subiéndose al carro de la provocación contra Rusia, que está
dirigida por el establecimiento político-militar de Washington, dominado por
los neoconservadores y el complejo militar-industrial; así como por los
sionistas (Adelson, Singer, Saban; y el “presidente” francés Macron), que le
quieren cobrar a Putin el haber detenido (al menos momentáneamente) su plan de
caos y balcanización del Medio Oriente; y por Netanyahu y el lobby pro Israel,
que buscan aprovechar el que ahora cuentan con el presidente estadounidense más
pro Israel de la historia (y eso ya es decir, pues todos lo han sido), para
lograr la destrucción del pueblo palestino, la anexión de sus territorios, la
conformación del Gran Israel (desde el Eufrates hasta el Sinaí); la
continuación de las hostilidades contra Siria y el aislamiento y el inicio de
una guerra contra Irán.
Con el
asunto del ex espía, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania se
alinearon para condenar a Rusia y aprobar más sanciones contra ella (adicionales
a las que le han aplicado desde la anexión de la península de Crimea); más las
que está escalando Washington, por la fabricada “intervención rusa” en las
elecciones estadounidenses del 2016.
Así también,
estos países ya preparan acciones contra Siria, por el inexistente ataque con
armas químicas del régimen de Bashar el Assad contra los habitantes del Este de
Gouhta, en donde los mercenarios y terroristas pagados por Occidente e Israel,
mantienen como rehenes a cientos de miles de civiles, que usan como escudos,
para protegerse de los ataques sirios y rusos.
Como lo
hemos venido comentando aquí desde 2014, Occidente y la oligarquía mundial, no
están dispuestos a permitir que Rusia recupere su estatus de gran potencia
(militarmente no ha dejado de serlo); ni que interfiera en los planes de
desestabilización y balcanización que han aplicado en el Medio Oriente, con el
objetivo de seguir depredando los recursos naturales de esa región (petróleo y
gas); dividir y eliminar a los enemigos de Israel; y expulsar definitivamente de
esa zona a cualquier potencia que pueda poner en riesgo la hegemonía occidental
(es decir a Rusia y China).
Putin ya
advirtió el primero de marzo pasado que de seguir las agresiones y
provocaciones a Rusia, ésta tiene el arsenal suficiente para responder. Irresponsablemente eso es lo que quieren las
élites de Occidente, pues en las últimas dos décadas su maravilloso plan de “unipolaridad”,
mediante el cual iban a explotar a placer al planeta sin interferencia alguna,
teniendo a Estados Unidos como el policía de todo el esquema, se les ha venido
abajo con el resurgimiento geopolítico y militar ruso; y con la aparición de
China como superpotencia económica y con
una presencia geopolítica relevante en distintas partes del mundo.
Quieren
revertir la actual multipolaridad, para regresar al dominio completo de las
élites depredadoras de Nueva York, Washington y Londres, contando con el aparato militar
estadounidense, como garante de este esquema de explotación ad infinitum.
Las élites
rusas y chinas intentaron durante dos décadas sumarse a dicho plan de
dominación mundial como “socios”; pero con una visión más cooperativa, intentando sumar países y regiones al esquema, y no sólo devastándolos económica y
socialmente; y mucho menos destruyéndolos, con objeto de supuestamente “democratizarlos”
(casos de Irak, Libia, Siria, Afganistán, Somalia, etc.).
Ni por un
momento se afirma que Moscú y Beijing no pretendieran obtener beneficios
económicos y políticos de esa asociación; pero con todo, significaba una
sociedad para tratar de que el mundo tuviera un modelo económico más integrador
de países y regiones, y menos inclinado a la burda dominación por la vía de la
imposición (financiera, a través del FMI, BM y Wall Street; y, militar, con
miles de bases alrededor de todo el mundo, para asegurar la hegemonía
occidental).
Las élites
occidentales no están dispuestas a “compartir”, ni tampoco a “incluir” a nadie
en su estructura hegemónica depredadora. El mundo es de “ellos”, y toda aquella
potencia que no se subordine a dicho plan (Rusia, China, Irán, Siria, Corea del
Norte, Venezuela, Cuba, Bolivia, por ej.), serán aislados, sancionados, combatidos y
eventualmente destruidos, en caso de que no acepten las órdenes de las élites
occidentales.
Por ello, ni
Moscú, ni Beijing, ni Teherán, ni Pyongyang, ni La Habana, ni Caracas, pueden
esperar comprensión, negociación, acuerdos o distensión con Occidente e Israel.
Puede haber períodos de arreglos temporales, de ciertas divisiones en materia
de tácticas (el caso del acuerdo nuclear
con Irán); o de crisis económicas (que son recurrentes) en el sistema
capitalista, que obliga a estos países a entrar en un “impasse”, mientras recuperan
el crecimiento (que se va haciendo más lento, en la medida en que el
capitalismo ya no encuentra salidas fáciles a sus contradicciones). Pero en
última instancia, no van a dejar de presionar y de confrontar a las potencias y
países que se niegan a caer bajo su dominio; que no están dispuestos a ver como
depredan sus recursos naturales; ni están de acuerdo en participar en guerras
interminables (como contra el “terrorismo”), que sólo son medios para mantener a
un disfuncional sistema capitalista, que ya depende cada vez más del gasto
militar y de la ficción que implica la creación de dinero de la nada, como lo
han venido haciendo en la última década la Reserva Federal, el Banco Central
Europeo, el de Japón y el de Inglaterra.
Lo que se
puede esperar para los próximos meses y años, es una agudización de esta
estrategia de provocación y de arrinconamiento de Rusia e Irán primero, y
después de China; que en algún momento empujará a las dos potencias nucleares
a responder militarmente, con lo que la irresponsabilidad de Occidente e Israel,
llevarán a la humanidad al borde de la extinción.
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