El progresismo del Grupo Puebla
Marcos
Roitman Rosenmann
https://www.jornada.com.mx/2021/12/05/opinion/017a2pol
Inaugurar un
capitalismo con rostro humano, así podríamos sintetizar su ideario. Sus
integrantes, a título individual han sido o son presidentes de gobiernos, jefes
de Estado, dirigentes de partidos políticos, ministros, embajadores, etcétera,
figuras cuyas opiniones y decisiones tienen peso en sus países y en el contexto
internacional. De reciente creación, 2019, tienen en su haber, despertar la
fobia de la ultraderecha latinoamericana y española. Pero ello no justifica
otorgarles carta blanca, ni validar su argumentario, menos aún si entre sus
miembros destacan figuras como Lula da Silva, Evo Morales, Dilma Rousseff, José
Mujica o Rafael Correa. Ellos no lavan la cara ni limpian el pasado de muchos
de sus integrantes. Lo cual no es contradictorio con señalar que sus propuestas
suscitan la aprobación de todo bien nacido. Es imposible negar su humanismo
cristiano. Se pide más democracia, un rol activo del Estado, reformas
tributarias, combatir la desigualdad, salud universal o luchar contra el
calentamiento global. Se podría aducir que en estos tiempos es la única opción
posible. Pero en eso consiste la trampa del progresismo. De lo malo, lo menos
malo. Y así nos va.
Reunidos en
la Ciudad de México el reciente primero de diciembre, han elaborado una
propuesta bajo el enunciado: Un modelo de desarrollo solidario,
levantado sobre seis ejes, pretende: la superación de la desigualdad
social, la búsqueda de valor, una nueva política económica, la transición
ecológica, la integración como construcción de la región y una nueva
institucionalidad democrática. Este modelo basado en un enfoque de género y
diferenciado que proponemos como la hoja de ruta del progresismo
latinoamericano y caribeño con miras al abandono definitivo del anacrónico
modelo neoliberal. Este último con vocación extractivista ha dejado efectos
difícilmente reversibles sobre el medioambiente, ha significado alarmantes
niveles de concentración de la riqueza que nos convierten en la zona más
desigual del planeta y ha atrofiado los circuitos de redistribución.
Nos sumamos
a la declaración ¿Pero cómo se implementarán tales medidas, quiénes representan
las fuerzas del cambio y dónde se ubican las resistencias? En todo el
documento, no hay mención, aunque sólo sea de pasada, al espacio tiempo en el
cual se desarrolla la propuesta: el capitalismo. Tampoco se alude al poder de
las trasnacionales, el complejo industrial militar, financiero y digital, en
concreto al imperialismo. ¿Será el lenguaje inclusivo? ¿Pero cómo luchar contra
el neoliberalismo sin cuestionar las formas de explotación capitalista? Algunos
dirán que no hace falta mencionarlo, se sobreentiende. La explicación no es
suficiente, hay que hacerlo explícito, de lo contrario estaríamos ante el
dilema ¿es conveniente mentir al pueblo? Luego vienen las frustraciones: donde
dije digo, digo Diego.
El
progresismo del Grupo de Puebla acaba por remozar al capitalismo. Y no puede
ser de otra manera. Si miramos con atención el nombre de algunos de sus
fundadores, hasta completar la media centena, aflora cierta desazón y
perplejidad. Su diversidad podría ser un plus, pero cuando unos y otros están
en las antípodas, la duda se abre camino. Entre otros, nos encontramos con el
chileno José Miguel Insulza, ex secretario general de la OEA, el mismo que
combatió y declaró la guerra a la República Bolivariana de Venezuela y su
presidente Hugo Chávez, quien se opuso a la extradición de Pinochet a España,
avaló las políticas estadunidenses para América Latina y como ministro del
Interior del gobierno de Ricardo Lagos aplicó la ley antiterrorista de la
dictadura para reprimir al pueblo mapuche. Otro chileno de pro, Carlos Ominami,
coordinador del programa de gobierno de la Concertación, tuvo el mérito de
blanquear el proyecto neoliberal de la dictadura como ministro de Economía y
otro chileno, su ahijado, Marco Enrique Ominami, manchó su nombre al
descubrirse que su partido recibió dinero del ex yerno de Pinochet para su
campaña. En la lista figura el monárquico Luis Rodríguez Zapatero, quien siendo
presidente de gobierno pactó en 2011 la reforma del artículo 135 de la
Constitución para limitar el gasto social a la estabilidad presupuestaria. Un
verdadero golpe de Estado judicial o lawfare. Además de ser
artífice del acuerdo para la instalación en España del escudo antimisiles y los
vuelos hacia Guantánamo. Pero también tenemos a Beatriz Paredes, ex presidenta
del PRI, diputada y senadora, quien miró hacia otro lado ante la represión
política en Chiapas y avaló las políticas neoliberales, las cuales hoy dice
combatir. Destaca el ex presidente de Colombia, Ernesto Samper, poco hizo
durante su gobierno para frenar a los paramilitares, enfrentarse a las
políticas de la DEA o garantizar la vida y frenar los asesinatos de los
dirigentes campesinos y sindicalistas. En Uruguay vemos a Rafael Michelini,
defensor a ultranza de la reforma de las pensiones y su privatización en
beneficio de los bancos. Junto a ellos, víctimas de golpes de Estado: Dilma
Rousseff, Manuel Zelaya, Evo Morales o Fernando Lugo. La lista de neoliberales
conversos es grande y genera desazón.
Por último,
resulta significativo, la exclusión de cubanos y venezolanos en la lista
fundacional del Grupo de Puebla, cuando sus proyectos coinciden con los
objetivos demandados por sus creadores. Eso sí, el grupo de Puebla se vanagloria
de tener el apoyo de la Internacional Socialista, quien reconoce al golpista
Leopoldo López como líder de la oposición venezolana a la par que democracia
para Cuba. La esquizofrenia de estar a bien con Dios y el diablo. Después de lo
dicho, cabe preguntarse: ¿De qué progresismo hablamos?
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