Choque de trenes
López
Obrador grita muy fuerte desde Palacio Nacional y se achica en la Casa Blanca.
Es quizás el presidente más sumiso ante EU que se recuerde.
agosto 03,
2022
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/2022/08/03/choque-de-trenes/
El
presidente Andrés Manuel López Obrador le envió ayer –según anunció– una carta
al presidente Joe Biden donde reafirma la soberanía energética mexicana, en
defensa de su interpretación del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá,
el TMEC, y como respuesta a las denuncias de haber violado compromisos
adquiridos. Pero al mismo tiempo, en una bravuconada innecesaria, dijo, como si
el horizonte fuera el retiro de México del acuerdo norteamericano, “¿qué haría
Estados Unidos sin la fuerza de trabajo de los mexicanos?, ¿qué haría su
industria sin las autopartes que se producen en México?”.
Para tener
la lengua larga –de las mañaneras– se requiere tener la cola corta –fortaleza
política y económica–, pues de otra forma sucederá lo que vivió con el
presidente Donald Trump, cuando ante la amenaza de imponer aranceles en 2019
por la migración descontrolada, obligó a López Obrador a ser un muro contra los
centroamericanos, y “se dobló”, como caracteriza Jared Kushner, yerno de Trump,
en sus memorias de la Casa Blanca, libro que comenzará a venderse a finales de
mes.
No ha habido
ningún presidente mexicano que incorpore en su discurso cotidiano la soberanía
y el nacionalismo, que utilice sistemáticamente enemigos externos para ocultar su
falta de pericia y capacidades limitadas para comprender temas complejos, y con
su profundo desdén sobre temas que no sean electorales, lo que lo ha llevado a
ser ante la Casa Blanca, quizás, el Presidente más sumiso que se recuerde.
López
Obrador grita muy fuerte desde Palacio Nacional y se achica en la Casa Blanca.
Pudo haber sido diferente, de haber sido menos superficial en su toma de
decisión, pero no lo fue. El acuerdo comercial fue firmado el 10 de diciembre
de 2018, con las modificaciones solicitadas por los demócratas en materia
laboral. Previamente, como presidente electo, pidió incorporar en el capítulo 8
un párrafo sobre la soberanía y la propiedad mexicana de todos los
hidrocarburos en su territorio.
La
incorporación de ese párrafo se dio tras un fuerte diferendo en la mesa de
negociación con Jesús Seade, representante del presidente electo López Obrador
a invitación del gobierno de Enrique Peña Nieto. El capítulo 8 establecía que
México no podía modificar el sector energético para hacerlo más restrictivo que
en otros acuerdos comerciales. Por instrucciones de López Obrador, Seade envió
una carta al negociador en jefe de la Casa Blanca, Robert Lighthizer, quien
estalló en las sesiones a puertas cerradas. “Are you
fucking me?” (“¿Me quieres joder?”), le gritó Lighthizer a Seade. “A fucking letter is a letter,
regardless how is written” (“una puta carta es una carta, sin importar cómo
está escrita”). López Obrador planteaba reabrir toda la negociación, lo que,
dijo Lighthizer, no era ni serio ni posible. Seade se quedó callado.
Más
adelante, Seade dijo que el presidente electo quería incorporar en ese capítulo
el reconocimiento de la soberanía mexicana de sus recursos naturales, a lo que
nadie le vio problema, y Lighthizer aceptó de inmediato. El problema hoy es la
interpretación del párrafo. López Obrador lo lee como si el capítulo 8 fuera
algo aislado del tratado, y no con obligaciones transversales, como es su
arquitectura. El Presidente lo sabía desde un principio, por lo que al final de
la negociación –antes de las enmiendas–, en una conferencia de prensa en la
embajada mexicana en Washington, Seade afirmó que la reforma energética no se
revertiría. Nunca fue desmentido por el Presidente.
La carta a
Biden, de acuerdo como lo esbozó López Obrador, desmonta sus compromisos de
2018 y reinterpreta el capítulo 8, anticipando un conflicto. El secretario de
Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, dice que existe una interpretación
equivocada de quienes piensan que este diferendo comercial llevará a un pleito,
pero esa pelea, sin embargo, no viene; ya está. En un editorial ayer del diario
más influyente en la capital estadounidense, The Washington Post, se
enumera cómo, pese a haber entrado en vigor el acuerdo el 1 de julio de 2020,
López Obrador ha continuado presionando por un mayor control estatal sobre el
sector energético. “El gobierno de Biden no tiene opción salvo hacerlo
retroceder”, agregó. Es decir, echarle toda la caballería.
López
Obrador está dispuesto a todo, como se adelantó en este espacio el lunes
pasado, hasta que lo convenzan de lo contrario o, como ante Trump y Biden en
materia de migración, recule. Por el momento, el Presidente está envalentonado,
como sugiere la sorna con la que despectivamente habla de una economía de
Estados Unidos sin mexicanos. Debería ser menos alegre con sus cálculos.
La fuerza
laboral civil extranjera en ese país –que incluye refugiados, migrantes
legales, estudiantes, trabajadores temporales e indocumentados– contempla 17.4
por ciento del total. Los hispanos, no sólo los mexicanos, comprenden casi la
mitad de esa fuerza de trabajo. O sea, la estimación de López Obrador no
produciría el impacto que cree.
Dejar de
exportar autopartes sí afectaría la economía de Estados Unidos, pero tendría un
efecto devastador en México. Casi un millón de personas trabajan en la
industria automotriz, muchas de las cuales quedarían desempleadas de la noche a
la mañana. Un informe del banco suizo UBS, dado a conocer esta semana, señala
que si las consultas no llegan a un arreglo, que estima probable por “el
componente ideológico” de López Obrador en la discusión, el mecanismo de
resolución de disputas podría causarle a México aranceles en sectores más allá
del energético, pero, peor aún, con el mayor costo potencial en la pérdida de oportunidades
de inversión.
Eso
realmente no le importa al Presidente. El Washington Post lo
entiende bien. “López Obrador está disfrutando de su inyección de azúcar
nacionalista, burlándose de Estados Unidos”, señaló en su editorial. “Esto fue
especialmente inapropiado –y ominoso– en el contexto de otros recientes
exabruptos, donde llamó ‘traidores’ a sus críticos internos. Al decir López
Obrador ‘nos vemos en tribunales’, Estados Unidos debe defender sus propios
intereses y, en sentido real, también los mejores intereses del pueblo
mexicano”.
El choque de
trenes avanza.
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