Ayer Donald Trump reafirmó en Phoenix, Arizona, ante miles de
sus simpatizantes, que se construirá el muro, que México lo pagará (aunque la
mayoría de los medios de comunicación han omitido esta parte), que gran parte
de las drogas entran por la frontera sur; que lo más probable es que dé por
terminado el NAFTA, porque especialmente México tiene demasiadas ventajas en
él; y que perdonará al sheriff Joe Arpaio, condenado por una falta menor,
conocido por sus duras medidas anti inmigratorias.
Asimismo, ayer el Departamento de Estado incluyó una alerta
de viaje contra los principales centros turísticos de México, por el tema de la
inseguridad.
Lo que todo esto refleja es que Trump le está apretando las
tuercas al débil y vasallo gobierno mexicano, para que ceda en los temas que
más le interesan en el NAFTA, esto es eliminar el actual mecanismo de solución
de controversias; aumentar el contenido nacional (no regional) en los productos
norteamericanos, especialmente de Estados Unidos; y obligar a México a que se
mejoren los salarios, para evitar que esta sea una ventaja injusta, que provoca
la migración de empresas manufactureras a nuestro país.
En el mismo sentido, la congelación de las cuentas bancarias
y los activos del futbolista Rafa Márquez y del cantante Julión en Estados
Unidos, que fue subordinadamente replicada por las vasallas autoridades
mexicanas (violando la presunción de inocencia de los imputados), es un mensaje
a las élites mexicanas de que pueden ser acusadas por vínculos con el
narcotráfico y por hechos de corrupción, si no ceden en los temas comerciales
que a Trump más le importan.
A pesar de que el vasallo canciller mexicano Luis Videgaray,
sigue haciendo el trabajo sucio en el tema de Venezuela, ahora tratando de
convencer a Cuba de que abandone al gobierno de Maduro, y de que probablemente
asuma la orden de Washington de que rompa relaciones con Corea del Norte, Trump
requiere utilizar a México como un ejemplo de cómo el poder de Washington aún
funciona; y desea doblar por completo a México a sus deseos, especialmente
ahora que está siendo atacado con todo por el establishment de su país, que
trata de desechar los principales puntos de su agenda nacionalista; ya lograron
darle la vuelta en los temas de política internacional y seguridad (casos
Afganistán y Corea del Norte; y próximamente la salida del acuerdo en materia
de energía nuclear civil con Irán); pero ahora requieren que asuma por completo
la agenda neoliberal en materia de comercio y migración, que son dos temas
consentidos de la base nacionalista de Trump.
Por ello, Trump requiere que México le sirva como una muestra
de que sus propuestas nacionalistas siguen vigentes y avanzan, a pesar de la oposición
de los demócratas, de parte de los republicanos, de la mayoría de los medios de
comunicación y de las corporaciones trasnacionales.
Las críticas de los CEO de las grandes empresas
estadounidenses a la posición de Trump respecto a los grupos supremacistas
blancos, tiene mar de fondo; están expresando su desacuerdo con la salida de
Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico, y su posible salida del NAFTA.
Trump está tratando de responder, y para ello utiliza al
débil y chantajeable gobierno mexicano, lo que demuestra que mientras más se
cede ante un gobierno estadounidense, peor nos va. En vez de defender los
intereses de todos los mexicanos y no sólo de las élites, se ha tratado de
quedar bien con el actual presidente de Estados Unidos, y ello está pasando la
factura.
Videgaray ha minimizado el discurso de Trump (mientras que el
de Turismo, De la Madrid sí mostró preocupación por la alerta de viaje),
señalando que el presidente de Estados Unidos está negociando con esas
declaraciones, pero lo importante se está discutiendo en los grupos técnicos,
de manera formal.
Es obvio que Videgaray intente restarle importancia a que el
propio presidente de Estados Unidos amenace con terminar el NAFTA, pero pierde
de perspectiva que si bien en los grupos técnicos se puede llegar a acuerdos,
el que tiene que firmarlos al final es Trump, y falta que a él se le pueda
convencer.
Por ello, al gobierno de Peña le conviene más que siga el
ataque del establishment estadounidense a su presidente, para evitar que
deseche el NAFTA; y de preferencia, que se llegue al “impeachment”, que es a lo
que le apuestan los neoconservadores, las élites neoliberales, el “Deep State”
y el complejo militar-industrial-de seguridad, con objeto de dejar en la
presidencia al más manipulable Pence.
Lo que refleja el temor y el lacayismo de las “élites”
mexicanas respecto a Estados Unidos (Videgaray subrayó en entrevista
televisivia que es tanta la dependencia de México respecto a Estados Unidos,
que a México le conviene que a Estados Unidos le vaya bien; no se puede pedir
más servilismo) es que no buscan la defensa de la soberanía, independencia, ni
integridad territorial del país, sino su propio bienestar; su acceso al imperio
(cuentas bancarias, casas, estudios de sus juniors en las universidades
estadounidenses; vacaciones, etc.). El bienestar de la mayoría de los mexicanos
les importa un pepino (tranquilamente 100 millones de mexicanos no recibe, ni
obtiene ningún beneficio de la relación con Estados Unidos; y al contrario,
están siendo desplazados de sus tierras y comunidades para beneficiar a las
trasnacionales mineras, petroleras, etc.); sólo les interesa seguir siendo los
mozos de sus amos estadounidenses y que les digan (mentirosamente) que siguen
siendo “amigos, socios y aliados”. Triste realidad del país, bajo el dominio de
estos lacayos, polkos y serviles adoradores del imperio estadounidense.
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