ISRAEL PROVOCA LA ESCALADA DE
VIOLENCIA
Desde el
lunes 10 de mayo pasado se ha desarrollado una escalada de bombardeos israelíes
sobre la Franja de Gaza y lanzamientos de cohetes por parte de Hamas hacia
diversas ciudades israelíes.
Para la
prensa y los medios de comunicación internacionales esto es un “enfrentamiento”,
un “conflicto” o un “intercambio de hostilidades”, como si fueran dos
contendientes de boxeo, con el mismo peso, estatura y capacidades.
Pero no es
así, Israel es muchísimo más poderoso que Hamas, organización que gobierna la minúscula
franja de tierra en donde el gobierno israelí tiene arrinconados en una prisión
a cielo abierto a cerca de dos millones de palestinos, que han sido castigados
colectivamente desde 2006 por haber elegido en elecciones democráticas como sus
gobernantes a los miembros del grupo Hamas, que tanto Israel como Estados
Unidos consideran una organización “terrorista”.
El contexto
de esta situación explica la reacción palestina, ante las constantes
provocaciones y agresiones israelíes.
En los
últimos años, los colonos israelíes, apoyados por diversos partidos de la
derecha política israelí, así como por el gobierno de Benjamín Netanyahu, han desarrollado
una estrategia de permanente acoso y agresiones contra los palestinos en
Cisjordania y en el este de Jerusalén, con objeto de ir amedrentando, intimidando
y acorralando a la población palestina en diversas zonas que desean ocupar
ilegalmente, tratando de expulsar a los habitantes de esas áreas.
El objetivo es
que la mayor parte de los palestinos salgan definitivamente de sus casas,
propiedades y tierras, como ha sido siempre el objetivo del sionismo y de todos
los gobiernos israelíes desde la fundación del Estado de Israel en 1948.
En esta ocasión,
varios factores se combinaron para que el gobierno de Netanyahu iniciara una
provocación contra los palestinos, esperando una respuesta de parte de Hamas
y/o de la Yihad Islámica Palestina, que le diera el pretexto para bombardear,
una vez más, la Franja de Gaza, de manera indiscriminada.
En primer
lugar, Netanyahu se encuentra en una situación interna complicada pues los
últimos dos años se han tenido que realizar cuatro elecciones generales en las
cuales su partido y la coalición que lo apoya (principalmente partidos
religiosos de derecha), no han conseguido la mayoría en el Parlamento
(Knesset), por lo que se vislumbraba una quinta elección o la posible formación
de un gobierno con una coalición de partidos de centro derecha que no incluyera
al Likud, partido de Netanyahu (principalmente aliando a Yair Lapid y Naftalí Bennet).
En caso de
que se formara un gobierno sin que Netanyahu lo encabezara (es el Primer
Ministro con más años al frente del gobierno israelí en la historia de Israel),
el juicio que se inició este año en su contra por varios cargos de corrupción
podría, llevarlo a su encarcelamiento. Algo que no sucedería en caso de seguir
como Primer Ministro, y mucho menos si está en medio de una “guerra” contra el
grupo Hamas, lo que normalmente une a todos los partidos israelíes (quizás con
la excepción de los partidos árabe-israelíes) en torno al gobierno.
Por otra
parte, en el ámbito externo, si bien Netanyahu ha avanzado con su estrategia de
establecer relaciones diplomáticas con diversos países musulmanes, a través de
los llamados Acuerdos Abraham, que han sido apoyados por las administraciones
de Donald Trump y de Joe Biden, también se encuentra en un momento de
complicaciones pues la administración del presidente Biden ha insistido en reiniciar las negociaciones con Irán sobre el tema nuclear; una parte del ala
progresista del Partido Demócrata es cada vez más crítica hacia Israel por su
política de sojuzgamiento contra los palestinos; organizaciones no
gubernamentales como Human Rights Watch y la israelí Betselem han difundido
informes en que catalogan a Israel como un sistema de “apartheid” contra los
palestinos: y, su aliado Mohammed bin Salman de Arabia Saudita, ante el menor apoyo
de la administración Biden a su gobierno, ha decidido comenzar a disminuir la
tensión en sus relaciones internacionales, y está intentando un entendimiento
con Irán (como ya lo logró con Qatar).
Todo ello
convenció a Netanyahu de provocar un conflicto con los palestinos, para lo cual
se aprovechó la expulsión de varias familias palestinas de sus casas en el barrio
de Sheik Jarrah, para lanzar a los agresivos colonos judíos a provocar
enfrentamientos con los palestinos que protestaban por estos hechos.
Así también,
aprovechando el mes del Ramadán durante el cual los musulmanes palestinos
normalmente acuden a la mezquita de Al-Aqsa, se permitió nuevamente la llegada
hasta ahí de provocadores sionistas que agredieron a los palestinos y ello llevó
a la intervención policiaca, que se dedicó a reprimir sólo a los palestinos e incluso
ingresaron en la mezquita con gases lacrimógenos y la represión directa a los fieles
musulmanes, lo que generó la ira y la respuesta de estos.
Todo fue una
provocación orquestada por Netanyahu y sus aliados de la derecha religiosa
israelí, para unificar a los israelíes judíos en torno de Netanyahu; volver a
destruir infraestructura esencial de Hamas en la Franja de Gaza; mantener la
represión policiaca y militar sobre los palestinos de Cisjordania; obligar a su
subordinado, el gobierno de Estados Unidos, a decantarse en apoyo de Israel, y
con ello dificultarle aún más el avance de las negociaciones con Irán sobre el
acuerdo en materia nuclear, pues Netanyahu como se sabe, se opone radicalmente
al mismo, y una situación de “guerra” contra Israel, obliga a sus subordinados
estadounidenses a apoyar las posiciones israelíes, sin importar lo
descabelladas y contrarias al Derecho Internacional que puedan ser; y demuestra
su compromiso con los colonos sionistas y los partidos religiosos que los apoyan,
así como con su base de radicales de derecha del Likud y de otros partidos, que
nuevamente lo verán como un líder fuerte, que “defiende” a Israel.
En suma Israel vuelve a generar provocaciones y agresiones contra los palestinos, en
función de sus intereses principales: la expulsión definitiva de todos los
palestinos de Israel; la subordinación completa (el sistema de apartheid), para
la minoría palestina que ya es ciudadana israelí; la destrucción y/o
balcanización de los países que considera sus enemigos en el Medio Oriente (principalmente
Irán y Siria); la destrucción de las organizaciones que defienden los derechos
palestinos (Hamas, Hezbolah, la Yihad Islámica Palestina); ser el único país
con armas nucleares en el Medio Oriente y mantener una ventaja incontestada en
materia militar sobre el resto de países de esta región; y concretar el sueño
del Gran Israel, no sólo anexionando Cisjordania y Gaza, sino incluso partes de
Siria, Líbano y el Sinaí egipcio.
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