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Zapata

lunes, 11 de septiembre de 2023

 

A 22 AÑOS DE LOS ATAQUES AL WORLD TRADE CENTER Y AL PENTÁGONO

Hoy se cumplen 22 años de los ataques a la Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington (así como la caída de un “avión” en Shanksville, Pennsylvania, que supuestamente se dirigía a la Casa Blanca); y que ocasionaron la muerte de más de 3000 personas.

El establecimiento político de Washington y el Deep State estadounidense, junto con sus aliados israelíes, determinaron que dichos eventos fueran adjudicados a una organización terrorista islámica, el grupo Al-Qaeda, dirigido por Osama Bin-Laden, quien entonces se escondía en las montañas de Tora Bora en Afganistán.

Como se ha afirmado hasta el cansancio en distintos artículos y estudios (muchos cientos de miles de estadounidenses y millones de personas en el mundo no creen la versión oficial), ningún grupo terrorista, por bien organizado y por audaz que fuera, tenía y hasta el momento, tiene la capacidad de organizar y realizar ese tipo de ataques; y menos, a la principal potencia mundial, cuyas 17 agencias de seguridad e inteligencia se quedaron “pasmadas” por más de tres horas, hasta que los ataques finalizaron.

Pero Cui Bono. ¿Quiénes se beneficiaron de dichos ataques? Pues el Deep State estadounidense, el complejo Militar-Industrial y de Seguridad de Estados Unidos y el de Israel, quienes desde mediados de los años 90 habían decidido que era necesario generar un evento catastrófico mayúsculo que obligara y/o convenciera a los habitantes de Estados Unidos y de Europa Occidental a realizar un ataque masivo contra los regímenes y las organizaciones “terroristas” que obstaculizaban y se oponían a la hegemonía estadounidense-israelí en el Medio Oriente.

Así, la “Guerra contra el Terror” desatada después del 9/11 sirvió a los intereses de Washington y Tel Aviv, para derrocar a Saddam Hussein en Irak, sin que dicho dictador tuviera nada que ver con los atentados del 9/11; posteriormente a Muammar Qaddafi en Libia; desatar una guerra para el cambio de régimen en Siria, que fracasó por la ayuda que Irán y Rusia le dieron al gobierno de Bashar el Assad; y un aumento de las sanciones políticas y económicas contra la teocracia iraní.

Así también se inició una destructiva y desgastante intervención militar en Afganistán para derrotar a los talibanes, que terminó 20 años después con la humillante salida de las tropas estadounidenses y las de sus aliados.

A Estados Unidos esta aventura militar en Medio Oriente le salió cara en términos económicos, 8 millones de millones de dólares; pero la mayor parte de ese dinero cayó en los bolsillos de las empresas fabricantes de armamento, los contratistas y mercenarios que participaron en dichas guerras, por lo que la “Guerra contra el Terror” fue un muy buen negocio para estos actores.

Por su parte Israel logró eliminar a dos de sus principales obstáculos para lograr la hegemonía en Medio Oriente (Saddam y Qaddaffi); provocó un caos en su vecino Siria, aunque sin poder lograr el derrocamiento de Bashar el-Assad; y debilitó a la teocracia iraní, aunque su verdadero objetivo era destruirla.

Pero el máximo logro de los gobiernos israelíes con la “Guerra contra el Terror” fue el crecimiento de la islamofobia en el mundo y el olvido de la dramática situación de los palestinos, que viven bajo la ocupación y la violación constante de sus derechos humanos por parte de los israelíes.

Así, los gobiernos israelíes han logrado que la mayor parte de los países de Medio Oriente decidan abandonar la causa palestina, y por el contrario, comiencen a establecer relaciones con Israel, permitiendo así de facto, que la ocupación del resto de territorio que le queda a los palestinos (sólo 17% del territorio originalmente adjudicado por Naciones Unidas), sea invadido de manera ilegal por los “colonos” sionistas; que siga la opresión sobre la minoría palestina en Israel y que se mantenga esa prisión a cielo abierto que es Gaza.

Por ello, seguir creyendo que un radical islámico, escondido en unas montañas en Afganistán, pudo ser la mente maestra de un ataque simultáneo en las dos principales ciudades del país hegemónico del mundo, es ser muy ingenuo o un cínico (el que actúa con falsedad y desvergüenza descarada).

Los autores intelectuales y materiales de esos ataques que cambiaron la política internacional por décadas están todavía, despachando en las oficinas de los organismos de inteligencia y seguridad de los Estados Unidos y de Israel.

Y son ellos, y los hipócritas políticos de los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos los que mantienen el encubrimiento de tan nefasto crimen contra la humanidad.

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