Donald Trump
exentó, por ahora, a México y Canadá de los aranceles al acero y al aluminio,
esgrimiendo dos razones: por seguridad nacional (el pretexto precisamente por
el que estableció los aranceles); y mientras se renegocia el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN).
En lo que
respecta al razonamiento de la seguridad nacional, es posible que varias
industrias que trabajan para el complejo militar industrial (por ejemplo, la
aeroespacial que tiene un centro de producción muy importante en Querétaro; o
la de computación que lo tiene en Guadalajara), hayan cabildeado para dejar
fuera de los aranceles a México, pues impactaría en los costos de la industria
militar estadounidense.
En lo que
respecta a Canadá, si bien es el principal exportador de acero a Estados Unidos
(13%), también es el principal importador, por lo que no se justificaba la
medida y se esgrimió la renegociación del TLCAN.
Es factible
también, que al tomar la decisión de los aranceles en medio de la séptima ronda
de negociaciones del TLCAN, ello haya prendido los “focos rojos” de la poderosa
industria automotriz, por lo que se llamó intempestivamente al encargado
estadounidense de dicho sector en las negociaciones, y éstas tuvieron que
detenerse.
Seguramente
el haber incluido a México y Canadá en los aranceles de dos insumos cruciales
de la industria automotriz habría cerrado la posibilidad de que los estadunidenses
obtuvieran el aumento en contenido nacional en dicho sector, destinando hasta
el 50% del mismo para Estados Unidos; por lo que prefirieron presionar al
gobierno de Trump para exentar a sus dos principales socios comerciales de los
aranceles al acero y al aluminio, en tanto siguen las negociaciones del TLCAN.
Además,
Trump ya tiene la zanahoria para el gobierno de Peña, esto es, por ahora no te
aplico unos aranceles que no existían antes de iniciar la renegociación, pero
te los puedo aplicar si esa negociación no conviene a mis intereses (el
garrote).
El problema
con esto no es lo que quiera o haga el gobierno de Estados Unidos, si no lo que
está a dispuesto a dar el cada vez más débil gobierno de Peña, para mantener a
toda costa el TLCAN.
Así, el
canciller Luis Videgaray es el que está más interesado en que se mantenga el
TLCAN, pues con ello se logrará la tranquilidad de los mercados bursátiles;
México se mantendrá como un destino atractivo para la inversión extranjera
directa; y el peso mexicano no se derrumbará ante el dólar.
Pero también
Videgaray está presionando dentro del gabinete para que México acepte las
condiciones que pone Estados Unidos para mantener el TLCAN, como el contenido
nacional de hasta el 50% para Estados Unidos en la industria automotriz (algo
que Canadá ya ha establecido como inaceptable); la desaparición de los paneles
tripartitos para resolver las diferencias comerciales, dejando sólo a los
tribunales estadounidenses esa facultad (otra propuesta inaceptable para Canadá);
las limitaciones a las exportaciones agrícolas mexicanas, según la época del
año (cuando haya producción nacional estadounidense, no se
recibirían importaciones de productos mexicanos), lo que implicaría un duro golpe
a la agroindustria nacional; y la revisión de TLCAN cada 5 años.
Según
Videgaray, el aceptar todas estas exigencias estadounidenses (aún con la
oposición canadiense), vale la pena, a cambio de mantener el TLCAN; y sobre
todo a cambio de que se firme antes de las elecciones presidenciales mexicanas.
Y es que
Videgaray no sólo está buscando a como dé lugar la permanencia del TLCAN (aun
cediendo en aspectos centrales para las grandes trasnacionales, que tienen sus
fábricas en México), sino el apoyo de Trump al gobierno de Peña y en especial a
la candidatura de Meade.
Para el
grupo Peña-Videgaray-Meade es fundamental que el gobierno de Estados Unidos
cierre las puertas a los candidatos de la oposición y de ser posible los
catalogue como un “peligro”, especialmente en el caso de López Obrador, al que
se le vincularía con Venezuela y Rusia.
El objetivo
es que “los mercados” expresen su temor a López Obrador y a Anaya; y den su
confianza a Meade, para así convencer a los oligarcas y clases medias mexicanas
a que prefieran la supuesta “seguridad” que representaría Meade, contra los riesgos
que representarían López Obrador y Anaya.
Así también,
Videgaray quiere impunidad, pues sabe que si logra quedar bien con el gobierno
de Trump, puede lograr tres cosas muy relevantes; primero, cuando intenten
realizar su fraude electoral mayúsculo el 1º de Julio para intentar que Meade
gane, podrá neutralizar las críticas y/o descalificaciones del gobierno
estadounidense, que preferiría el triunfo (a la mala) de un “aliado”, que el de
un “peligro” para dicha alianza.
Segundo,
Videgaray espera que si no triunfa su candidato Meade, entonces al menos
Estados Unidos se convertirá en su refugio (el de él , de Peña y de Meade), en
donde se puedan esconder de manera segura (como lo ha hecho el ex secretario de
Seguridad Pública de Calderón, Genaro García Luna, quien a pesar de sus vínculos
con el narcotráfico vive en Miami protegido por la DEA, porque fue un “perro
fiel” de la agencia antidrogas y de la CIA ); sin temer persecuciones de un
gobierno distinto al del PRI, ni la posibilidad de ser extraditados a México.
Y tercero,
Videgaray está jugando a favor de Estados Unidos porque está tratando de
asegurarse (en caso de que Meade no quede como presidente) un lugar de
privilegio en algún organismo financiero internacional (FMI, Banco Mundial,
BID); o en su caso, en alguno de los depredadores bancos de Wall Street
(Goldman Sachs, JP Morgan, Citibank, etc.).
Pero esa
posición entreguista de Videgaray, que la está negociando directamente con Jared
Kushner, y no con el secretario de Estado, Rex Tillerson, afecta la renegociación
del TLCAN, pues pretende ceder en temas fundamentales para las grandes trasnacionales,
como el tema de contenido nacional y el de los paneles de controversias
(prefieren paneles con árbitros de la iniciativa privada, como existen ahora; y
no jueces estadounidenses, a los que no pueden controlar).
Esas
trasnacionales están representadas en el gabinete mexicano por el secretario de
Economía, Ildefonso Guajardo, quién a pesar de ser un tecnócrata como
Videgaray, no está dispuesto a ceder en esos temas que afectarían seriamente
las ganancias de sus verdaderos representados (las grandes corporaciones).
Por ello,
Videgaray trajo a Kushner a México, saltándose las objeciones de Guajardo, para
hablar por más de tres horas con Peña, y “cerrar” esa rendición de México a las
exigencias de Trump, a cambio del apoyo de éste a Meade y al grupo de Peña y
Videgaray (impunidad, protección y apoyo en las elecciones).
Pero no está
claro que Kushner pueda lograr todo eso ante Trump, sobre todo con los
problemas internos que tiene por la investigación del fiscal especial Mueller,
ya no sólo por la inventada participación rusa en las elecciones
estadounidenses del 2016, sino por temas de tráfico de influencias y
obstrucción de la justicia, de Kushner y de Trump.
Así que
Videgaray está tratando de echar el peso del gobierno estadounidense en favor
de Meade y del futuro grupal y personal de Peña y de él mismo, sin importar que
en el camino dejen los últimos jirones de soberanía del país. E incluso, sin
importarle ya los intereses de sus aliadas, las grandes corporaciones
trasnacionales, que no están de acuerdo en ceder tanto al gobierno de Trump en
la renegociación del TLCAN, sólo para asegurar el futuro del grupo
Peña-Videgaray-Meade.
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