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Zapata

domingo, 24 de noviembre de 2013

Irán y "la bomba" (24 de Noviembre 2013)

El primer acuerdo al que han llegado en 10 años los "representantes" de la comunidad internacional, el llamado P5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania) y el gobierno de Irán, para congelar el programa nuclear iraní por seis meses, a cambio de levantar una parte de las sanciones económicas (por alrededor de 7 mil millones de dólares), es una resquebrajadura en el frente pro-guerra lidereado por el "halcón" Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y sus palafreneros en el Congreso de los Estados Unidos (esos que se levantaron para ovacionarlo 29 veces, la última vez que estuvo en el Capitolio).

Netanyahu insiste en que Irán desea fabricar una bomba atómica, para 5 minutos después (o quizás sólo un minuto después), lanzarla directamente sobre Tel Aviv, Jerusalem o Haifa, y así "desaparecer a Israel de la faz del planeta".

La razón para hacer eso, según Netanyahu, es un odio irracional, un anti-semitismo enraizado, un afán de destruir a Israel, por parte de los "imanes", "mullahs" y "ayatollahs" de Irán.

Sin duda, es la explicación más absurda y pedestre en la historia reciente de las relaciones internacionales, pues resulta que los dirigentes de Irán, a quienes les costó 25 años derrocar al títere de Occidente que gobernaba Irán, el Sha Reza Pahlevi, y otros 34 años sobrevivir, entre otras cosas, una guerra atroz contra Saddam Hussein (1980-88), instigado y apoyado en ese entonces por Estados Unidos; así como la hostilidad constante de Estados Unidos y de sus vecinos mayoritariamente sunnitas (como Arabia Saudita), para hecharlo todo por la borda, lanzándose a una estúpida agresión contra Israel. La cual no lo destruiría por completo, y tan sólo provocaría la respuesta inmediata y contundente, igualmente con bombas atómicas, del propio Israel (cuenta con un arsenal de entre 200 y 400 armas nucleares), de Estados Unidos y hasta de la Gran Bretaña, que ellos sí destruirían por completo Irán.

La "lógica" inverosímil de Netanyahu ha sido el principal motivo por el cual la administración Obama lo ha abandonado en su demencial estrategia dirigida a atacar las instalaciones nucleares iraníes, para según él y sus asesores, terminar así con la "amenaza existencial" contra Israel.

Si en Israel hubiera habido un gobierno con visión estratégica, talento diplomático y con verdadero sentido de la prudencia, la proporción y la paciencia, es posible que Estados Unidos no estaría negociando con Irán ahora, sino aplicando aún más sanciones económicas, como las que pretenden aprobar en el Senado de Estados Unidos los acólitos del gobierno israelí, que más bien representan a dicho país, y no a quienes supuestamente los eligieron en las urnas.

Sin embargo, fue tanta la insistencia del gobierno de Israel y de sus influyentes aliados en el Congreso, los medios de comunicación y el gran empresariado de Estados Unidos, por bombardear las instalaciones nucleares iraníes, o al menos, llevar hasta el extremo las sanciones económicas, que una buena parte del establishment político y militar de Estados Unidos, harto ya de estar embarcado en guerras e intervenciones en el Oriente Medio (lo mismo que buena parte de la ciudadanía de ese país), decidió poner un hasta aquí a esa locura.

El caso de Siria fue el primer aviso para Netanyahu de que sus tácticas intimidatorias, su lenguaje duro y las presiones a través de sus aliados en Estados Unidos, estaban generando más molestia y oposición, que simpatía y apoyo.

Como ya sabemos, los israelíes, después de estar un poco al margen del conflicto en Siria (tan sólo aprovechando la debilidad del gobierno de Bashar el Assad para bombardear algunas posiciones del ejército sirio, lo que ya de por sí era un intervencionismo en favor de los rebeldes), esperando que la guerra civil acabara por destruir a los contendientes, decidió virar en favor de la intervención militar de Estados Unidos, cuando se dio cuenta que Assad estaba a punto de derrotar a los rebeldes, e inició una serie de presiones para que el gobierno de Obama entrara en el conflicto.

El pretexto fue el uso de las armas químicas contra la población civil (que hasta ahora no se sabe si fue el ejército sirio el que las usó o fue una acción realizada por los propios rebeldes para culpar a Assad); algo que Obama había señalado como "la línea roja" que no debía ser cruzada, sino Estados Unidos intervendría en el conflicto.

Pero la opinión pública estadounidense y en alguna medida los propios miembros del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos consideraron un alto riesgo entrar en un conflicto como el de Siria, en momentos en que se está preparando la salida definitiva de Afganistán, y los resultados de la invasión a Irak fueron desastrosos. Aunque el secretario de la Defensa Chuck Hagel mantuvo en público que estaban preparados para lanzar ataques con misiles y/o aéreos cuando el presidente lo ordenara, es muy probable que en privado le hayan expresado al presidente Obama sus serias dudas sobre la conveniencia de intervenir en Siria, y en especial los altos costos que ello implicaría, en momentos en que se debate en ese país el elevadísimo déficit que enfrenta el gobierno, en buena medida causado por los gastos de las guerras de Irak y Afganistán.

Cuando Obama decidió enviar al Congreso la "papa caliente" de Siria, para que ellos dieran el visto bueno o lo rechazaran, la suerte estaba hechada, pues ello indicaba la división que existía en el gobierno norteamericano sobre esa cuestión, lo que puso a Israel y a sus aliados al descubierto (normalmente les gusta ejercer las presiones sobre los miembros del Congreso de una manera menos pública), pues se lanzaron desbocadamente a presionar a los congresistas para que aprobaran los ataques.

Fue entonces que la diplomacia rusa, más avezada que la norteamericana, arregló con Siria la propuesta de destruir el armamento químico de ese país, para así evitar los ataques de Estados Unidos y con ello salvarle la cara a Obama (éste por supuesto que aceptó de inmediato la salida que le brindaba Moscú, y sólo armaron la escena en la que Kerry lanzó dicha proposición, como si lo hubiera hecho sin pensar).

El asunto de Siria, no sólo no le abrió los ojos a Netanyahu, sino que lo convenció de arremeter con más fuerza en sus presiones y su lenguaje apocalíptico, todo lo cual lo fue aislando cada vez más en la comunidad internacional, que lo que menos quiere ahora es una nueva guerra en el Medio Oriente, y la mayoría de los países de la región están dispuestos a darle una oportunidad a la diplomacia.

La verdadera amenaza que ve Israel en Irán, no es un intento absurdo para destruirlo, sino a un país con población, recursos económicos, historia y un mar de petróleo, así como un gobierno central fuerte, que está dispuesto a jugar un papel de primer orden en el Medio Oriente, y ello pone en peligro, no la existencia de Israel, sino su hegemonía en ésa región del mundo, y recordemos que ningún país que se beneficia del dominio (militar, político y económico) sobre una región, está dispuesto a compartir ese poder con nadie; e Irán tiene los argumentos como para quitarle una porción de esa hegemonía a Israel.

Por supuesto el otro perdedor en este asunto es el régimen autoritario de Arabia Saudita, que ve en Irán una amenaza a su dominio sobre el Islam. La familia Saud es la encargada de custodiar los lugares sagrados del Islam sunnita, y no desean que los chiitas de Irán puedan expandir su versión del islamismo y con ello competir (religiosa, ideológica, política y económicamente), con esa poderosa y astronómicamente rica familia (con todas sus ramificaciones), que ha cosechado los frutos de su buena relación con las potencias occidentales por muchos años (hasta que llegó el 9/11), y de su monopolio sobre los lugares más sagrados del Islam.

Netanyahu va a insistir en descarrillar los acuerdos a los que se llegue entre el P5+1 e Irán, con presiones en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia (ya se vio que ahí también tienen un gran aliado en el presidente F. Hollande, quien por cierto proviene de una familia judía francesa), esperando que cualquier retraso o falta mínima de Irán repercuta en la confianza de sus interlocutores, y con ello se pueda hechar abajo este importantísimo avance para evitar nuevas aventuras bélicas en el Medio Oriente.

Serán los líderes de Estados Unidos e Irán los que tendrán que mantener una comunicación permanente, un contacto constante, para evitar malentendidos y seguir avanzando en los acuerdos, porque de lo contrario, Netanyahu y cía. tratarán de generar desconfianza y rupturas en cualquier posibilidad que se les presente.

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