MIGRACIÓN DESCONTROLADA,
GOBIERNOS IMPOTENTES Y CIUDADANÍA
EXASPERADA
En
prácticamente todo el mundo, centenas de miles de personas abandonan sus pueblos, regiones y países para buscar salvar su vida, mejorarla o brindarles a
sus hijos oportunidades de progreso.
Guerras
entre países, guerras civiles, violencia criminal, crisis económicas, crisis
ambientales, desastres naturales, explotación extrema de la mano de obra,
dictaduras, estados fallidos, o la simple ambición de buscar nuevos derroteros,
han lanzado en las últimas tres décadas a millones de personas en el mundo a migrar
del campo a la ciudad, de regiones aisladas a más urbanizadas, de un país a
otro, o de un continente a otro.
Pero los
riesgos son innumerables, porque todavía el mundo está dividido en estados
soberanos, que deciden quién entra y quién no a sus territorios. Y aunque la
mayoría no tiene la capacidad para controlar al 100% sus fronteras y sus
puertos de entrada, sí al menos establecen una primera línea de contención ante
los extranjeros, los que no son nacionales o residentes legales del país, para
evitar su entrada libre al territorio.
Sin embargo,
las crisis económicas, las guerras, la violencia criminal, el cambio climático,
los desastres naturales, los malos gobiernos se han multiplicado en las últimas
tres décadas, obligando a millones de personas a salir de sus lugares de
origen, principalmente hacia ciudades, zonas, regiones y países más desarrollados
en busca de seguridad, mejoría económica y un horizonte más promisorio para su
descendencia.
Ante ello
los gobiernos de países subdesarrollados, desarrollados o incluso las
superpotencias, se han visto rebasados, por la cantidad, la constancia y la
perseverancia de los migrantes que no están dispuestos a quedarse en sus
lugares de origen; y que constantemente arriesgan la vida en travesías llenas
de peligros y caen en manos de inescrupulosos traficantes de personas, que han
convertido esta actividad en un negocio tan lucrativo como el narcotráfico.
Según la
Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en lo que va del 2021 el
saldo de muertes de migrantes en el mundo (al menos los oficialmente contabilizados)
es de 4470[1]; y desde 2014 suman 45,400
las muertes.
Ningún
gobierno en el mundo tiene la solución a este fenómeno social transfronterizo,
pues implica una problemática multidimensional, que cubre a la mayor parte del
mundo, por lo que los gobiernos tomados de manera individual son impotentes
para detener el flujo migratorio, como lo siguen intentando infructuosamente
muchos países; absorber de una manera humanitaria y ordenada dicho flujo en sus
sociedades, y al mismo tiempo, generar las condiciones idóneas en los países
expulsores, para que la gente no sienta la necesidad de emigrar, en vista de
que la seguridad, la economía, la política, brindan un entorno favorable para
el desarrollo humano en esos países de origen.
Según la OIM
el número de migrantes en el mundo hasta el 2020, llegó a 281 millones de
personas[2], equivalente al 3.6% de la
población mundial.
En 2019, los
migrantes en el mundo enviaron remesas a sus países de origen por un monto de 717
mil millones de dólares y se considera que el número de trabajadores migrantes
en el mundo es de 168 millones de personas.
Mientras la
comunidad internacional esté más preocupada por las presiones políticas y
económicas internas, de sus ciudadanías que se exasperan con la llegada incontrolada
de decenas de miles de personas de otros países, y se prefiera asumir una
posición soberanista, en la que sólo los intereses nacionales cuentan, sin
tomar en cuenta la globalidad del fenómeno que se enfrenta, el problema sólo
crecerá como bola de nieve, los riesgos y las muertes de los migrantes en el
mundo aumentarán, y los enfrentamientos entre poblaciones receptoras y de los
países de tránsito, con los migrantes se exacerbarán.
Si la
comunidad internacional sigue “pateando el bote” de este problema por años, la problemática
será cada vez peor, y los costos futuros para intentar resolverla se
multiplicarán.
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