LA UTOPÍA
Vivimos en un
tiempo de definiciones. Nada de hipocresías o “medias tintas”. O se cree en la
utopía[1], en la tierra prometida, o
se es un incrédulo.
Sólo hay
lugar para los fieles al camino trazado por el ungido por el pueblo; los no
creyentes son un obstáculo, una anomalía, un desecho; son prescindibles.
No hay, no puede
haber un “centro” político, porque ello implica negociación, compromiso,
aceptación de que existe el otro con el que hay que dialogar, debatir y más
peligroso aún, con quien eventualmente podría haber alguna coincidencia.
No, la única
forma de llegar al paraíso es creyendo totalmente en la escritura y en su
mesías. Cualquier duda, desviación, atajo, etc. es una herejía, que debe ser castigada,
por lo pronto, con la expulsión del sendero luminoso por el cual transita el
pueblo elegido; y más adelante, si aún existen estos impíos, con su
destrucción.
La realidad
es una construcción mental, emocional, que puede y debe ser moldeada por quien
ve más allá que los demás; por quien sabe de antemano qué necesitan, desean,
anhelan los habitantes de estas tierras.
Por ello, la
realidad puede ser moldeada por el discurso, por las palabras, repetidas miles
de veces de ser necesario, hasta que los seguidores estén completamente
convencidos de que sólo hay un camino, de que sólo hay una voz que tienen que
escuchar; y de que los pesares, sufrimientos, carencias, etc. del vivir
cotidiano son nada, nada significan si crees en el paraíso, si vives en él a
través de la palabra del ungido.
Quienes
critican, denuncian, reclaman, se inconforman, etc. es porque se niegan a beber
del maná que surge del guía que lleva a su pueblo por el camino de la felicidad.
Ya no hace
falta de drogas sicodélicas o de litros de alcohol para evadirse de una
realidad espantosa, llena de muertos por Covid, por la violencia criminal, de
pobreza, desigualdad, impunidad, injusticia.
Sólo hace
falta escuchar con atención, con devoción la palabra del ungido, y con ello
levitarás hasta lo más alto del cielo, desde donde podrás ver a esos pobres incrédulos
que se han quedado rumiando sus derrotas y su impiedad.
[1]
Plan o sistema ideal de gobierno en el que se concibe una sociedad perfecta y
justa, donde todo discurre sin conflictos y en armonía.
"Tomás Moro acuñó en el siglo XVI la voz ‘utopía’
en una obra del mismo título en la que imaginó una isla desconocida en la que
se llevaría a cabo la organización ideal de la sociedad".
Proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso,
generalmente para la comunidad, que es muy improbable que suceda o que en el
momento de su formulación es irrealizable.
"bajo forma de aspiración íntima, ensueño o
utopía, el hombre, simplemente por ser hombre, aspira a su plena
felicidad"
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