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Zapata

jueves, 17 de agosto de 2017

LO IMPORTANTE DEL NAFTA ES QUE SIGA LA EXPLOTACIÓN DE LA MANO DE OBRA MEXICANA

Ildefonso Guajardo (secretario de Economía) y los representantes del sector empresarial mexicano se llenan la boca diciendo que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) ha sido beneficioso para los tres países participantes; que ha aumentado el comercio, la inversión, que se han creado en la región 40 millones de empleos en los 23 años de vigencia del mismo; en fin que es una maravilla, casi creada por Dios mismo, para beneficio de los pueblos de Norteamérica.
Y por ello, la renegociación del tratado debe ser para “modernizarlo”, para que se adecúe al siglo XXI y para seguir expandiendo el comercio y la inversión, sin traba alguna.
Pero cuando se les preguntó a los representantes empresariales mexicanos, después del inicio de la primera sesión de renegociación en Washington, si la misma podría implicar un aumento de los salarios de los trabajadores en México, entonces como coro señalaron: ¡NO! ¡IMPOSIBLE! En todo caso, eso sucederá con “el tiempo” (ya van 23 años de vigencia del tratado y no ha habido convergencia salarial entre México y sus socios; seguramente se necesitarán otros 25, 50 ó 100 años; o nunca).
Además, argumentan que los trabajadores mexicanos requerirán “sofisticarse y capacitarse más”, para ganar mejores salarios y aprender las “nuevas tecnologías”. Eso que los propios empresarios de México y Estados Unidos afirman que es la única causa por la que Estados Unidos pierde empresas manufactureras en favor de México: ahora la explicación es que la tecnología es la que quita trabajos, no los bajísimos salarios en México; no las nulas regulaciones ambientales; no el exiguo pago de impuestos; no la inexistente protección a los consumidores mexicanos.
Obviamente las trasnacionales estadounidenses, los oligarcas mexicanos y los tecnócratas que representan a ambos, están luchando con todo lo que tienen porque se mantengan esas “ventajas comparativas” que tiene México respecto a Estados Unidos, y que permiten a esas corporaciones y a esos oligarcas tasas brutales de ganancia, que no obtendrían en países en donde existieran organizaciones sindicales fuertes y gobiernos que hicieran valer la negociación colectiva, los derechos laborales, el reconocimiento en el salario a los aumentos en la productividad; así como regulaciones ambientales y protección adecuada al consumidor; con impuestos razonables, pero acordes con los niveles de ganancia de esas empresas.
Con toda razón (en este punto), el gobierno de Trump señala que México saca ventaja injustificada (y no es México, son las trasnacionales asentadas en nuestro país, la mayoría de ellas estadounidenses), al pagar salarios de hambre, abonar bajísimos impuestos; y, no aplicar en los hechos las regulaciones para proteger el medio ambiente, los derechos laborales y los del consumidor, con lo que las empresas manufactureras logran una reducción gigantesca de sus costos, y por ello prefieren emigrar a nuestro país, dejando regiones enteras de Estados Unidos en el abandono.

Para los negociadores mexicanos y sus asesores empresariales, la clave del NAFTA es mantener esa situación en la que se puede seguir explotando inmisericordemente al trabajador mexicano y los recursos naturales del territorio, sin molestas regulaciones y menos aún la “convergencia salarial” entre los tres países.

Pero si el equipo de Trump considera que esas ventajas injustas de México son la clave que explican la migración de empresas fuera de territorio de Estados Unidos y con ello una buena parte del déficit comercial de ese país, júrenlo que no lo va a dejar pasar y va a intentar establecer aranceles u otro tipo de barreras no arancelarias en los sectores (todos) en los que esas diferencias salariales y regulatorias provocan una clara desventaja a la economía estadounidense; con lo que seguramente se le dará el “tiro de gracia” a este malhadado tratado, que sólo ha beneficiado a las élites económicas de ambos países, y en mínima parte a no más del 20% de la población mexicana que está enganchada en el consumismo (porque lo puede costear), pero no así el otro 80% que sufre los estragos de la política económica neoliberal, depredadora y expoliadora, impuesta al país durante los últimos 35 años.

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