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Zapata

miércoles, 24 de agosto de 2016

EL DISFUNCIONAL SISTEMA POLÍTICO Y ECONÓMICO MEXICANO

La subclase política del país y los oligarcas están muy preocupados porque advierten que sus “reformas estructurales” no han engañado a la mayoría de la población, que en los hechos está viviendo el aumento de la violencia e inseguridad; la permanente violación a los derechos humanos; la baja constante en el poder adquisitivo de su ingreso; la acumulación grotesca de recursos económicos en los grandes empresarios, políticos y funcionarios públicos, a través de la corrupción, los oligopolios y los abusos; el deterioro irrefrenable del medio ambiente; el agotamiento de los recursos naturales del país, por la explotación irracional de las grandes corporaciones; y el crecimiento exponencial de la violencia institucional contra los que se atreven a protestar por este cúmulo de agravios y destrucción.
Si bien las élites política y económica sabían que la consolidación del sistema explotador-depredador, a través de las “reformas estructurales”, mediante su inclusión en la Constitución, podía significar el rechazo de una parte de la población, y estaban dispuestos a asumir uno o dos años de agitación política y social, nunca imaginaron que su proyecto de dominación se vería estancado, no por las protestas contra las mencionadas reformas, sino por las propias contradicciones del modelo económico que se ha impuesto al país desde hace más de tres décadas.
Y es que México es sólo un apéndice de la economía hegemónica, la de Estados Unidos, que utiliza los recursos de sus estados vasallos, como nuestro país, para resolver sus problemas o para desviar hacia la periferia las consecuencias negativas del neoliberalismo económico.
Así, cuando ha convenido a los capitales especulativos internacionales refugiarse en economías “emergentes”, para evitar una disminución en su tasa de ganancia debido a los efectos de la crisis del 2008 en las economías desarrolladas, han utilizado a México como punto de convergencia para una parte de esos capitales golondrinos, y el obsecuente Banco de México les ha regalado tasas de interés lo suficientemente atractivas para que asuman el riesgo de invertir en nuestro país.
Pero ahora que las tasas de interés en Estados Unidos vuelven a subir, los capitales salen rápidamente de México, sin importar que el siempre obsequioso Banco de México suba las tasas para intentar mantener a los capitales especulativos.
Así, se suma al déficit comercial del país, por la baja de los precios del petróleo y el aumento desmesurado de las importaciones de gasolina[1], la salida de capitales, más un crecimiento mediocre de la economía estadounidense, principal mercado de las exportaciones mexicanas, todo lo cual llevó a la Secretaría de Hacienda a bajar nuevamente el pronóstico de crecimiento económico del país para el próximo año (a entre 2 y 2.5%) y hacer nuevos ajustes programados al presupuesto para el 2017, todo lo cual mantiene en el estancamiento las nefastas “reformas estructurales”.
De ahí que ni la subclase política, ni los oligarcas, por más que se afanen y desgañiten señalando que dichas reformas son la salvación de México,  pueden hacer algo para cambiar un entorno económico en el que México no tiene ni voz ni voto, y está a expensas de lo que decidan las grandes corporaciones (según sus intereses), los inversionistas-especuladores de Nueva York y Londres y las autoridades económicas y financieras de Washington.
Es entonces cuando buscan un “chivo expiatorio” que pague por la disfuncionalidad de su modelo económico, y el expediente fácil es culpar a la “izquierda radical”, representada por dos actores principalmente, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y el presidente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Como el modelito económico explotador-depredador es “perfecto” y no tiene error alguno, entonces algunos saboteadores deben ser los culpables de que no esté funcionando como debería. Y por supuesto, aquellos que se han opuesto a las reformas, la CNTE y Morena, deben ser los que están frenando las mismas. No es el modelo en sí, sino estos opositores radicales que están frenando al país.
De ahí viene el odio y la demonización que día a día observamos y escuchamos en el enorme aparato propagandístico de los oligarcas y de la subclase política servil contra la CNTE, Morena y AMLO.
Ellos son los culpables de todos los males del país, y por lo tanto hay que hacerlos a un lado o incluso eliminarlos del escenario político nacional, para que así las grandiosas reformas den sus frutos (aunque según el secretario general de la OCDE, José Angel Gurría, esos frutos se verán en 50 años).
Por ello varios actores están impulsando la represión (aplicación de la ley, según su interpretación), contra todo aquél que ose oponerse o aún cuestionar las reformas. Entre ellos destacan las cúpulas empresariales, el duopolio televisivo, la cúpula priísta y altos mandos de las fuerzas armadas y de seguridad. En el mismo tenor parece encontrarse el gobierno de Estados Unidos.
Tanta presión para terminar con un manotazo las protestas de la CNTE contra la reforma educativa, y la creciente presencia de Morena en el escenario político nacional, llevará en los próximos meses a un viraje aún más autoritario dentro del gobierno de Peña Nieto, quien está evidentemente perdiendo los hilos de la gobernabilidad, y por lo tanto los grupos de poder están insistiendo en que la única forma en que el modelo explotador-depredador se mantenga, es haciendo a un lado a los opositores al mismo.
Ello no resolverá las contradicciones internas del modelo, y por el contrario subirá la insatisfacción y la presión social, así como disminuirá aún más la legitimidad gubernamental, todo lo cual dejará listo un escenario de descomposición para las elecciones federales del 2018, en donde al menos tres facciones de la subclase política se pelearán el apoyo de los oligarcas nacionales y de las corporaciones trasnacionales: los tecnócratas priístas (Videgaray, Mead y Nuño); los políticos (Osorio Chong, Eruviel Avila y Beltrones); y la opción panista (Zavala-Calderón).
Si estas tres facciones no llegan a un acuerdo sobre un solo candidato que enfrente el nuevo desafío de la opción nacionalista-soberanista (López Obrador), entonces la elección presidencial, sin existir segunda vuelta, puede derivar en una fragmentación en tercios, con una cuarta opción que busca desprenderle votos a López Obrador, como la del candidato “independiente” (Mancera o Rodríguez Calderón), que sólo vendría a profundizar la división de las facciones apoyadas por los oligarcas.
En un escenario así, el sistema político mexicano se demostrará incapaz de solucionar pacíficamente la sucesión presidencial, debido a las pugnas entre las facciones de las élites dominantes, y su impulso por aplastar a la única opción distinta en el panorama político del país.
En los próximos dos años seremos testigos de la disfuncionalidad del sistema económico explotador-depredador y de un sistema político que no podrá resolver las contradicciones propias de dicho modelo, y al contrario, sumará sus propias debilidades al caos imperante, en vez de convertirse en el vehículo para salir de la crisis que viene.



[1] Desde hace más de diez años López Obrador señalo que debían construirse nuevas refinerías para evitar depender de las importaciones, pero se le tachó de ignorante, porque “eso ya no era negocio”. La realidad es que el gran negocio no es sacar el crudo y venderlo sin transformar. Los productos derivados del petróleo son el verdadero negocio, y por ello los tecnócratas serviles y subordinados a las trasnacionales nunca invirtieron en nuevas refinerías y dejaron que cayeran en la obsolescencia las que existían.

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