Para esconder el fracaso
El presidente quiere salir en
hombros de Palacio Nacional porque, en su estrategia, podrá decir que el
Congreso, la Suprema Corte y la prensa le impidieron llegar más lejos.
Pablo Hiriart
febrero 06, 2024
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2024/02/06/para-esconder-el-fracaso/
Precedido de mentiras y
promesas de campaña a manera de “exposición de motivos”, el Presidente que se
va en unos meses puso ayer sobre el atril del Constituyente de 1857 un paquete
de reformas para culpar a otros de su fracaso sexenal.
Hay motivos de fondo para
preocuparse por el futuro inmediato de la democracia, aunque sobresale la
intención política de culpar a los partidos opositores de frenar en el Congreso
el paraíso de justicia y jauja que ofrece López Obrador.
Pudo haber enviado esas
reformas al inicio del gobierno, cuando tenía mayoría calificada en la Cámara
de Diputados para modificar la Constitución y muchos senadores priistas
temblaban de miedo.
De seguro pasaban.
Lo hace a unos meses de irse
porque necesita endosar las culpas de su fracaso.
Culpa de la oposición en el
Congreso y del Poder Judicial. Es decir, de la división de poderes que hay en
todo sistema democrático.
Para abajo la división de
poderes, dicen sus reformas.
O súbditos o enemigos. No hay
más.
AMLO no deja el país en manos
del pueblo, como dijo ayer.
Deja buena parte de México en
manos de cárteles de las drogas, extorsionadores, asaltantes de carreteras y
traficantes de seres humanos.
Su récord no es la disminución
de la pobreza, sino el máximo histórico de asesinatos, desapariciones e
impunidad.
¿No que lo iba a solucionar en
seis meses?
Dice que fue culpa de la
oposición por no aceptar a la Guardia Nacional en la estructura de la
Secretaría de la Defensa.
En los hechos lo está, pero no
sirve para nada.
Imposible que sea útil a la
sociedad cuando tiene órdenes de no atacar a los grupos criminales.
Dice que es culpa de los
jueces que dejan libres a los delincuentes.
La mayoría de los juzgadores
que llevan casos criminales se juega la vida en cada sentencia, y AMLO los
culpa a ellos por los expedientes mal integrados por el Ministerio Público.
El gran protector de grupos
criminales ha sido el gobierno del presidente López Obrador.
Su partido, Morena, es el
beneficiario electoral de esa complicidad.
Ya no pueden regresar a la
botella al monstruo que crearon, y el Presidente montó un acto teatral de
reformas para culpar a la oposición de su fiasco como mandatario.
Según él, nos deja la receta
de cómo curar el flagelo de la violencia, luego de haberla disparado a niveles
insufribles para cientos de miles de mexicanos que huyen de sus comunidades o
se van de braceros a Estados Unidos.
El daño causado por su frenesí
destructivo lo pagarán generaciones de mexicanos.
Destruyó el sistema de salud
pública.
La medicina privada es cara.
Los seguros de gastos mayores ahogan a cualquier particular. Y los hospitales
del IMSS, ISSSTE y Salud están abarrotados, no se dan abasto, sin medicinas ni
equipo suficiente.
Culpó a los laboratorios, a
los médicos y a los enfermos.
Destruyó la reforma educativa,
las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo.
Ayer insistió en presentarse
como el salvador de la educación pública, cuando ha sido su sepulturero.
Devolvió a los sindicatos la
rectoría de la educación, con los resultados que podemos ver en las pruebas
internacionales.
La culpa es de los parámetros
neoliberales con que se mide la calidad de la educación, dice.
Quiere salir en hombros de
Palacio Nacional porque, en su estrategia, podrá decir que el Congreso, la
Suprema Corte y la prensa le impidieron llegar más lejos.
Nos deja de tarea las reformas
que se deben hacer para desatar el nudo que obstaculiza la felicidad del
pueblo.
Nos deja un país con 40 por
ciento de la población con dificultades para acceder a lo elemental, el agua
(nota de María Cabadas, El Universal), porque se gastó el dinero en
caprichos inútiles.
¿Qué esperábamos, si recortan
28.4 por ciento del presupuesto de infraestructura hidráulica?
López Obrador mantiene
popularidad aceptable y su candidata es favorita para sucederlo en el cargo,
porque reparte dinero.
Ahí está el punto central de
la continuidad del grupo en el poder: el reparto de dinero.
Igual que han hecho otros
populismos fracasados en América Latina: repartir dinero, restringir la
fiscalización del gasto y agitar el odio de clases.
Hasta que el dinero se acaba.
López Obrador secó los fondos
destinados a emergencias, fideicomisos y ahorros que le dejaron
administraciones pasadas.
Nada que promueva el
desarrollo, la seguridad, la salud, la educación. Todo al reparto en efectivo.
Gran Presidente. Muy querido
por el pueblo.
También los ricos han ganado
en su gobierno, dice y tiene razón.
Pero ha sido a costa del
dinero que debió usarse en lo fundamental y se destinó a caprichos.
Destruir el NAIM costó dinero
y lo seguiremos pagando.
El Tren Maya y la refinería en
Dos Bocas fueron una mina de oro para tener en la bolsa a un grupo de
millonarios y enriquecer a amigos.
Tiró un billón y medio de
pesos en Pemex, para seguir perdiendo.
Frenó la entrada al país de
200 mil millones de dólares en inversión privada en energía, al congelar la
reforma del Pacto por México.
Y los culpa a ellos, los
inversionistas privados, de su fracasada política energética.
Mandó reformas para seguir
perdiendo, y en electricidad, regresar a la normatividad de 1960.
Reformas para que todos nos
jubilemos con el 100 por ciento del último sueldo.
Ni en Dinamarca, la verdad.
Si no pasan sus reformas antes
de las elecciones, la oposición será la culpable de impedir la felicidad del
pueblo.
¿Por qué no las presentó
cuando tenía mayoría calificada, y lo hace ahora que no la tiene y ya se va?
Porque son el pretexto donde
ocultar el fracaso de su gestión.
Y bandera de campaña para
ganar la mayoría en el Congreso y dar el golpe final a la legalidad
democrática.
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