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Zapata

martes, 15 de diciembre de 2020

 

LA LEY DE SEGURIDAD NACIONAL

Por fin, después de dos años de subordinación del gobierno de López Obrador (AMLO) al de Trump, hoy se aprobaron en la Cámara de Diputados (después de ser aprobadas en el Senado) modificaciones a la Ley de Seguridad Nacional, mediante las cuales se establecen diversas medidas para intentar controlar la actuación de las agencias de seguridad extranjeras (pero principalmente las estadounidenses), que por décadas han actuado sin regulación alguna, sin limitaciones y sin dar cuenta (más que cuando se les daba su gana) al gobierno mexicano.

Los lacayos de Estados Unidos en México (entre otros supuestos analistas como Gerardo Rodríguez, Pablo Hiriart, Ana María Salazar, Raymundo Riva Palacio, Julio Hernández, y un largo etcétera, más varias decenas de diputados y senadores, principalmente panistas), se lanzaron con todo contra la legislación, ante el temor de que el imperio se enfade, porque nuestro país, por una vez, intenta controlar las acciones fuera de la ley de sus agencias de seguridad, que siempre han visto a México como un lugar en el que pueden actuar sin restricciones, ni siquiera las que les imponen en su propio territorio.

Así, por ejemplo, la DEA y el FBI tienen “autorización” de violar el Derecho Internacional (según la opinión de los abogados del Departamento de Justicia)[1], es decir aplicar su ley extraterritorialmente, con objeto de hacer cumplir su legislación sobre individuos que estén fuera del territorio estadounidense (recordemos el secuestro del Doctor Alvarez Macháin en Guadalajara, por el caso Camarena).

Para el gobierno de Estados Unidos, nuestro país no tiene derecho a inmiscuirse en la operación de sus agencias, según su entender, ni siquiera en el propio territorio mexicano, al que siempre ha considerado su “patio trasero”.

El gobierno de López Obrador, en sus dos primeros años, siguió actuando igual de subordinado a los intereses y órdenes de Washington, como lo hicieron los gobiernos neoliberales, en todos los temas de la relación bilateral.

La única excepción fue el tema de Venezuela, en el que nuestro país no se alineó con los vasallos de Estados Unidos en Latinoamérica, para boicotear, sancionar e incluso promover un golpe de Estado en contra del legítimo gobierno de ese país.

Pero fuera de eso, en política comercial, migratoria, de seguridad y ahora también en la laboral, el gobierno de AMLO se alineó con el de Trump.

Por ello, el que ahora, a raíz de la crisis que generó en las relaciones de seguridad entre ambos países el arresto del Gral. Cienfuegos en Los Angeles, a instancias de la DEA, nuestro gobierno haya decidido establecer un marco mínimo para la actuación de dichas agencias estadounidenses (y en general extranjeras) en el país, es una muy buena señal, en el sentido de que no tienen porque aceptarse todas y cada una de las exigencias, ordenes y políticas que provengan de Washington.

Si bien es cierto que las modificaciones a la citada ley, por sí solas no van a detener las acciones ilegales de estas agencias, al menos ya se cuenta con un marco legal del que se puede echar mano para amenazar y en su caso actuar en su contra, en caso de que se valore que dicha actuación esté afectando gravemente la capacidad del Estado Mexicano para actuar de manera soberana en el tema de la seguridad.

Y es que la DEA, la CIA, el FBI, etc. actúan en México para obtener información, o incluso en operaciones de detención de personas, pero no para coadyuvar a la seguridad de ambos países, sino exclusivamente en favor de los intereses de su gobierno, sin importar que su actuación en territorio nacional no produzca ningún beneficio tangible para los mexicanos.

A estas agencias lo único que les importa es cumplir con sus objetivos, que tienen que ver con los intereses hegemónicos de Estados Unidos, y lo que menos les importa es coordinarse, colaborar o compartir información con las autoridades mexicanas, a las que considera como corruptas y poco confiables.

Por ello, esos estúpidos argumentos de la oposición y de los representantes del Deep State estadounidense en nuestro país, de que las modificaciones a la Ley de Seguridad Nacional van a provocar que ya no se comparta información, son una burla, por que dichas agencias normalmente no comparten información, se la quedan; pero eso sí, exigen tener acceso a toda la información del gobierno mexicano, sin que exista reciprocidad.

Por ello las modificaciones planteadas, al menos dejan en la ley la obligación de estos agentes de presentarse ante las autoridades, rendir informes y coordinarse con ellas. Seguramente no lo harán, pero al no hacerlo, se harán acreedores a su expulsión, y ello le dará al Estado Mexicano una palanca con la que no contaba para presionar a dichas agencias, para que efectivamente compartan información con el gobierno, y no sólo estén en el país como espías.

Ojalá ésta sea la primera de varias medidas que puedan acotar la enorme influencia y peso que el aparato de seguridad de Estados Unidos tiene sobre el de México, lo que no se ha traducido en una mejoría para la seguridad de la población mexicana, sino únicamente ha servido para mantener el dominio estadounidense sobre su vecino del sur.

No confundamos la “cooperación” estadounidense, interpretada por ellos, que significa “haz lo que te digo, para favorecer mis intereses”; a una verdadera cooperación en beneficio de ambos países, que debería ser “definamos juntos nuestros intereses comunes y trabajemos en consecuencia”.

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