Iconos

Iconos
Zapata

miércoles, 2 de octubre de 2013

A 45 años (2 de Octubre 2013)

Hoy se cumplen 45 años de los trágicos sucesos del 2 de octubre de 1968, acaecidos en Tlatelolco, cuando francotiradores enviados por el Jefe del Estado Mayor Presidencial, General Manuel Gutiérrez Oropeza; miembros de la Dirección Federal de Seguridad de la Secretaría de Gobernación (encabezada por Luis Echeverría Álvarez) y del Ejército Mexicano (el secretario de la Defensa Nacional era el General Marcelino García Barragán), iniciaron un tiroteo indiscriminado en los momentos en que se realizaba un mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelga.
La bibliografía sobre este hecho en particular, y en general sobre los sucesos que se verificaron en la ciudad de México entre julio y octubre de ese año tan significativo, es muy amplia y en general describe con precisión, ya sea los hechos acontecidos, las causas, los actores y las consecuencias que estos eventos han tenido en la vida política nacional. Por ello, remito a los interesados a una parte de esa bibliografía que está contenida en dos libros (Zermeño, Sergio; México: Una democracia utópica; Siglo XXI Editores; 2a. edición; 1981; y Gómez Miguel Raúl, El 68 Mexicano. Una semblanza informativa para jóvenes; Editorial Trillas; 1a. edición; 2008) y me centraré en el significado que el 68 tiene para la vida política del país, hasta el grado en que aquellos que en su momento eran calificados al principio del movimiento estudiantil, por los políticos del sistema, como revoltosos y después casi como traidores a la patria; ahora son considerados como iniciadores de la democratización de México y como ejemplos a seguir para las nuevas generaciones. Cómo cambian los tiempos.
Se ha hablado hasta el cansancio sobre el proceso de democratización de México, considerando al 68 como el parte aguas entre el sistema autoritario representado por la hegemonía del PRI y sus corporaciones (sectores obrero, campesino y popular), y el lento pero inexorable cambio que llevó a dicho sistema a abrirse a la pluralidad, a mayores libertades (de expresión, manifestación y de participación política), y a la aceptación de que la sociedad mexicana ya no era una menor de edad y podía definir el rumbo que seguiría el país en el futuro.
¿Qué tanto es exacto o se ha exagerado el aporte de los muchachos (hoy sesentañeros) del 68 a la democracia mexicana?
Es difícil decirlo, pero entre los que vivieron esos días, aquella gesta es trágica y dolorosa por un lado (por lo que tuvieron que sufrir en persecución, exilio y muchos en prisión por parte del gobierno, además de los muertos que el sistema se cobró, no sólo ese día), pero por otro lado, fue memorable por lo que significó para sus vidas (para cientos de ellos marcando definitivamente su existencia) y para los derroteros que siguió el sistema político mexicano.
Para distintos analistas, el que los jóvenes de clase media, beneficiarios del llamado "milagro mexicano" fueran precisamente los que cuestionaran al poder, su cerrazón, las desigualdades de una sociedad autocomplaciente, que se negaba a ver sus lacerantes realidades (como olvidar los ataques desde el poder a la película de Luis Buñuel "Los Olvidados", porque "denigraba" a México), era la mejor muestra de que el pacto generado por las élites, clases medias y obreros y campesinos después de la Revolución, estaba resquebrajado y era necesario buscar un nuevo reacomodo, a riesgo de que el sistema todo estallara en enfrentamientos, anarquía y represión generalizada.
Como sabemos Luis Echeverría, actor principalísimo de estos acontecimientos (junto con el máximo responsable, el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz), una vez en la presidencia, trató de encauzar la protesta estudiantil para renovar al propio sistema, inventándose la famosa "apertura democrática" y la incorporación de muchos jóvenes a la administración pública.
Sin embargo, al mismo tiempo se encargaba de terminar de descabezar al movimiento estudiantil con la conocida matanza del "Jueves de Corpus" en 1971, con lo que el movimiento estudiantil como tal terminó (además de que Echeverría lo aprovechó para cobrarle viejas cuentas a su enemigo político Alfonso Martínez Domínguez).
La apertura mediatizada y manipulada de Echeverría y los reflejos autoritarios del propio sistema, llevaron al cierre de canales efectivos de participación política, lo que aunado a la radicalización de muchos participantes del movimiento del 68, desembocó en la guerrilla urbana de los años setentas, que así se sumó (no orgánicamente, sino como reto al gobierno) a los movimientos y expresiones armadas que ya existían en el sector rural de  Morelos, Guerrero y Oaxaca desde fines de los años cincuenta y mediados de los sesenta (Jaramillo, Cabañas, Vázquez).
El fracaso del proyecto echeverrista, intentando renovar en la superficie, que no de fondo al sistema político, con una retórica de supuesta independencia respecto a la potencia hegemónica (Estados Unidos), pero en realidad sin cambiar los elementos estructurales que hacen de México un país dependiente del vecino del norte, y su enfrentamiento con las élites empresariales al tratar de obligarlos a pagar por sus proyectos de mayor justicia social y  de proyección internacional de México, llevaron al país a una seria crisis política y económica al finalizar el sexenio.
Si sopesamos en una balanza qué tanto influyó el movimiento estudiantil en acelerar la crisis del sistema surgido de la Revolución, es indudable que constituyó un punto de inflexión muy importante, ya que desnudó al poder en sus mentiras, debilidades e insuficiencias, obligando al siguiente presidente a intentar una reconstrucción de alianzas y de objetivos, que se demostró era imposible, pues el sistema tenía en sus entrañas las contradicciones, que lo llevaban inexorablemente a su destrucción.
Sí, en ese sentido, el movimiento del 68 fue un "empujón" muy relevante para que la élite gobernante se viera en el espejo e intentara reconfigurarse para continuar en el poder. En ese sentido, la reforma política de 1978, si bien no se le puede adjudicar por completo al movimiento estudiantil del 68, sí puede reivindicársele con una parte del mérito, ya que sin esa crisis de identidad del sistema, quizás el ciclo de reformas políticas que se inician en el 78 hubiera tardado mucho más tiempo en iniciarse.
Pero asignarle a dicho movimiento casi la paternidad de la muy imperfecta y cada vez más criticada democracia de hoy, es un despropósito.
Ahora, porqué afirmar que el sistema llevaba en sus entrañas las contradicciones que lo destruirían, si hoy los priístas están de nuevo en el poder.
Bien, pues resulta que este PRI tiene muy poco que ver con el PRI de los sesentas y setentas. En 1982 murió el viejo PRI creado por Calles (PNR), perfeccionado por Cárdenas (como PRM), después modificado por Alemán (PRI) y consolidado con el "tapadismo" por el viejo lobo de mar Ruiz Cortines.
La política económica neoliberal implantada desde hace 30 años, el desfonde de los sectores del "partidazo" (obrero, campesino y popular), la derechización de la política en general, hasta el grado de que México ya sufrió (y de verdad sufrió) dos gobiernos panistas a nivel federal, y la siempre presente balcanización de la izquierda, pero prevaleciendo los segmentos "modernos" (Ebrard), "responsables" (los "Chuchos") o simplemente derrotados (el cardenismo), por sobre los movilizados (CNTE, SME, Morena) o anti sistémicos (EPR, ERPI, EZLN, etc.), indica que la democracia mexicana avanzó desde el 68 en aspectos formales (elecciones no tan fraudulentas, pero aún cuestionadas), mayor libertad de expresión, mayor pluralidad política en todos los ordenes de gobierno, y mayor presencia (que no influencia) de la sociedad civil en la vida política del país. Pero en los de fondo, esto es, en limitar o en su caso desmantelar poderes fácticos que han secuestrado partes cada vez más grandes de la vida económica, social y hasta política del país (llámense grandes consorcios, medios de comunicación privados o cárteles del narcotráfico); revertir la enorme desigualdad que caracteriza la vida social y económica; promover una distribución más equitativa del ingreso, o lograr una sociedad en donde se erradique la impunidad y se alcance un verdadero estado de Derecho; en esos aspectos no existen avances, ya no digamos significativos, ni siquiera perceptibles.
De ahí que si los jóvenes del 68 iniciaron un movimiento con el objetivo de cambiar una sociedad autoritaria, desigual, cerrada, pueden sentirse satisfechos de que pusieron un granito de arena que siempre será recordado. Pero la realidad es que el rumbo que ha tomado nuestro país, especialmente en los últimos 30 años es ominoso, lo que no puede reprochársele a un movimiento que se verificó hace 45 años, y que desgraciadamente a estas alturas sirve lo mismo para la izquierda que para el gobierno, y hasta para la derecha, con objeto de reivindicar sus muy particulares y estrechos intereses.

No hay comentarios:

Publicar un comentario