Migración: la visión
punitiva de AMLO frente a Biden
Salvador Camarena
La
derrota de Trump abre el escenario para que López Obrador redefina su política
migratoria. La cuestión es que ya vimos que lo que esta administración decía
hace un par de años que quería, no lo supo defender; y que lo que decía que no
quería, lo abrazó de tal forma que ahora hace dudar sobre cuál es el verdadero
talante de este gobierno con respecto al trato a los migrantes que cruzan
México.
Para
entender mejor el dilema que enfrentará el presidente de la República con el
cambio de gobierno allende el Bravo, cae como anillo al dedo, ja, la
publicación de 'Un paso adelante, tres atrás. La política migratoria en tiempo
de AMLO y Trump'. Se trata de un ensayo de Tonatiuh Guillén López, efímero
comisionado nacional de migración del actual gobierno, y que forma parte del
oportuno Balance temprano, coordinado
por Ricardo Becerra y José Woldenberg (editorial Grano de Sal, 2020).
En
su participación en ese libro, Guillén hace en efecto un balance de los
factores que “provocaron la radical regresión de la política migratoria de un
gobierno que nominalmente la conduciría hacia una etapa superior y civilizada,
guiada por principios éticos y por el respeto a los derechos fundamentales de
las personas. Lejos estamos hoy de esa expectativa, lamentablemente”.
AMLO
propuso como candidato y presidente electo, nos recuerda Guillén, un enfoque de
derechos humanos y de inversión en las zonas deprimidas de México y
Centroamérica para que la migración fuera optativa, no forzada por la pobreza.
Pero,
recuerda Guillén, “lo que nació como iniciativa de reforma vanguardista
rápidamente se debilitó y el gobierno retornó al modelo duramente criticado del
pasado, no solamente para repetirlo, sino para impulsar su versión más radical,
agresiva y distante del sentido humanitario nominalmente defendido”. El
diagnóstico del experto en migración no deja lugar a dudas sobre el resultado:
“No hay peor periodo de exclusión e intolerancia que el actual”.
Hace
precisamente dos años estaba por iniciar esa regresión cuando, luego de
negociaciones durante la transición a cargo de Marcelo Ebrard, México cedió
ante Washington y aceptó los Protocolos de Protección de Migrantes (PPM): una
simulación de medidas 'unilaterales' anunciadas por el gobierno de Trump que la
administración AMLO pactó en privado para en público decir que se aprestaban a
ofrecer ayuda 'humanitaria' para los migrantes expulsados por EU, que, según
cálculos de Guillén, ascendían hasta julio de este año a 70 mil personas.
La
aceptación de México de convertirse en patio trasero de Trump para que en
nuestro territorio los expulsados de Estados Unidos esperaran su trámite
migratorio no fue lo único preocupante que pactaron Ebrard-AMLO.
Para
Guillén resulta igualmente grave que en los hechos el Inami cedió sus funciones
a la Guardia Nacional, que no es otra cosa que cederlos al Ejército, “que por
primera vez fue insertado de manera masiva y directa en el control de los
flujos migratorios que transitan por México”.
El
autor se llega incluso a preguntar si se investiga o se tolera a las mafias de
tráfico de personas: “no hubo aparato de seguridad federal o estatal que
dedicara su labor a la desintegración de las organizaciones de traficantes.
Posiblemente lo que sucedía era exactamente lo contrario”.
En
concreto, Ebrard y López Obrador aceptaron que México y su Guardia Nacional
fueran el muro de Trump en las fronteras sur y norte: “la política exterior
(nada mejor) se convirtió en política interior (tampoco mejor)”.
Con la llegada de Biden habrá espacio
para negociar; lo que no hay es claridad de qué política migratoria quiere
AMLO.
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