Cómo puede Estados Unidos perder la nueva guerra fría
Joseph E.
Stiglitz
https://www.jornada.com.mx/2022/06/22/economia/022a1eco
Parece que
Estados Unidos ha iniciado una nueva guerra fría con China y Rusia
a la vez. Y la dirigencia estadunidense la presenta como una confrontación
entre la democracia y el autoritarismo, lo cual resulta sospechoso, sobre todo
cuando esa misma dirigencia corteja activamente a un violador sistemático de
los derechos humanos como Arabia Saudita. Esta hipocresía hace pensar que, al
menos en parte, lo que está en juego aquí es la hegemonía global más que una
cuestión de valores.
Tras la
caída de la Cortina de Hierro, Estados Unidos fue durante dos décadas el número
uno indudable. Luego llegaron las desastrosas guerras en Medio Oriente, el
derrumbe financiero de 2008, el aumento de la desigualdad, la epidemia de
opioides y otras crisis que parecieron poner en duda la superioridad del modelo
económico estadunidense. Además, sumando la victoria electoral de Donald Trump,
el intento de golpe en el Capitolio, las numerosas matanzas en tiroteos, los
intentos de supresión de votantes por parte del Partido Republicano y el auge
de cultos conspirativos como QAnon, hay pruebas más que suficientes para pensar
que algunos aspectos de la vida política y social de Estados Unidos se han
vuelto profundamente patológicos.
Por supuesto
que Estados Unidos no quiere que lo destronen. Pero que China lo supere en lo
económico es sencillamente inevitable, cualquiera sea el indicador oficial que
se use. No sólo su población es cuatro veces mayor a la de Estados Unidos, sino
que su economía también creció al triple (https://bit.ly/3HI3Bgv) durante muchos años, de hecho, ya
superó (https://bit.ly/39InWWB)
a Estados Unidos por paridad del poder adquisitivo en 2015.
Aunque China
no haya lanzado un cuestionamiento estratégico directo a Estados Unidos, las
señales son claras. En Washington hay consenso bipartidario (https://brook.gs/2IQTAmB)
respecto de que China puede plantear una amenaza estratégica, y que lo menos
que debe hacer Estados Unidos para mitigar el riesgo es dejar de colaborar con
el crecimiento de la economía china. Según esta visión, se justifica tomar
medidas preventivas, aunque eso implique violar las normas de la Organización
Mundial del Comercio, en cuya redacción y promoción Estados Unidos tuvo una
importante participación.
Este frente
de la nueva guerra fría ya estaba abierto mucho antes de la
invasión rusa a Ucrania; después de lo cual, altos funcionarios estadunidenses
exhortaron (https://wapo.st/3NpkYnT)
a que la guerra no desvíe la atención de la amenaza real a largo plazo: China.
Puesto que la economía de Rusia es más o menos igual en tamaño a la de España,
su alianza ilimitada con China no parece tener mucha importancia
económica (aunque su prontitud para las actividades disruptivas en todo el
mundo puede resultarle útil a su más grande vecino del sur).
Pero un país
en guerra necesita una estrategia, y Estados Unidos no puede ganar
una nueva carrera entre grandes potencias solo; necesita amigos. Sus aliados
naturales son Europa y las otras democracias desarrolladas de todo el mundo.
Pero Trump hizo todo lo posible por alejarlas, y los republicanos (que todavía
están completamente atados a él) han dado amplios motivos para dudar de que
Estados Unidos sea un socio fiable. Además, Estados Unidos también tiene que
ganarse la buena voluntad de miles de millones de personas en los países en desarrollo
y emergentes; no sólo para tener los números de su lado, sino también para
garantizarse acceso a recursos críticos.
Para
congraciarse con el mundo, Estados Unidos tendrá que recuperar mucho terreno
perdido. Su larga historia de explotar a otros países no ayuda, como tampoco su
profundamente arraigado racismo (una fuerza que Trump canaliza con pericia y
con cinismo). El último ejemplo es la contribución de las autoridades
estadunidenses al “ apartheid vacunatorio” (https://bit.ly/3HKAnOo)
global, por el que los países ricos consiguieron todas las dosis que
necesitaban, mientras la gente de los países pobres quedó librada a su suerte.
En tanto, los adversarios en la nueva guerra fría estadunidense
pusieron sus vacunas a disposición (https://go.nature.com/3zU0VdN) de otros países a precio de
costo o inferior y los ayudaron a desarrollar capacidad de producirlas por sí
mismos.
La falta de
credibilidad se magnifica en lo relacionado con el cambio climático, que afecta
en forma desproporcionada a los países del Sur Global (https://bit.ly/3NbN5GE), que
son los menos preparados para hacerle frente. Aunque los principales mercados
emergentes hoy son la fuente principal de gases de efecto invernadero, la
emisión acumulada de Estados Unidos sigue siendo con diferencia la mayor (https://bit.ly/3n4Bcb4). El
mundo desarrollado no deja de sumar emisiones, y para peor ni siquiera ha
cumplido sus exiguas promesas de ayudar a los países pobres a manejar los
efectos de una crisis climática que causaron los países ricos. Por el contrario,
los bancos estadunidenses contribuyen al riesgo de crisis de deuda (https://bit.ly/3QAyl7f) en
muchos países, exhibiendo a menudo una perversa indiferencia respecto del
sufrimiento resultante.
Europa y
Estados Unidos son muy buenos para dar lecciones a otros sobre lo que es
moralmente correcto y económicamente razonable. Pero el mensaje termina
siendo haz lo que yo digo y no lo que yo hago (algo que la
persistencia de los subsidios agrícolas de Estados Unidos y Europa pone en
claro). Más aún después de Trump, Estados Unidos ya no tiene ningún derecho a
la superioridad moral, ni credibilidad para dar consejos. El neoliberalismo y
la economía del derrame jamás gozaron de mucha aceptación en el Sur Global, y
ahora están perdiéndola en todas partes.
Al mismo
tiempo, China se ha destacado por su capacidad para proveer infraestructuras
físicas (https://bit.ly/3zPy1vz)
a los países pobres en vez de dar lecciones. Es verdad que a menudo esos países
terminan muy endeudados; pero viendo cómo se han portado los bancos
occidentales como acreedores en el mundo en desarrollo, Estados Unidos y otros
no están en posición para lanzar acusaciones.
Podría
seguir, pero creo que mi argumento ya está claro: si Estados Unidos se va a
embarcar en una nueva guerra fría, tiene que comprender qué
necesita para ganarla. Las guerras frías se ganan en última
instancia con el poder blando de la atracción y la persuasión. Para salir airosos,
tenemos que convencer al resto del mundo de que nos compre no solamente
nuestros productos, sino también el sistema social, político y económico que
vendemos.
Estados
Unidos sabrá hacer los mejores bombarderos y sistemas misilísticos del mundo,
pero aquí no nos servirán de nada. Por el contrario, tenemos que ofrecer a los
países en desarrollo y emergentes ayuda concreta, comenzando con la suspensión
de derechos de propiedad intelectual sobre todo lo relacionado con el covid,
para que esos países puedan fabricar vacunas y tratamientos por sí mismos.
Igual de
importante, Occidente debe lograr que su sistema económico, social y político
vuelva a ser la envidia del mundo. En Estados Unidos, el primer paso es reducir
la violencia con armas de fuego, mejorar la regulación ambiental, combatir la
desigualdad y el racismo y proteger los derechos reproductivos de las mujeres.
Hasta que hayamos demostrado que merecemos liderar, no podemos esperar que
otros nos sigan.
Joseph E.
Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor distinguido en la Universidad
de Columbia e integrante de la Comisión Independiente para la Reforma de la
Fiscalidad Corporativa Internacional.
Traducción: Esteban Flamini
Copyright: Project Syndicate, 2022.www.project-syndicate.org
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