A 22
AÑOS DE LOS ATAQUES AL WORLD TRADE CENTER Y AL PENTÁGONO
Hoy se cumplen 22 años de los
ataques a la Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington (así como
la caída de un “avión” en Shanksville, Pennsylvania, que supuestamente se
dirigía a la Casa Blanca); y que ocasionaron la muerte de más de 3000 personas.
El establecimiento político de
Washington y el Deep State estadounidense, junto con sus aliados israelíes,
determinaron que dichos eventos fueran adjudicados a una organización
terrorista islámica, el grupo Al-Qaeda, dirigido por Osama Bin-Laden, quien
entonces se escondía en las montañas de Tora Bora en Afganistán.
Como se ha afirmado hasta el cansancio
en distintos artículos y estudios (muchos cientos de miles de
estadounidenses y millones de personas en el mundo no creen la versión
oficial), ningún grupo terrorista, por bien organizado y por audaz que fuera,
tenía y hasta el momento, tiene la capacidad de organizar y realizar ese tipo
de ataques; y menos, a la principal potencia mundial, cuyas 17 agencias de
seguridad e inteligencia se quedaron “pasmadas” por más de tres horas, hasta
que los ataques finalizaron.
Pero Cui Bono. ¿Quiénes
se beneficiaron de dichos ataques? Pues el Deep State estadounidense, el complejo
Militar-Industrial y de Seguridad de Estados Unidos y el de Israel, quienes
desde mediados de los años 90 habían decidido que era necesario generar un
evento catastrófico mayúsculo que obligara y/o convenciera a los habitantes de
Estados Unidos y de Europa Occidental a realizar un ataque masivo contra los regímenes
y las organizaciones “terroristas” que obstaculizaban y se oponían a la
hegemonía estadounidense-israelí en el Medio Oriente.
Así, la “Guerra contra el
Terror” desatada después del 9/11 sirvió a los intereses de Washington y Tel
Aviv, para derrocar a Saddam Hussein en Irak, sin que dicho dictador tuviera
nada que ver con los atentados del 9/11; posteriormente a Muammar Qaddafi en
Libia; desatar una guerra para el cambio de régimen en Siria, que fracasó por
la ayuda que Irán y Rusia le dieron al gobierno de Bashar el Assad; y un
aumento de las sanciones políticas y económicas contra la teocracia iraní.
Así también se inició una
destructiva y desgastante intervención militar en Afganistán para derrotar a
los talibanes, que terminó 20 años después con la humillante salida de las
tropas estadounidenses y las de sus aliados.
A Estados Unidos esta aventura
militar en Medio Oriente le salió cara en términos económicos, 8 millones de
millones de dólares; pero la mayor parte de ese dinero cayó en los bolsillos de
las empresas fabricantes de armamento, los contratistas y mercenarios que
participaron en dichas guerras, por lo que la “Guerra contra el Terror” fue un
muy buen negocio para estos actores.
Por su parte Israel logró
eliminar a dos de sus principales obstáculos para lograr la hegemonía en Medio
Oriente (Saddam y Qaddaffi); provocó un caos en su vecino Siria, aunque sin
poder lograr el derrocamiento de Bashar el-Assad; y debilitó a la teocracia iraní,
aunque su verdadero objetivo era destruirla.
Pero el máximo logro de los
gobiernos israelíes con la “Guerra contra el Terror” fue el crecimiento de la
islamofobia en el mundo y el olvido de la dramática situación de los
palestinos, que viven bajo la ocupación y la violación constante de sus
derechos humanos por parte de los israelíes.
Así, los gobiernos israelíes
han logrado que la mayor parte de los países de Medio Oriente decidan abandonar
la causa palestina, y por el contrario, comiencen a establecer relaciones con
Israel, permitiendo así de facto, que la ocupación del resto de
territorio que le queda a los palestinos (sólo 17% del territorio originalmente
adjudicado por Naciones Unidas), sea invadido de manera ilegal por los “colonos”
sionistas; que siga la opresión sobre la minoría palestina en Israel y que se
mantenga esa prisión a cielo abierto que es Gaza.
Por ello, seguir creyendo que
un radical islámico, escondido en unas montañas en Afganistán, pudo ser la
mente maestra de un ataque simultáneo en las dos principales ciudades del país
hegemónico del mundo, es ser muy ingenuo o un cínico (el que actúa con falsedad
y desvergüenza descarada).
Los autores intelectuales y
materiales de esos ataques que cambiaron la política internacional por décadas
están todavía, despachando en las oficinas de los organismos de inteligencia y
seguridad de los Estados Unidos y de Israel.
Y son ellos, y los hipócritas
políticos de los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos los que mantienen
el encubrimiento de tan nefasto crimen contra la humanidad.
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