¿Pagamos el muro?
Jorge Durand
https://www.jornada.com.mx/2023/09/10/opinion/012a1pol
Una vez más, el inefable
Donald Trump se sale con la suya y convierte un fracaso en un éxito rotundo. Su
propuesta de que México debía pagar el muro fronterizo asustó a Enrique Peña
Nieto, que de manera ingenua trató de neutralizarlo al invitarlo a Palacio
Nacional, cuando era candidato, pero ni siquiera pudo balbucear en público que
México no pagaría el muro. El ridículo le costó caro a Luis Videgaray, quien
tuvo que renunciar, para salvar el copete del Presidente.
Ahora Trump vuelve a las
andadas y afirma que México pagó el muro, al presionar a López Obrador, quien
tuvo que poner a 28 mil soldados (sic) para detener el flujo de
migrantes. Un muro de la guardia nacional que detuvo en seco el flujo migratorio,
al reducirlo de 130 mil migrantes mensuales, capturados por la patrulla
fronteriza, a sólo 30 mil, que es el margen de tolerancia aceptado por Estados
Unidos.
Tiene razón Trump al decir que
México pagó el muro, más bien, los contribuyentes mexicanos fuimos
los que pagamos el muro que implementó la Guardia Nacional en junio de 2019.
Pero más allá del chantaje de Trump, de si era un bluf o una amenaza real, lo
cierto es que México paga los platos rotos del sistema migratorio estadunidense
totalmente resquebrajado.
A lo largo del siglo XX México
aceptó sin chistar que deportaran a migrantes nacionales indocumentados. Pero
los que pagaban el costo de la captura y la deportación eran ellos. Ahora no
sólo recibimos mexicanos, sino que aceptamos a solicitantes de asilo extranjero
que esperan en el país; les hacemos el trabajo burocrático de ordenar las
listas de espera de solicitantes de asilo; acogimos a extranjeros deportados en
caliente, durante la pandemia y vigencia del título 42; finalmente recibimos a
30 mil migrantes de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití, que Estados Unidos no
puede deportar y nosotros tampoco.
Ya no sólo se trata de patio
trasero, ahora aceptamos los desechos del sistema migratorio estadunidense;
ellos los tratan como basura, pero tampoco nosotros los tratamos como personas.
Simplemente los dejamos a su suerte, que se rasquen con sus uñas, el convenio
de aceptar a extranjeros deportados a nuestro territorio no incluye una
contrapartida de Estados Unidos. Tampoco de México.
Después de la tragedia de
Ciudad Juárez, Washington insinuó que podía apoyar a México para construir
instalaciones adecuadas con el fin de albergar migrantes y no lugares
improvisados que se conviertan en cárceles, sin las mínimas condiciones
requeridas. Ellos estarían encantados de financiar los centros de detención en
el país.
En la práctica, la política
migratoria mexicana es, precisamente, dejar hacer y dejar pasar. Por una
parte, deja hacer a Estados Unidos al definir la política migratoria
mexicana. Por otra, México deja pasar a un promedio de 200 mil
migrantes al mes que son capturados por la patrulla fronteriza.
Las reglas del mercado
capitalista, la oferta y demanda de mano de obra, a la que se suma la oferta de
refugiados del mundo capitalista y socialista, se define en la frontera entre
México y Estados Unidos. Millones de personas del mundo entero han comprado la
retórica del sueño americano y están dispuestos a pagar por
ello, vender sus tierras, sus casas, dejar a sus seres queridos o viajar con su
familia, con la esperanza de que se cumpla la quimera.
Recordemos que Estados Unidos
abrió sus puertas a los inmigrantes del mundo para conquistar el lejano Oeste;
fueron tantos los que llegaron, que se desbordaron al territorio mexicano
indios estadunidenses aceptados por Juárez, como los Kikapoo y otras tribus
perseguidas; irlandeses maltratados por protestantes que buscaron refugio en
nuestro país; esclavos del sur que buscaban la libertad en tierra mexicana, y
colonos como Sam Houston y Stephen F. Austin, que pidieron permiso para
asentarse en nuestra tierra y luego se quedaron con ella, al formar la
república de Texas, para luego incorporarse a la llamada Unión Americana. La
independencia de Texas estuvo relacionada con la imposibilidad de tener
esclavos en territorio mexicano y al incorporarse a Estados Unidos se convirtió
en un estado sureño y esclavista.
La historia se repite, pero el
gobernador de Texas se olvida de que los invasores fueron ellos, los texanos.
Pagamos caro nuestros errores. Pero la historia también nos enseña que recibir
dinero del vecino por la mitad del territorio que ya habían conquistado, a
punta de bala, no fue buen acuerdo y tampoco buen negocio.
Si aceptamos que deporten o
expulsen a migrantes extranjeros a nuestro territorio, podemos hacerlo con
dignidad y generosidad, como se hizo en el siglo XIX con muchos expulsados del
territorio estadunidense. Ellos, los migrantes, sabrán responder, como lo
hicieron los irlandeses-mexicanos del batallón de San Patricio.
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