Ayer fue despedido Stephen Bannon como asesor de asuntos
estratégicos de Donald Trump, con lo que el único representante de la derecha
nacionalista, anti-intervencionista, pero igualmente xenófoba y racista, ha
quedado fuera del círculo de toma de decisiones de Trump, y con el ello los
neoconservadores (con el yerno Kushner a la cabeza) y los promotores del
neoliberalismo a ultranza (Mnuchin y Cohn principalmente), se han alzado con la
victoria en la lucha interna por el poder en la Casa Blanca.
Si bien es cierto que desde la salida de Flynn como consejero
de seguridad nacional, y el ataque a una base aérea siria, con el pretexto del
supuesto “ataque con armas químicas” del gobierno de Bashar el Assad, ya estaba
claro que la política menos intervencionista, más centrada en los problemas
internos y con la posibilidad de un entendimiento con Rusia, se había
abandonado; aún quedaban temas importantes en los cuales los promotores del
caos deliberado, el intervencionismo militar y la preeminencia del imperio
estadounidense sobre los intereses estrictamente nacionales de Estados Unidos,
no tenían todas las fichas a su favor, tales como: el conflicto en Siria, en
donde Putin y Trump lograron ceses al fuego en algunas zonas del país y Trump
decidió terminar el apoyo a los grupos de terroristas y mercenarios que tratan
de derrocar a Assad; en Afganistán, en donde Trump no desea aumentar el número
de tropas, sino su disminución; y en las relaciones bilaterales Rusia-Estados
Unidos, en las que Trump deseaba atenuar las sanciones contra Moscú, para
buscar una relación menos ríspida con dicho país.
Para el complejo militar-industrial-de seguridad, el lobby
pro Israel, los neoconservadores, los liberales intervencionistas y el “Estado
Profundo”, no hay medias tintas; no están dispuestos a dejar que Trump avance
en algunos de los puntos de su agenda de política exterior, a cambio de que
ellos logren varios de sus objetivos, tales como: Trump se ha enganchado
completamente en la demonización de Irán y va a terminar la participación de
Estados Unidos en el acuerdo sobre el programa nuclear civil de ese país, con
lo que se reiniciará, a todo vapor, el aislamiento y el hostigamiento contra el
régimen de Teherán; se mantiene el apoyo al expansionismo de los asentamientos ilegales israelíes en territorio palestino y ahora se va a cortar todo apoyo
económico de Estados Unidos a la Autoridad Palestina, con el pretexto de que
apoya a las familias de los “terroristas” que atacan a los israelíes; se apoya
la guerra genocida de Arabia Saudita contra Yemen y la estrategia de
aislamiento contra Qatar; se ha aumentado la presión económica y militar contra
Corea del Norte y ahora comenzará una posible guerra comercial contra China; se
amenaza con una intervención militar contra el gobierno de Maduro en Venezuela;
y se firmaron las sanciones aprobadas por el Congreso contra Rusia, Irán y
Corea del Norte, pues ya no había posibilidad de vetarlas, al ser votadas casi por unanimidad.
Pues bien, a pesar de que Trump ha apoyado todas estas
medidas y objetivos de los neoconservadores y sus aliados, no es suficiente
para ellos; requieren la sumisión total y para ello necesitan el control
absoluto de la Casa Blanca, en donde Bannon representaba una influencia
contraria, en varios temas, como por ejemplo: estaba en contra de un mayor
involucramiento militar de Estados Unidos en Afganistán y Siria; no creía que
hubiera una solución militar para el conflicto con Corea del Norte; apoyaba la
agenda nacionalista en materia de migración (medidas anti inmigratorias y el
muro), así como una postura dura en materia comercial contra China, México,
Japón, Corea del Sur y la Unión Europea; y apoyaba la agenda ultra
nacionalista, racista y xenófoba de los grupos de la derecha alternativa (“Alt-Right”).
Todos estos puntos ponían obstáculos a la agenda
neoconservadora y a la de sus aliados, por lo que era necesario echar a Bannon
fuera y lo han logrado, poniéndole a él y a los muy estúpidos y manipulables
dirigentes de la derecha alternativa (Duke y Spencer a la cabeza) una trampa,
al hacerlos morder el anzuelo de la remoción de las estatuas de los generales
de la Confederación en diversas ciudades, con lo que lograron excitar su odio y
movilización, y con ello pudieron ser provocados en Charlotesville, Virginia,
para mostrarlos como violentos, racistas, intolerantes; y dejar que Trump hablara
libremente del tema, echándose la soga
al cuello, y abriendo con ello las puertas a la mayor demostración de fuerza
del establishment contra un presidente estadounidense, al presentarlo en
prácticamente todos los medios de comunicación como un neonazi, racista y
supremacista blanco. Trump tuvo que buscar un culpable, y los propios medios y
los neoconservadores le indicaron el camino señalando a Bannon, como el
inspirador de este desorden, y quien debía pagar por lo sucedido.
Ahora Trump está completamente en manos de los
neoconservadores y sus aliados, y muy probablemente en los próximos meses se
elevarán las posibilidades de acciones militares contra Venezuela, Corea del
Norte, Irán y un reinicio del hostigamiento militar del régimen ucraniano
contra las provincias rusas del Este de ese país, con lo que la estrategia del
caos, el intervencionismo militar, la confrontación permanente y la
reafirmación de la hegemonía estadounidense mediante la fuerza, se verá
impulsada nuevamente, generando una mayor posibilidad de enfrentamiento con las
únicas tres potencias que se niegan a caer bajo el dominio de Washington:
Rusia, China e Irán.
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