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Zapata

viernes, 9 de marzo de 2018

¿A CAMBIO DE QUÉ?


Donald Trump exentó, por ahora, a México y Canadá de los aranceles al acero y al aluminio, esgrimiendo dos razones: por seguridad nacional (el pretexto precisamente por el que estableció los aranceles); y mientras se renegocia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
En lo que respecta al razonamiento de la seguridad nacional, es posible que varias industrias que trabajan para el complejo militar industrial (por ejemplo, la aeroespacial que tiene un centro de producción muy importante en Querétaro; o la de computación que lo tiene en Guadalajara), hayan cabildeado para dejar fuera de los aranceles a México, pues impactaría en los costos de la industria militar estadounidense.
En lo que respecta a Canadá, si bien es el principal exportador de acero a Estados Unidos (13%), también es el principal importador, por lo que no se justificaba la medida y se esgrimió la renegociación del TLCAN.
Es factible también, que al tomar la decisión de los aranceles en medio de la séptima ronda de negociaciones del TLCAN, ello haya prendido los “focos rojos” de la poderosa industria automotriz, por lo que se llamó intempestivamente al encargado estadounidense de dicho sector en las negociaciones, y éstas tuvieron que detenerse.
Seguramente el haber incluido a México y Canadá en los aranceles de dos insumos cruciales de la industria automotriz habría cerrado la posibilidad de que los estadunidenses obtuvieran el aumento en contenido nacional en dicho sector, destinando hasta el 50% del mismo para Estados Unidos; por lo que prefirieron presionar al gobierno de Trump para exentar a sus dos principales socios comerciales de los aranceles al acero y al aluminio, en tanto siguen las negociaciones del TLCAN.
Además, Trump ya tiene la zanahoria para el gobierno de Peña, esto es, por ahora no te aplico unos aranceles que no existían antes de iniciar la renegociación, pero te los puedo aplicar si esa negociación no conviene a mis intereses (el garrote).
El problema con esto no es lo que quiera o haga el gobierno de Estados Unidos, si no lo que está a dispuesto a dar el cada vez más débil gobierno de Peña, para mantener a toda costa el TLCAN.
Así, el canciller Luis Videgaray es el que está más interesado en que se mantenga el TLCAN, pues con ello se logrará la tranquilidad de los mercados bursátiles; México se mantendrá como un destino atractivo para la inversión extranjera directa; y el peso mexicano no se derrumbará ante el dólar.
Pero también Videgaray está presionando dentro del gabinete para que México acepte las condiciones que pone Estados Unidos para mantener el TLCAN, como el contenido nacional de hasta el 50% para Estados Unidos en la industria automotriz (algo que Canadá ya ha establecido como inaceptable); la desaparición de los paneles tripartitos para resolver las diferencias comerciales, dejando sólo a los tribunales estadounidenses esa facultad (otra propuesta inaceptable para Canadá); las limitaciones a las exportaciones agrícolas mexicanas, según la época del año (cuando haya producción nacional estadounidense, no se recibirían importaciones de productos mexicanos), lo que implicaría un duro golpe a la agroindustria nacional; y la revisión de TLCAN cada 5 años.
Según Videgaray, el aceptar todas estas exigencias estadounidenses (aún con la oposición canadiense), vale la pena, a cambio de mantener el TLCAN; y sobre todo a cambio de que se firme antes de las elecciones presidenciales mexicanas.
Y es que Videgaray no sólo está buscando a como dé lugar la permanencia del TLCAN (aun cediendo en aspectos centrales para las grandes trasnacionales, que tienen sus fábricas en México), sino el apoyo de Trump al gobierno de Peña y en especial a la candidatura de Meade.
Para el grupo Peña-Videgaray-Meade es fundamental que el gobierno de Estados Unidos cierre las puertas a los candidatos de la oposición y de ser posible los catalogue como un “peligro”, especialmente en el caso de López Obrador, al que se le vincularía con Venezuela y Rusia.
El objetivo es que “los mercados” expresen su temor a López Obrador y a Anaya; y den su confianza a Meade, para así convencer a los oligarcas y clases medias mexicanas a que prefieran la supuesta “seguridad” que representaría Meade, contra los riesgos que representarían López Obrador y Anaya.
Así también, Videgaray quiere impunidad, pues sabe que si logra quedar bien con el gobierno de Trump, puede lograr tres cosas muy relevantes; primero, cuando intenten realizar su fraude electoral mayúsculo el 1º de Julio para intentar que Meade gane, podrá neutralizar las críticas y/o descalificaciones del gobierno estadounidense, que preferiría el triunfo (a la mala) de un “aliado”, que el de un “peligro” para dicha alianza.
Segundo, Videgaray espera que si no triunfa su candidato Meade, entonces al menos Estados Unidos se convertirá en su refugio (el de él , de Peña y de Meade), en donde se puedan esconder de manera segura (como lo ha hecho el ex secretario de Seguridad Pública de Calderón, Genaro García Luna, quien a pesar de sus vínculos con el narcotráfico vive en Miami protegido por la DEA, porque fue un “perro fiel” de la agencia antidrogas y de la CIA ); sin temer persecuciones de un gobierno distinto al del PRI, ni la posibilidad de ser extraditados a México.
Y tercero, Videgaray está jugando a favor de Estados Unidos porque está tratando de asegurarse (en caso de que Meade no quede como presidente) un lugar de privilegio en algún organismo financiero internacional (FMI, Banco Mundial, BID); o en su caso, en alguno de los depredadores bancos de Wall Street (Goldman Sachs, JP Morgan, Citibank, etc.).
Pero esa posición entreguista de Videgaray, que la está negociando directamente con Jared Kushner, y no con el secretario de Estado, Rex Tillerson, afecta la renegociación del TLCAN, pues pretende ceder en temas fundamentales para las grandes trasnacionales, como el tema de contenido nacional y el de los paneles de controversias (prefieren paneles con árbitros de la iniciativa privada, como existen ahora; y no jueces estadounidenses, a los que no pueden controlar).
Esas trasnacionales están representadas en el gabinete mexicano por el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, quién a pesar de ser un tecnócrata como Videgaray, no está dispuesto a ceder en esos temas que afectarían seriamente las ganancias de sus verdaderos representados (las grandes corporaciones).
Por ello, Videgaray trajo a Kushner a México, saltándose las objeciones de Guajardo, para hablar por más de tres horas con Peña, y “cerrar” esa rendición de México a las exigencias de Trump, a cambio del apoyo de éste a Meade y al grupo de Peña y Videgaray (impunidad, protección y apoyo en las elecciones).
Pero no está claro que Kushner pueda lograr todo eso ante Trump, sobre todo con los problemas internos que tiene por la investigación del fiscal especial Mueller, ya no sólo por la inventada participación rusa en las elecciones estadounidenses del 2016, sino por temas de tráfico de influencias y obstrucción de la justicia, de Kushner y de Trump.

Así que Videgaray está tratando de echar el peso del gobierno estadounidense en favor de Meade y del futuro grupal y personal de Peña y de él mismo, sin importar que en el camino dejen los últimos jirones de soberanía del país. E incluso, sin importarle ya los intereses de sus aliadas, las grandes corporaciones trasnacionales, que no están de acuerdo en ceder tanto al gobierno de Trump en la renegociación del TLCAN, sólo para asegurar el futuro del grupo Peña-Videgaray-Meade.

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