Entregará el bastón, pero ¿y el mando?
López Obrador le hará entrega del bastón de mando a quien
gane la encuesta de Morena. Pero ¿alguien cree que, en efecto, entregará el
mando a quien espera lo suceda?
septiembre 06, 2023
Raymundo Riva Palacio
Este miércoles habrá dos
momentos fundamentales para el futuro mediato del país. Por un lado, se dará a
conocer el resultado de la encuesta que definirá quién se queda con la
candidatura presidencial de Morena. Y, por el otro, el presidente Andrés Manuel
López Obrador le hará entrega del bastón de mando a quien gane la encuesta, un
símbolo de los pueblos indígenas latinoamericanos donde sus autoridades
tradicionales transfieren y reconocen el poder de la persona a quien lo ceden.
¿Alguien cree que López Obrador, en efecto, entregará el mando a quien espera
lo suceda? Yo no.
Desde joven, en Tabasco, López
Obrador siempre buscó el reconocimiento. Desde entonces, según personas que lo
conocen, le molestaba que no lo reconocieran, como cuando la sociedad en
Villahermosa no lo aceptó, a diferencia del resto de su familia, porque
consideraban que era un “un poco raro”.
Esa necesidad existencial no
tiene mejor expresión hoy en día que la difusión que hace cada mes del Global
Leader Approval Rating Tracker, que elabora la empresa estadounidense
Morning Consult a través de un sondeo diario en línea, donde López Obrador
suele salir ranqueado en segundo lugar, detrás de Narendra Modi, primer
ministro de la India. Cada vez que la difunde en la mañanera, se le ensancha el
pecho. “Les voy a informar sobre una encuesta que se hace a nivel mundial sobre
los presidentes”, dijo en julio. “¿Y saben qué? El de Tepetitán (que se
encuentra en el municipio de Macuspana, donde nació), ya saben quién, está en
primer lugar de aprobación”.
La necesidad de reconocimiento
es parte de la rabia que muestra contra organismos autónomos, y del odio que le
tiene a periodistas y medios de comunicación críticos e independientes, porque
todo lo toma personal y le altera la falta de genuflexión. Ese reconocimiento
es la placenta de su ambición por trascender y que su imagen no sólo sea
incorporada junto con los grandes héroes de la nación como lo hace su
propaganda mañanera, sino que, efectivamente, sea considerado en la Historia
con esa estatura. Pero para trascender, necesita un legado y que garantice un
segundo sexenio a modo para la consolidación de su proyecto de la cuarta
transformación, cuya evaluación sobre resultados le sea positiva.
Entonces, si esa es su
necesidad existencial y precondición política para construir una narrativa de
epopeya, como quieren sus más cercanos –con la contratación de 20 plumas
coordinadas por su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, para que escriban la
historia a su manera–, la entrega del bastón de mando no es un mero
acto simbólico usurpado de las tradiciones de los pueblos originarios, sino una
simulación. López Obrador quiere tomarnos el pelo. No puede entregar el control
político de lo que suceda en los próximos 10 meses a cualquiera que gane la
encuesta, porque dejaría todo en manos de terceros, algo que jamás ha hecho.
Hablando en términos
hipotéticos, ¿le daría el bastón de mando a Marcelo Ebrard? El excanciller, por
principio de cuentas, no le debe nada a López Obrador. Al contrario. En los
últimos 30 años, desde diferentes posiciones de poder, fue Ebrard quien ayudó
política y económicamente al Presidente, como líder social y dirigente político
en Tabasco. Ebrard ya ha pintado su raya con el Presidente, en materia de
seguridad, salud y el trato con las clases medias, fortaleciendo la percepción
de traidor que tiene el entorno más cercano de López Obrador. Lo mismo piensan
de Ricardo Monreal, quien aunque no tiene posturas tan antagónicas con el
Presidente como Ebrard, su manejo como líder del Senado provocó que el
mandatario lo enviara un largo tiempo a la Siberia de Morena. Se ve casi
imposible que les entregara el control sobre su movimiento.
Adán Augusto López es amigo
del Presidente desde sus juventudes y no hay muchas dudas de su lealtad con
López Obrador. El exsecretario de Gobernación entró al juego de las corcholatas como
un plan alterno en caso de que la favorita, Claudia Sheinbaum, se quedara en el
camino, pero no creció. El Presidente pidió a su equipo que lo ayudara a subir
en las encuestas para que terminara en segundo lugar y le levantara la mano a
la ganadora, pero sus frivolidades lo desplomaron ante los ojos del Presidente.
Aun así, López Obrador podría entregarle el bastón de mando, pero la reciente experiencia
muestra que sus habilidades políticas posiblemente no le alcanzarían para
mantener el legado de la trascendencia anhelada por el Presidente.
Queda sólo Sheinbaum en el
mosaico, porque Manuel Velasco, del Partido Verde, y Gerardo Fernández Noroña,
del Partido del Trabajo, son meras comparsas en el concierto sucesorio. Pero
¿le entregará en su totalidad el bastón de mando?
Sheinbaum ha sido la favorita
durante todo el sexenio de López Obrador, quien tomó partido abierto por ella
desde un principio, como incorporarla al gabinete de seguridad, y poner a su
disposición a la Marina y a la Guardia Nacional para que le ayudaran a contener
a los delincuentes, colocándola junto con su esposa en eventos oficiales donde
los temas federales no le incumbían, y levantándole la mano para que a nadie le
quedara duda de que ella era la elegida.
La exjefa de Gobierno de la
Ciudad de México es, como nadie más de las corcholatas,
un apéndice de López Obrador y, en el papel, es quien más podría buscar esa
consolidación cuatroteísta y darle la trascendencia deseada. Aunque está
ideológicamente comprometida con el proyecto, y su lealtad está a prueba de
misiles, no se le ha visto el tamaño para tener el control político del
movimiento, porque la fuerza y el carisma de López Obrador no se transfiere por
ósmosis.
Ese control y poder que dice
el Presidente entregará a quien gane la encuesta, a ella o a cualquier otro de
sus adversarios, no será pleno. Si López Obrador nunca ha cedido poder, ¿por
qué lo haría ahora? Si del control político de su movimiento depende la campaña
presidencial, la eventual victoria y su trascendencia, entregarlo es un
suicidio, y lo sabe perfectamente él.
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