Así es, pero no el de La Guerra de las Galaxias, sino el
imperio encabezado por Washington (aunque se parecen bastante).
Para el establecimiento político-económico-militar
estadounidense, “el liderazgo”, “la excepcionalidad” de Estados Unidos, el
considerarse la “nación indispensable”, significa en términos crudos, su
hegemonía mundial indisputada.
Desde el inicio de este siglo esa hegemonía ha sufrido
fracturas, debido principalmente a que tres países se han negado a cumplir las
órdenes del imperio: Rusia, China e Irán[1].
Los tres han reafirmado su soberanía, su control sobre la
economía interna (y en especial sobre sus recursos naturales); y el proyecto de
ampliar su influencia en las regiones adyacentes (en el caso de China, incluso en
regiones más alejadas como Africa).
Para Washington y sus países subordinados (Europa,
buena parte de América Latina, Asia, Medio Oriente y Africa) dichas
pretensiones han sido consideradas como un desafío inaceptable para su dominio
mundial.
Sin embargo, dado que la mayor parte del establecimiento
político-económico-militar de Estados Unidos ha estado controlado (desde hace
35 años) por los neoconservadores y los “humanitarios”-liberales/intervencionistas,
cuyo principal objetivo es la presencia militar permanente de Estados Unidos (y
sus aliados europeos) en Medio Oriente, para asegurar la hegemonía israelí en
esa zona[2],
Rusia y China pudieron desarrollar su estrategia de fortalecimiento interno y
proyección de su influencia en el exterior por alrededor de una década, sin
encontrar una oposición decidida del imperio estadounidense.
A partir del 2012, es decir del segundo periodo presidencial
de Obama, el imperio ha intentado reafirmar su dominio mundial, pero desarrollándose
internamente una disputa en la forma de lograrlo.
Por un lado, los neoconservadores y “humanitarios”-liberales/intervencionistas
(HLI), con su gran influencia en los medios de comunicación, su control sobre
buena parte del “Estado Profundo” estadounidense (esto es, el aparato de
inteligencia, el Pentágono, el complejo militar-industrial) y sobre el
Congreso, han presionado para subordinar a Rusia, China e Irán, utilizando una
estrategia basada en la intimidación y el poderío militar, así como las
sanciones económicas, pues afirman que es el único lenguaje que “regímenes
despóticos” como los de esos países pueden entender.
En cambio Obama y una parte de la clase política
estadounidense (los más progresistas dentro del Partido Demócrata; los
conservadores tradicionales y los libertarios dentro del Republicano; y una
parte pequeña de la “intelligentsia” en las universidades), han considerado que
la estrategia de permanente guerra, invasiones y bombardeos, especialmente en
el Medio Oriente, no sólo ha resultado enormemente costosa en términos humanos,
materiales y financieros, tanto para Estados Unidos como para los países del
área, sino contraproducente, pues ha agudizado los problemas del terrorismo
internacional y los refugiados.
Así, Obama entró en negociaciones con Irán para asegurar que
su programa de energía nuclear permaneciera en el ámbito civil, con la
colaboración de nada menos y nada más, que de Rusia y China (más Gran Bretaña,
Francia y Alemania), ante la ira desbordada de los neoconservadores, del
gobierno de Netanyahu, y la oposición de Arabia Saudita y las petromonarquías
del Golfo Pérsico.
Así también, a pesar de que una parte del “Estado Profundo” y
del complejo-militar-industrial, liderados por los neoconservadores y los HLI,
han apoyado con armas, dinero, logística e incluso reclutamiento de
mercenarios, a los grupos armados (la gran mayoría de ellos, islámicos
radicales) que combaten contra el gobierno de Bashar el Assad en Siria, el
gobierno de Obama ha entrado en negociaciones, una y otra vez con Rusia,
intentando resolver el conflicto en Siria, y al menos en una ocasión, atendió la
posición rusa (entrega del arsenal químico sirio, a cambio de evitar el
bombardeo); cuando también atendió la negativa de la mayoría de la población estadounidense
a iniciar bombardeos contra el régimen de Damasco, por el ataque con armas
químicas supuestamente realizado por el ejército sirio, pero en realidad
ejecutado por los propios rebeldes, con apoyo turco.
Si bien el gobierno de Obama impuso sanciones a Rusia por la
anexión de Crimea y ha apoyado el incremento de la presencia militar de la OTAN
en los países bálticos y Polonia, con el pretexto de la “amenaza de la agresión
rusa”, se ha negado a proporcionar armamento a Ucrania, para seguir con la
guerra contra las provincias pro rusas del Este.
En el caso de China, Obama ha sido más agresivo, pues ha
establecido acuerdos de asistencia militar con varios países del Sureste de
Asia; y ha fortalecido los acuerdos con Japón y Corea del Sur, ante la
estrategia de Beijing para expandir su dominio sobre los recursos naturales en
el Mar del Sur de China.
En otras regiones, como América Latina, el imperio ha contra
atacado utilizando sus alianzas con las clases empresariales y los partidos
políticos de derecha de países que intentaron reafirmar su soberanía ante el dominio
estadounidense como Brasil, Venezuela, Argentina, Paraguay y Honduras.
Utilizando “golpes blandos” (mecanismos pseudo legales para
remover a los presidentes incómodos al imperio) como en Brasil y Paraguay;
golpes de Estado sin máscaras, como en Honduras; estrategias de
contrainsurgencia y abierto intervencionismo como en Venezuela; y presiones
económicas y alianzas con la derecha política y sectores empresariales, como en
Argentina; en menos de un lustro el imperio ha logrado revertir la “ola
progresista” que amenazó la hegemonía estadounidense en América Latina por más
de una década (2003-2013).
Pero la lucha interna sigue, pues el candidato republicano a
la presidencia, siendo un racista, narcisista, misógino y xenófobo, ha incluido
dentro de sus propuestas “llevarse bien con Rusia”, lo que para los
neoconservadores, los HLI, el “Estado Profundo”, el gobierno de Netanyahu y el
complejo militar-industrial constituye una herejía, ya que ven al gobierno de
Putin como el principal obstáculo para derrotar a Assad en Siria y balcanizar
ese país; así como para arrinconar nuevamente al régimen de Teherán e iniciar
nuevamente una estrategia de destrucción, como la que implementaron contra
Saddam Hussein en Irak.
De ahí que tanto neoconservadores como HLI estén unidos con Hillary
Clinton para derrotar a Donald Trump, y también a la estrategia de Obama que
ellos llaman de “apaciguamiento” con los tres enemigos que consideran deben subordinar
y/o destruir: Rusia, China e Irán.
[1]
Podríamos incluir a Corea del Norte, pero dado que es un país aislado y
arrinconado, dependiente en buena medida de China (como Siria depende de Rusia
e Irán), parecería exagerado ponerlo al mismo nivel que los otros tres países
mencionados.
[2]
Para lo cual el plan ha sido desestabilizar y balcanizar a los países no
subordinados a dicha estrategia, como en su momento fueron Irak, Afganistán y
Libia, y se ha intentado hacer lo mismo con Siria e Irán.
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