El dueño de México
Supone ser el dueño de los
poderes del Estado mexicano. Acomoda a incondicionales en el Ejecutivo,
Legislativo y Judicial para que aprueben y aplaudan las buenas y malas leyes
que propone.
Omar Cepeda
febrero 21, 2024
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/omar-cepeda/2024/02/21/el-dueno-de-mexico/
Supone ser el dueño de la
bandera tricolor. Decide ante qué mexicanos y mexicanas ondearla. La esconde
para miles que deciden poblar la plaza más importante de México porque los
considera sus adversarios. ¿Hará lo mismo en la concentración del próximo 1 de
marzo, donde estarán miles de sus fieles seguidores?
Supone ser el dueño de la
historia de México. Cada mañana impone nuevos héroes, los suyos, sus favoritos.
Ataca al pasado “conservador” sin pruebas, utiliza una retórica política y no
académica; sus diatribas tratan de imponer nuevos patrones y fechas para que
asumamos una nueva realidad de nuestro pasado, la que él quiere, desea y ama.
Puebla los libros de texto gratuitos con sus personajes y pasajes favoritos;
nombra a sus magnas obras con nombres de uso personal, además, quita monumentos
que contrastan con sus ideas. En el fondo, lo que busca es inmortalizar su
apellido junto al nombre de México.
Supone ser el dueño de los
poderes del Estado mexicano. Acomoda a incondicionales en el Ejecutivo,
Legislativo y Judicial para que aprueben y aplaudan las buenas y malas leyes
que propone, sus ocurrencias y devaneos. No quiere debate, crítica o análisis.
Selecciona a sus empresarios favoritos, a sus medios de información, a todos
ellos les ofrece proyectos y dinero a discreción, sin licitar, compra páginas
completas de publicidad, y para rematar, adoctrina a los medios públicos.
A todos ellos, les impone una
ideología que nadie entiende. Le molesta que en la democracia, las
instituciones cuenten con poderes equivalentes y sirvan para corregir errores
de unos o de otros. Cree que no se equivoca, por lo que prefiere debilitar o eliminar
a los poderes que no se acoplan a él, en lugar de fortalecerlos y hacerlos cada
vez más independientes, autónomos y críticos, como dicta un país
democráticamente fuerte.
Supone ser el dueño de la
verdad absoluta. Piensa que su voz es la única que cuenta, la que abraza la
razón, la certeza. Da clases de moral, ética, literatura, historia, economía y
políticas públicas, considera que todo lo sabe. Si al principio de su mandato
inició con una serie de promesas, no importa que no se hayan cumplido, siempre
tiene la razón porque saca de su chistera una retahíla de nuevas
justificaciones, conceptos, calificaciones.
Habla del pueblo sabio y, al
mismo tiempo, busca ridiculizar a hombres y mujeres en su mañanera, a los
blancos que opinan distinto, ¿por qué?, porque tiene otros datos y piensa que
un México no puede ser plural. Con todo su poder presidencial, es capaz de
marchitar a una ciudadana común y corriente, de clase media, que contrasta sus
ideas y que piensa distinto.
Supone ser el dueño de la
justicia. Él dice quién debe ir a la cárcel y quién no. Su narrativa es
implacable ante quienes son los delincuentes, los corruptos, los maldicientes.
Claro, solo a quienes él considera que los son. Si por sus filas transitan esos
corruptos o delincuentes, o bien son familiares y amigos, o reconvertidos
políticos de antes, entonces los absuelve. La justicia no es para los pecadores
que están de su lado, a ellos no los investiga, todo lo contrario, les crea
cortinas de humo y culpa a los “otros”. Desenvaina la espada contra el sistema
judicial si no le favorece, porque él es el sistema judicial. Desde un inicio
moldeó a la Fiscalía General de la República a sus intereses y condiciones.
Compró a los árbitros y delineó investigaciones a modo. Postula a ministras y
ministros siempre y cuando voten lo que él desea, piensen como él o actúen
conforme a lo que él les diga.
Supone ser el dueño de las
Fuerzas Armadas. Les encomienda tareas impropias de sus atribuciones, de su
naturaleza. A cambio de carretadas de millones de pesos, les pone a construir,
combatir, remodelar y administrar entes que deben de ser responsabilidad
estrictamente de expertos civiles. La educación, cultura y visión entre un
militar y un civil, son diametralmente opuestas. Ambas son igual de válidas y
reconocibles, lo que no lo es, es que se pretenda que el mar cumpla las
funciones del cielo, y viceversa.
Supone ser dueño del dinero
del Estado. Sin cortapisas distribuye a diestra y siniestra, a pobres y ricos.
Promete una obra, aunque el monto se quintuplique y no se sepa si funcionarán
correctamente. Sabe manipular las sensaciones populares de que por primera vez
se le da al pueblo lo que merece, pero muy a su pesar, endeuda y distribuye mal
la riqueza, porque piensa más en los objetivos electorales que sustentables. Su
afán por ser el presidente de la transformación, lo está llevando a ser el
mandatario de la mala administración. Como si el dinero lo sacara de su
billetera, lo reparte a capricho. No es dinero que invierta, reditúe, priorice,
a partir de las necesidades de un México de minorías y mayorías, de diversas
ideologías, de un país que debe ver hacia la modernidad que implica navegar en
un aún largo siglo XXI.
Supone ser dueño de la
candidata presidencial del partido que él creó… y buscará imponer.
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