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Zapata

domingo, 12 de diciembre de 2021

 El complejo militar-industrial

Raúl Romero*

https://www.jornada.com.mx/2021/12/12/opinion/014a1pol


El 17 de enero de 1961, al concluir su mandato como presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower pronunció un discurso sobre el que mucho se ha escrito desde entonces. En aquella ocasión, el presidente saliente informaba sobre el poderío que el complejo militar-industrial había adquirido: En los consejos de gobierno, debemos estar alertas contra el desarrollo de influencias indebidas, sean buscadas o no, del complejo militar-industrial. Existe y existirán circunstancias que harán posible que surjan poderes en lugares indebidos, con efectos desastrosos.

Por complejo militar-industrial Eisenhower se refería al vínculo del sistema militar, la industria armamentista y el gobierno, conjunción que involucraba las labores de más de 3 millones y medio de personas, así como un millonario presupuesto que representaba más que los ingresos netos de todas las empresas de Estados Unidos en aquellos años. El complejo militar-industrial, que se construía bajo el argumento de la defensa nacional y la paz mundial, fue tomando forma después de la Segunda Guerra Mundial.

La influencia de esta poderosa alianza entre industriales, militares y gobernantes, señaló Eisenhower, era total: económica, política, espiritual y palpable en cada ciudad, en cada parlamento estatal, en cada departamento del gobierno federal. Además, el complejo militar-industrial implicó también la reproducción de capital, de desarrollo de tecnología militar y la expansión imperialista estadunidense.

Si bien las alianzas entre industriales, gobernantes y militares datan de tiempo atrás y tienen diferentes aterrizajes, según las condiciones y características de cada país, la categoría complejo militar-industrial ayudó a entender algunas dinámicas del militarismo y la militarización, y también facilitó la comprensión de la consolidación y expansión de la élite del poder en Estados Unidos.

Cinco años antes del discurso de Eisenhower, el sociólogo Charles Wright Mills analizó en su libro La élite del poder (1956) los cambios en la élite estadunidense y concluyó que, para su época, ésta estaba compuesta, principalmente, de la alianza entre los señores de la guerra, los altos jefes de las empresas y el directorio político. Los señores de la guerra, explica Mills, avanzaron llenando vacíos políticos, fueron obteniendo y se les fue otorgando un poder cada vez más grande para tomar decisiones de las más graves consecuencias o para influir en ellas. Mills también alertó sobre el papel de la publicidad y la tecnología en el complejo, motivo por el que algunos especialistas prefieren usar el término complejo militar-industrial mediático y tecnológico.

Más de medio siglo ha pasado desde las advertencias que tanto Mills como Eisenhower lanzaron. Sus pronósticos se cumplieron: el complejo militar-empresarial hoy sigue vigente y con un peso determinante en la política interior y exterior de Estados Unidos. No importa si en el gobierno están demócratas o republicanos, las élites militares siguen en el poder tomando muchas de las decisiones o, incluso, fabricando guerras para garantizar la reproducción de capital. Pero su vigencia ha implicado también su adaptación. Las armas y los enemigos han cambiado, por eso hoy el complejo militar-industrial construye tecnologías para la vigilancia, el control y la destrucción, al tiempo que fabrica una narrativa de nuevas amenazas, como el terrorismo, el crimen organizado y las personas migrantes.

Hoy que en México el Ejército gana cada vez más influencia en todos los ámbitos, ya sea en lo político, en lo económico e incluso en lo ideológico, vale recuperar las reflexiones en torno a la categoría de complejo militar-empresarial para intentar entender el fenómeno.

En primer lugar, hay que observar la renovada alianza entre gobernantes, militares e industriales en 2006 y reorientada en 2018 hacia el sector extractivo, de infraestructura y de energéticos, ya sea en la edificación del aeropuerto de Santa Lucía, del Tren Maya o del Corredor Interoceánico, por mencionar algunos. Además, definir estos proyectos y obras como de seguridad nacional devela la importancia de esta alianza en el actual proyecto de país. También hay que observar si esta alianza se trata o no de una extensión de los intereses del complejo militar-industrial estadunidense o tiene intereses propios.

En el plano ideológico es necesario poner atención en medidas que van desde el regreso de la obligatoriedad del servicio y la cartilla militar, hasta una amplia estrategia publicitaria que coloca al Ejército como depositario de los valores patrios y la defensa de la nación.

Igualmente, hay que advertir dos escenarios posibles y que ambos casos son contraproducentes para la sociedad: la posibilidad de que esta alianza sea apenas el germen de una renovada élite o bien la posibilidad de que la antigua élite recupere el aparato de Estado, escenario en el que un Ejército con ese poder significaría una amenaza aún mayor para las fuerzas progresistas, democráticas y revolucionarias.

Cuando los militares son miembros predominantes de la élite del poder, reflexionaba Mills, lo que buscan es su expansión. Ojalá todavía estemos a tiempo de cerrarles el paso.

* Sociologo

Twitter: @RaulRomero_mx

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