MÉXICO ANTE ESTADOS UNIDOS
En 2024 habrá elecciones
presidenciales y para el Congreso[1] en México y Estados
Unidos, como sucede cada 12 años, y numerosos temas de la compleja relación
bilateral formarán parte del debate y las propuestas de los candidatos en ambos
lados de la frontera.
Para los gobiernos de Estados
Unidos, sin importar si son Demócratas o Republicanos, México es considerado
como un “protectorado”[2] de facto, aunque no
lo sea de jure. Es decir, sus políticas públicas requieren del visto
bueno y en ocasiones de la intervención directa de los Estados Unidos, para que
se puedan implementar.
México forma parte de lo que
el establecimiento político-militar estadounidense considera como su “imperativo
categórico”, esto es el espacio que se considera de vital importancia para la
sobrevivencia del Estado norteamericano.
Canadá, México, el Caribe y
Centroamérica tienen una prioridad alta dentro del esquema de seguridad
nacional de Estados Unidos, en donde no están dispuestos a permitir amenazas a
su existencia o predominio.
Por ello el que Cuba, desde
hace 64 años y más recientemente Nicaragua (primero de 1979 a 1990 con la
Revolución Sandinista; y después, en la segunda presidencia de Daniel Ortega de
2007 a la fecha) no estén claramente
subordinados al dominio estadounidense, es considerado como un peligro
permanente para los intereses de Washington en América Latina, y como una grave
vulnerabilidad dentro de su estrategia de seguridad nacional.
Asimismo, los recursos
naturales de México y la mano de obra mexicana son consideradas por las élites
de Washington como “activos” dentro de la hegemonía estadounidense, que deben
jugar en favor del poderío de Estados Unidos en el mantenimiento de su
hegemonía mundial; y como factores que sumen en su favor en la competencia
estratégica con China y Rusia, en la nueva Guerra Fría que se ha desarrollado
en la última década con estas dos potencias.
De ahí que, la crisis
migratoria (una más en los últimos 10 años) en la frontera entre ambos países
(y en el caso de México, también en su frontera sur); el poder de los cárteles
mexicanos del narcotráfico, con su contrabando de drogas a Estados Unidos y
especialmente de fentanilo, que ahora es el causante de decenas de miles de
muertes por sobredosis allende el Bravo; las decisiones “nacionalistas” del
gobierno de López Obrador sobre darle prioridad a las empresas estatales en
materia de producción y distribución de petróleo, gas y electricidad; así como
de proteger el maíz criollo del país y prohibir el transgénico que viene de
Estados Unidos, para consumo humano; han generado un fuerte sentimiento
“antimexicano” dentro de las élites estadounidenses, y por lo tanto una
tendencia a “intervenir” enérgicamente para que su vecino del sur se oriente hacia
los intereses y decisiones estadounidenses.
Por ello el gobierno de Joe
Biden ya no puede detener el próximo inicio de los paneles de solución de
controversias para los casos energético y de maíz transgénico, que en caso de
ser desfavorables para México, implicarían aranceles para los productos de
exportación mexicanos por más de 30 mil millones de dólares (si bien México,
junto con Canadá, ya ganaron el panel de controversias sobre los subsidios a la
industria automotriz estadounidense, lo que le permitiría a nuestro gobierno responder
en alguna medida, con aranceles por varios miles de millones de dólares por
este caso).
De la misma forma, los
precandidatos a la presidencia del Partido Republicano han manifestado que de
una u otra forma, atacarán a los cárteles mexicanos, para detener el
contrabando de fentanilo a los Estados Unidos. Ya sea “cerrando” la frontera
entre ambos países; o atacando dentro de territorio mexicano los laboratorios
en donde los cárteles elaboran las drogas con fentanilo que mandan a Estados
Unidos (con misiles o con grupos de operaciones especiales); incluso, si es
necesario, sin la aprobación del gobierno mexicano.
Además, es posible que la
estancada guerra de Rusia y Ucrania siga generando divisiones en la sociedad
internacional y la posición de México respecto al conflicto tendrá que
aclararse, en vista de que el presidente López Obrador, aunque ha condenado
formalmente la invasión rusa, no se ha sumado a las sanciones contra Moscú; y
por ello en Occidente y en Estados Unidos en particular, seguramente desearán
que la próxima administración pueda sumarse a la coalición anti rusa que lidera
Washington.
Las dos precandidatas a la
presidencia de México, Claudia Sheinbaum por parte de la coalición gobernante y
Xóchitl Gálvez, por parte del frente opositor, no han manifestado ninguna
posición respecto a estos temas cruciales de la relación con Estados Unidos, y
para cuando cualquiera de ellas llegue a tomar el poder, el 1º de octubre del
próximo año, lo más probable es que ya estén avanzados los paneles en materia
energética y respecto al maíz transgénico; es posible que el gobierno de Biden,
faltando entonces apenas un mes para las elecciones estadounidenses, decida
endurecer su política anti inmigrante y fortalezca la presencia militar en la
frontera. Y no se puede descartar que, dependiendo de lo cerrado que esté la
competencia con él partido Republicano, Biden esté dispuesto a realizar
acciones unilaterales contra los cárteles mexicanos del narcotráfico.
Así que la primera presidenta
de México se va a encontrar con un “coctel” explosivo en la relación con Estados
Unidos, y que bien puede empeorar en los siguientes meses, si el candidato
republicano resulta el ganador, -visto que la posición de dicho partido es
mucho más beligerante contra México que la de Biden-; por lo que es necesario
que desde ahora los equipos que rodean a Sheinbaum y Gálvez vayan estableciendo
escenarios y posibles estrategias ante las diferentes eventualidades que se
pueden presentar en la relación bilateral, si se quiere evitar un inicio de
administración improvisado, reactivo y sin objetivos claros, que bien puede resultar
para los estadounidenses en un panorama muy favorable para hacer avanzar aún
más sus intereses sobre los de México.
[1] En
México se renuevan completas las cámaras de Diputados y Senadores; mientras en
Estados Unidos se renueva completa la Cámara de Representantes y un tercio del
Senado.
[2]
Según Georg Shwarzenberger en su libro La Política del Poder (Fondo de
Cultura Económica; México; 1ª edición en español 1960; trad. por Julieta Campos
y Enrique González Pedrero): “Los protectorados internacionales…son casos
límites entre el imperialismo y el colonialismo. Si bien se deja al Estado
protegido con un residuo de su soberanía, el status de dependencia se
deriva todavía del consentimiento del Estado protegido y el ejercicio de los
poderes del Estado protector sobre el estado protegido es el de una potencia
extranjera. No obstante, esta etapa marca la transición del imperialismo al
dominio colonial abierto “ (p.160).
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