Arde Colombia: élites vándalas
Estefanía Ciro*
https://www.jornada.com.mx/2021/05/09/politica/014a1pol
Desde el 28 de abril,
la gente en Colombia –y los y las colombianas fuera del país– está en las
calles, tumbando estatuas, bailando, haciendo música, gritando, pintando,
detonando una de las mayores movilizaciones sociales en la historia, también
una de las más cruentas. Desde el primer día hasta el pasado viernes, se
contabilizaban mil 773 casos de violencia policial, 37 víctimas de asesinato y
936 detenciones arbitrarias. Según las Organizaciones Defensoras de Derechos
Humanos se han reportado desde ese día 379 personas de las que no hay rastro.
En Chile, en 150 días de movilización, se produjeron 34 muertes; en Estados
Unidos, tras el asesinato de George Floyd, en 60 días de marchas, se reportaron
30 muertes. En Colombia, durante ocho días habían sido asesinadas 37. Es una
cacería. Pero los pueblos avanzan, y esto desborda la inconformidad por una
reforma fiscal; muchos colombianos ya no son inmunes a la realidad.
Entre las cosas por hacer en Medellín que venden los tours no
está, por supuesto, visitar La Escombrera. Medellín ha tenido un crecimiento
inmobiliario sostenido, una ciudad colgada azarosamente entre las montañas; La
Escombrera es donde se han lanzado los restos de los escombros de
este desarrollo, tetas y edificios, dicen los turistas. Pero también La
Escombrera podría ser la fosa común más grande del país. No se sabe aún cuántas
personas fueron y siguen siendo sembradas en esta montaña de escombros. El
escenario más crudo fue cuando durante la Operación Orión, una cacería urbana
paramilitar en apoyo del ejército sobre la Comuna 13, enterró la población ahí.
Esta metáfora, que nos planta frente a los ojos Pablo Montoya en su libro La
Sombra de Orión, es la contradicción de una nación en guerra de los que se
enriquecen en ella y los jodidos.
Por una parte, nos robaron la posibilidad de un futuro sin armas. Nos
dijeron que se iban las FARC y el país mejoraba y no, se han encargado de
romper uno a uno los compromisos, y nos empujan a una espiral de violencia y de
degradación humana a la que las élites vándalas han estado acostumbradas a lo
largo de la historia de la nación. Quieren volver a asperjar con glifosato,
quieren volver a criminalizar a los campesinos y los pueblos étnicos, quieren
impedir la justicia transicional. Hace un par de semanas asesinaron a una
gobernadora indígena y la lista de dirigentes regionales y nacionales, y ex
combatientes asesinados crece diariamente. El silencio de los
fusiles temporal nos permitió escuchar el país muerto, sus víctimas, que
como dice Pablo Montoya, es este enjambre descomunal y aturde cuando se
oye.
De otra, el bolsillo no aguanta. Antes de la pandemia, el gobierno hizo
una reforma fiscal que benefició al gran capital y descapitalizó el Estado.
Entramos a la crisis del coronavirus y la manera de corregir el hueco fiscal
provocado por el gobierno de Iván Duque fue redactar una reforma que desconoce
que se vive en un país donde 90 por ciento de la población gana menos de mil
100 dólares. Hace un par de semanas, el Departamento Nacional de Estadísticas
informó que el último año aumentó el número de personas en pobreza en 3
millones y ahora hay 46 por ciento de pobres, casi la mitad. Los edificios
llenos de trapos rojos de gente pidiendo comida en los barrios populares de
toda la nación son la voz del hambre. La imposibilidad de controlar la
pandemia, que en este momento está en su tercer pico, con un país que ha estado
encerrado sin alternativas económicas, pero aun así contagiándose, detonaron en
legítima rabia.
La historia nos enseña que en los periodos más agudos del conflicto
armado en el país (2002-2010) se llevó a cabo el boom del
sistema financiero; el crecimiento del Grupo Aval no se da por fuera de este
contexto de guerra. No se está marchando por un mal gobierno, la nación se
levanta porque ya no es inmune a la realidad de que la guerra para muchos era
un velo; ha habido gente que se ha beneficiado en medio de la guerra, y
quieren, ahora en medio de la pandemia, seguir haciéndolo. A esto hay que
sumarle que Cali, un epicentro de la cacería desatada por el gobierno
colombiano, es también el lugar donde se está jugando la reconfiguración de las
economías de la cocaína, en la cual hay sectores institucionales y élites
involucradas. Desatar esta violencia en medio de este reacomodo del
narcotráfico no puede ser pasado por alto.
Vandalizaron la economía, la paz, el futuro, la salud, la vida. ¿Quiénes
son los vándalos? No los vemos. Vemos una camioneta blanca que le dispara a un
punto de misión médica organizada por ciudadanos para atender las emergencias
del Paro en Cali. Le dispara a los y las doctoras y enfermeras que
voluntariamente están atendiendo ahí. Vemos que desde una moto disparan
a quemarropa una ráfaga a tres marchantes en el Viaducto de Cali. Vemos un
helicóptero aterrizando en un colegio en Bogotá, vemos a la policía
disparándole sin control a las personas que persigue en sus motos.
Vemos las nuevas tanquetas del Esmad lanzando ráfagas de aturdidoras.
Es un escenario de guerra.
Vemos también a las Altas Cortes violando la independencia
constitucional y escribiendo comunicados conjuntos con el gobierno de Iván
Duque creyendo que un papel va a detener este hilo que se hizo quebrada ahora
es un río.
Vemos fotos. La imagen es en blanco y negro, la de un hombre encapuchado
vestido de militar señalando una casa. Es una foto de 2002 de Jesús Abad
Colorado, durante la Operación Orión, en el barrio San Javier, en Medellín. Va
señalando a quién asesinar, capturar, desaparecer. Vemos tuits. Vemos a un ex
presidente dando vía libre a la policía para el uso de armas de fuego porque,
según él, están en su derecho. También vemos tuits del mismo ex presidente
diciendo que la bandera del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) es la de
un grupo guerrillero. Lo vemos gritando en CNN que los muertos de las marchas
no son de las marchas.
Y por supuesto, no son de las marchas, son de la esperanza de rescribir
nuestro mito. Ahora o nunca.
* Doctora en sociología, investigadora del Centro de Pensamiento de la
Amazonia Colombiana, AlaOrillaDelRío. Su último libro Levantados de la selva .
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