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Zapata

martes, 18 de mayo de 2021

 

SE INCREMENTAN LOS DESACUERDOS CON ESTADOS UNIDOS

El gobierno del presidente López Obrador (AMLO) ha intentado fortalecer la relación con la administración del presidente Joe Biden, a través de un diálogo continuo entre los funcionarios de ambos países, comenzando con los propios presidentes que ya han conversado en dos ocasiones; así como las dos oportunidades en que el presidente de México ha conversado también con la vicepresidenta Kamala Harris.

Está claro que para el gobierno de Estados Unidos la relación con México, siempre importante, ahora ha adquirido una significación aún mayor, por varias razones.

En primer lugar, la crisis migratoria en la frontera entre ambos países, detonada por la llegada de decenas de miles de migrantes de Centroamérica principalmente, pero también de nacionales de hasta de 70 países que han sido asegurados por las autoridades estadounidenses, ha generado una ola de críticas a la administración Biden, especialmente desde la oposición (Partido Republicano), que acusa al presidente de haber eliminado los controles que se habían establecido durante el periodo del presidente Trump; y al permitir la estancia en el país de todos aquellos menores no acompañados, se envió el mensaje de que la frontera estaba “abierta”.

La realidad es que Biden no ha podido balancear una razonable política de control fronterizo, junto con un trato más humanitario para los migrantes y al mismo tiempo, el impulso de la tan necesaria reforma migratoria integral, dentro de la cual se ha prometido en principio, un camino a la legalización de hasta 1.2 millones de trabajadores agrícolas y la regularización de los llamados “dreamers”.

Por ello, Biden ha encomendado a la vicepresidenta Harris que busque alternativas con los presidentes de México y el llamado triángulo norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras), para que por un lado, desde estos países se ejerza un control más estricto para evitar la salida de migrantes y en el caso mexicano, para que se les detenga en su frontera sur; se combata a las organizaciones criminales que promueven la migración indocumentada; y se inviertan recursos económicos (Biden ha prometido 4 mil millones de dólares), para que se inicie un proceso de mejora en las comunidades expulsoras, para desincentivar el proceso de migración que ahora está siendo estimulado por las condiciones de inseguridad, crisis económica y ciclos continuos de desastres naturales.

La segunda razón que está impulsando una mayor preocupación de Estados Unidos, es la continua llegada de cargamentos de fentanilo, de manera ilegal, a puertos mexicanos, para de ahí pasar clandestinamente a Estados Unidos, lo que ha elevado el número de casos de muerte por sobredosis, que con los confinamientos por la pandemia se han disparado[1] (hasta 90 estadounidenses mueren por sobredosis cada día).

Ya desde el gobierno de Trump, se presionó al gobierno de AMLO para que los puertos y las aduanas del país estuvieran bajo control de la Marina los primeros, y los segundos del Ejército, con objeto de disminuir el ingreso del fentanilo al país.

López Obrador aceptó que la Marina se hiciera cargo de los puertos, lo que provocó un conflicto con el entonces secretario de Comunicaciones y Transportes que se opuso, lo que lo obligó a renunciar.

A pesar de ello, la entrada de fentanilo al país sigue sin ser detenido, lo que ha llevado a que las autoridades estadounidenses insistan con el gobierno mexicano para que se permita una actuación más libre de sus propias agencias en el país, y así ayudar a las mexicanas a detener este comercio ilegal.

Y ahí surge otra de las preocupaciones estadounidenses, pues a raíz del arresto del general Salvador Cienfuegos (ex secretario de la Defensa Nacional) en Los Angeles, Cal., por parte de la DEA, sin el conocimiento previo del gobierno mexicano, se generó una crisis, al final del gobierno de Trump (2020), que llevó al gobierno mexicano a proponer al Congreso nuevas regulaciones en México para las agencias de seguridad extranjeras (la cual fue aprobada), claramente dirigida contra las agencias de Estados Unidos.

Si bien, el gobierno de Trump entendió que el arresto de Cienfuegos puso en riesgo la cooperación en materia de seguridad entre ambos países, y por lo tanto decidió liberarlo; el hecho de que en México ya no se le siguiera ningún proceso, aunado a la aprobación de una nueva ley para regular a las agencias extranjeras de seguridad en el territorio mexicano, encendieron las alarmas en Washington y vino una nueva presión para que se buscara un mecanismo “legal” mediante el cual nuestro gobierno permitiera cierta laxitud a las agencias estadounidenses, lo cual fue finalmente aceptado por el gobierno mexicano, con lo que la ley para regular a estas agencias, prácticamente quedó anulado para el caso de las estadounidenses.

Y un tema que está generando cada vez más enojo en Washington es la política energética nacionalista del presidente López Obrador, que ha intentado limitar la manga ancha con la que las empresas petroleras y eléctricas privadas, nacionales y del exterior se han manejado en el país, desde que el gobierno de Peña Nieto reformó el marco jurídico para permitir la inversión extranjera en la producción y distribución de hidrocarburos, y a través de las facilidades y ventajas que desde el gobierno de Calderón las empresas privadas han tenido en la producción y distribución de la electricidad; en ambos casos, dejando en evidente desventaja a las empresas productivas del Estado, Pemex y CFE.

Para el gobierno y las trasnacionales de Estados Unidos es de vital importancia que el sector energético mexicano siga abierto a sus inversiones y a las concesiones que se les han dado en los últimos dos gobiernos de Peña Nieto y Calderón, por lo que las propuestas de cambios a las legislaciones eléctrica y de hidrocarburos que AMLO ha impulsado, las ven esencialmente como un “ataque” a sus intereses y por lo tanto están presionando para que no se apliquen; además de que en el ámbito interno mexicano, ya han logrado detener judicialmente ambas legislaciones, a través de amparos.

Para el gobierno de Biden, en voz de su representante comercial Katherine Tai, que está participando en México en la reunión de la Comisión de Libre Comercio del T-MEC[2], México debe honrar sus compromisos en materia energética asumidos en el tratado, y de la misma manera está exigiendo que nuestro país permita nuevamente el uso de glifosato y de maíz transgénico, algo que los ambientalistas mexicanos lograron que se prohibiera por parte del gobierno de AMLO.

Así también, ya hay quejas en materia laboral por falta de democracia sindical en una planta en Matamoros, Tamaulipas; y de revisión de derechos laborales en una fábrica de General Motors en Guanajuato.

Obviamente, del lado mexicano también hay inconformidad con distintas políticas de los Estados Unidos, destacando la nota diplomática que el presidente López Obrador instruyó al canciller Ebrard para que se turnara al Departamento de Estado, en la que se manifiesta el desacuerdo de nuestro gobierno con el financiamiento que la USAID del gobierno de Estados Unidos da a ciertas organizaciones no gubernamentales, como Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, a las que el gobierno de AMLO considera no sólo opositoras a su administración, sino abiertamente “golpistas”.

De una manera no tan velada, ante las crecientes presiones estadounidenses en distintos ámbitos, el gobierno de AMLO ha manifestado reiteradamente en las últimas semanas, su agradecimiento a China y Rusia por su ayuda con las vacunas que han enviado durante la pandemia.

Incluso el canciller Ebrard fue a Rusia para asegurar el envío de más dosis de la vacuna Sputnik V y se aprovechó el viaje para reiterar la buena relación entre ambos países.

Así también, el presidente López Obrador realizó un acto en Coahuila para pedir perdón al pueblo y gobierno chinos, al cumplirse 110 años de la masacre de 303 chinos durante la Revolución Mexicana. Evento que sirvió para que nuestro gobierno reconociera la ayuda brindada por China durante la pandemia y las buenas relaciones entre ambos países.

Estos mensajes obviamente son recibidos por Washington, que recientemente tuvo que romper su política de no exportar vacunas al exterior sino hasta que todos los ciudadanos estadounidenses estuvieran vacunados, para enviar un par de millones de dosis a Canadá y México; y ahora Biden ha señalado que próximamente podrán exportar varias decenas de millones de dosis más al resto del mundo, con objeto de evitar que sólo chinos y rusos sean vistos como los países más solidarios en esta pandemia.

Por un lado, es muy positivo que el gobierno de AMLO, después de haber capitulado por completo ante las presiones, chantajes y exigencias de Trump, esté recapacitando, y si bien no tenga la intención de entrar en conflicto permanente con Estados Unidos, sí al menos ya asumió que una actitud complaciente ante la superpotencia sólo invita a más abusos y exigencias.

La relación con Estados Unidos siempre será de cooperación y conflicto; unas veces primará uno y en otras circunstancias el opuesto, pero lo que hay que tener presente es que eso de que somos “socios, amigos y aliados” hay que tomarlo con mucho cuidado, pues los estadounidenses siempre desean las mayores ventajas, especialmente ante los países que consideran más débiles, por lo que nuestro gobierno debe mantenerse vigilante, desconfiado y exigente a su vez ante Washington; pues afortunadamente, aunque la relación es asimétrica en favor del vecino del norte, también es cada vez más interdependiente, y México también cuenta con numerosas palancas que puede utilizar para hacer la relación menos desfavorable.



[1] https://www.drugabuse.gov/es/informacion-sobre-drogas/los-opioides/la-crisis-de-opioides

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