Para su quinto informe de gobierno, Peña y la coalición
neoliberal que lo dirige, han lanzado una ofensiva en varios frentes, para
convencer al manipulable, desinformado y comprable[1]
pueblo mexicano, de que el actual gobierno está resolviendo casi todos los
problemas del país y prácticamente lo ha colocado entre los más desarrollados
del mundo.
Para Peña lo más importante es que el proyecto neoliberal se
consolide, ante la posibilidad de que en el 2018 un gobierno nacionalista no
siga el guion de las élites globalizantes neoliberales.
Así, Peña está presumiendo que se han creado 3 millones de
empleos durante su administración, pero no señala que el nivel salarial de los
mismos no supera los tres salarios mínimos, que por cierto son los más bajos de
Latinoamérica (a nivel de Haití); ni tampoco que se han perdido más de 1 millón
de empleos que pagaban más de 5 salarios mínimos al mes (más de 10 mil pesos;
aún insuficiente para sostener una familia normal de 4 personas).
Son empleos con bajos salarios, pocas prestaciones y con
escasa productividad, en el sector servicios.
Así también, Peña ahora presume que ha disminuido la pobreza,
ayudado por los muy convenientes cambios de metodología para medirla y así no
hacerla comparable con años anteriores, realizados por el INEGI[2];
con ello el CONEVAL[3]
ha podido determinar que de 2014 a 2016 hubo una disminución de 2 millones de
personas, en el número de pobres. Pero lo que no se dice es que de 2012 a 2014,
el número de pobres había aumentado dos millones (a 55 millones); por lo que
sólo se regresó al nivel que se encontraba al inicio del gobierno de Peña.
Con estos datos Peña y la coalición neoliberal se relamen los
bigotes y pueden presumir el “éxito” de su modelo económico; especialmente les
emociona que la inversión extranjera directa haya llegado a 156 mil millones de
dólares, en estos 4 años 9 meses del sexenio peñista.
Pero lo que no dice Peña es que cada año, debido a la
corrupción (OEA dixit) se van al caño
100,000 millones de dólares; y otros 40 mil millones de dólares al año se
contabilizan como costo por los daños del crimen organizado y la delincuencia
común.
Así, en 4 años (ya no sumemos los 9 meses restantes) del
gobierno de Peña, se han acumulado 400 mil millones de dólares de pérdidas para
la sociedad en corrupción (pero ganancias para la subclase política corrupta y
sus socios oligarcas); y al menos 160,000 millones de dólares por culpa de la
inseguridad y la violencia (pero ganancias para la subclase política corrupta y
sus socios del crimen organizado), sumando 560 mil millones de dólares en lo
que va del gobierno de Peña; es decir, 404 mil millones de dólares más que la
inversión extranjera directa recibida.
Y ya para que hablar del desastre que es el país en materia
de violación a los derechos humanos, desapariciones forzadas, impunidad del orden
del 99% (es el país con más impunidad en
América, y el 4º peor en el mundo, de 69 países estudiados)[4],
feminicidios, homicidios de periodistas y defensores de los derechos humanos,
etc.
Pero para Peña y la coalición neoliberal lo más importante en
estos momentos es “convencer” a la mayor parte del 60 o 65% del electorado que
irá a las urnas en el 2018, de que este sistema económico y político funciona
bien (para las élites); y por lo tanto no debe apoyarse a la única opción
crítica de dicho modelo, es decir la de Morena y López Obrador.
En estos días se ha sabido con precisión, gracias al New York
Times y a Carlos Loret de Mola, cómo en una reunión de Peña con los oligarcas
mexicanos (Consejo Mexicano de Negocios), les reclamó por estar financiando
organismos que evidencian la corrupción de su gobierno y les exigió que hagan
lo mismo con Morena y los otros partidos políticos. Pero hizo énfasis en que si
siguen dando a conocer la corrupción de su gobierno, lo único que lograrán será
fortalecer la candidatura de López Obrador, al que ellos mismos quieren detener;
por lo que después no debían venirle a pedir al propio gobierno que “detenga” a
López Obrador, cuando los oligarcas lo fortalecen financiando las
investigaciones en torno a la corrupción de su gobierno.
Estas filtraciones denotan claramente que los oligarcas están
descontentos, no con la corrupción en sí, pues ellos son los socios de ese
esquema de depredación; sino por la forma tan soez y pedestre en que la ha
practicado el gobierno peñista (además de que al parecer, ha superado por mucho
a gobiernos anteriores, lo que ha enfadado a los oligarcas, pues consideran que
ha ido demasiado lejos), y con ello ha puesto en riesgo a todo el proyecto
neoliberal.
Pero además, los oligarcas y sus patrones estadounidenses
(ahí están los señalamientos de la calificadora Moody’s, en el sentido de que
un triunfo de López Obrador generaría un choque para las finanzas del país),
desean asegurarse de que aún en la eventualidad de un triunfo de Morena en las
elecciones presidenciales, el esquema depredador no cambiará en lo fundamental.
Y el muy probable candidato priísta a la presidencia (casi ya
destapado por completo), el secretario de Hacienda, José Antonio Meade fue ante
los miembros de la calificadora Moody’s a decirles exactamente lo que querían
escuchar; esto es, que las “reformas estructurales” no podrán ser cambiadas por
López Obrador, en caso de que llegue a la presidencia, pues ya están en funcionamiento;
están incorporadas a la Constitución (y como Moody’s señaló en su informe, el
Congreso quedará dividido y por lo tanto no podrán echarse para atrás); existen
contratos firmados por el gobierno (en el caso de la reforma energética) que
contienen penalidades muy fuertes, en caso de querer terminarlos; y ya existen
empresarios, funcionarios, gerentes, empleados, etc. que dependen de los
proyectos y desarrollos atados a las reformas, y por lo tanto las defenderían
en caso de que hubiera intentos por derogarlas.
En suma, Peña y la coalición neoliberal, a pesar de sus
disputas internas por ver quien encabezará el proyecto depredador por los
siguientes seis años (Peña y el PRI o alguna de las facciones del PAN), están
cerrando filas para no permitir que López Obrador y Morena lo puedan poner en entredicho.
Saben bien que en los próximos meses pueden recibir un duro
golpe en caso de que Donald Trump haga valer sus amenazas de retirar a Estados
Unidos del NAFTA (por sus siglas en inglés), y ello fortalecería las
posibilidades de Morena para las elecciones presidenciales del 2018, por lo que
están contemplando todos los escenarios; incluso el de perder, con objeto de
asegurar que el modelo neoliberal no podrá ser modificado en lo fundamental.
Por lo demás, ya parece muy cantado que el candidato de Peña
para la presidencia será Meade, pues es quien garantiza mejor los intereses de
la coalición neoliberal y puede ser un puente con la base electoral panista,
que en caso de que se polarice la contienda entre PRI y Morena, preferiría
apoyar a un perfil tecnócrata y burgués como el de Meade, que al denominado “populista”,
López Obrador.
[1]
La mayor parte de los pobres de este país vende su voto, ya sea directamente a
través de dinero, o por despensas y materiales de construcción; o si no, se ven condicionados a través de los programas de asistencia social.
[2]
Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
[3]
Consejo Nacional para la Evaluación de las Políticas de Desarrollo Social.