NO RECONOCIMIENTO DE BIDEN A CAMBIO
DEL RETORNO DEL GENERAL CIENFUEGOS
Quid pro quo
Hoy la
Fiscalía General de la República anunció que el Departamento de Justicia de
Estados Unidos “ha tomado la decisión de desechar los cargos criminales”[1] contra el General
Cienfuegos (ex secretario de la Defensa Nacional entre 2012 y 2018) “para que
pueda ser investigado y en su caso acusado bajo las leyes mexicanas”.
Este anuncio
es de la mayor relevancia en la historia reciente de las relaciones México-Estados
Unidos, pues usualmente la superpotencia no concede estos favores a países que
considera sus vasallos (como México), una vez que se tomó la decisión de
encarcelar, por el motivo que consideren conveniente, a funcionarios o
exfuncionarios del país subordinado en cuestión.
Varios
factores se alinearon para que esto pudiera suceder.
Primero, el
gobierno de López Obrador (AMLO) ha sido un fiel vasallo del gobierno de Donald
Trump durante los últimos dos años, aceptando sin dudar todo tipo de exigencias,
presiones y órdenes que ha dado el presidente estadounidense al mexicano; el
cual ha querido caracterizar ese vasallaje como “amistad y respeto”, de parte
del mandatario más abusivo y agresivo contra nuestro país, en los últimos cien
años.
Este hecho,
le ganó “puntos” a López Obrador ante Donald Trump, que a pesar de denostar un
día sí y otro también a México y a los mexicanos, no insultó, ni denigró a
López Obrador; por el contrario, siempre habló bien de él en lo personal, lo
que AMLO ha confundido con “amistad y respeto” hacia México y los mexicanos, lo
que evidentemente no sucedió así en estos 24 meses (ni desde 2016, durante la
campaña presidencial que llevó a Trump a la presidencia).
Ahora AMLO
está utilizando esta buena disposición, para pedirle un favor de despedida a su
amigo, a través de las gestiones del canciller Ebrard, que fue quien realmente
llevó a cabo las negociaciones para que se desestimaran los cargos contra
Cienfuegos en Estados Unidos (la Fiscalía tiene que aparecer, pues es la que formalmente
llevará a cabo la investigación sobre el General Cienfuegos en México), con
objeto de evitar que las Fuerzas Armadas Mexicanas resultaran todavía más
afectadas en su imagen, durante el largo juicio que se llevaría a cabo en Nueva
York; y ello acabara lastimando también las relaciones cívico-militares en
México, así como la confianza (yo diría subordinación) que se ha construido
durante las últimas tres décadas, entre la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina (especialmente ésta) y
el Pentágono.
Segundo, es
muy factible que dado el papel cada vez más relevante que las Fuerzas Armadas
mexicanas tienen en distintos ámbitos del quehacer público de México, y dado
que las instancias de seguridad de Estados Unidos requieren del apoyo de ellas
para asegurar su flanco sur; la presión de ambos institutos armados, el
mexicano y el estadounidense, a sus respectivos comandantes supremos, para
resolver de una manera menos ríspida este enojoso asunto, seguramente también
jugó un papel fundamental para que se llegara a la decisión, insistimos
inusual, de que el Departamento de Justicia desestime las acusaciones contra el
ex secretario de la Defensa Nacional.
Tercero,
recordemos que el General fue detenido en Los Angeles, California, el 15 de octubre pasado, antes de las
elecciones presidenciales de Estados Unidos del 3 de noviembre, y desde ese momento las altas esferas del
Ejército Mexicano manifestaron en privado a AMLO su enojo, por lo que
seguramente éste instruyó a Ebrard para que iniciara negociaciones con las
autoridades estadounidenses, en específico con William Barr, el procurador de
Justicia, quien ha sido el mensajero del presidente Trump para que el gobierno
mexicano cumpla con las órdenes que le envían desde Washington; con objeto de traer de vuelta al militar mexicano.
Ahora
resulta más claro porqué AMLO se negó (y lo sigue haciendo) a reconocer el triunfo
de Biden sobre Trump en las elecciones presidenciales, ya que el asunto
Cienfuegos seguía pendiente, y no quería enfurecer a Trump con una apresurada
felicitación a Biden, que podría tirarle la negociación para traer de vuelta a
Cienfuegos (y así apaciguar a las Fuerzas Armadas mexicanas).
Seguramente,
una vez que Cienfuegos esté en México, se verá la forma de mantener en
investigación por mucho tiempo al General, y en su momento se decidirá si
presentar o no cargos formales en su contra; pero mientras tanto, ya no estará
encerrado en un calabozo en Nueva York; ya no habrá un juicio que agriaría las
estratégicas relaciones de seguridad entre ambos países; ya no se manifestará
la permanente molestia de los militares mexicanos con su jefe, que los tiene
abrumados con infinidad de tareas que no tienen que ver con su función principal
de defensa de la soberanía e independencia nacionales.
Es decir,
esta delicada negociación le quita mucha presión a AMLO, pero a cambio, ha
tenido que comenzar con el pie izquierdo su relación con la nueva
administración estadounidense.
El riesgo de
no lograr este acuerdo con el gobierno de Trump, al que le demostró durante dos
años su lealtad, era que iba a resultar mucho más difícil conseguirlo de parte
de Biden, pues tendría que empezar de cero para demostrarle su subordinación, y
meses después poder pedir a cambio el retorno del militar mexicano; lo que
quizás ya no sería factible, una vez iniciado el juicio. La ventana de
oportunidad era muy corta.
La que sí
recibe un golpe contundente es la DEA, que ya se relamía los bigotes con el
juicio de Cienfuegos, en donde esta vengativa agencia sentaría en el sillón de
los acusados, no sólo al General, sino a todo el gobierno mexicano (a los anteriores
y al actual). Por lo que es factible que el enojo dentro de los miembros de
esta agencia esté al máximo, tanto contra los políticos de Washington, como
contra el gobierno mexicano, por lo que no se puede descartar que en los
próximos años, la DEA maquine alguna otra operación mediante la cual se pueda
cobrar esta afrenta.
Para AMLO,
su presidencia y la permanencia de su proyecto, al menos durante un sexenio
más, depende de mantener el apoyo de las Fuerzas Armadas (para que no se
conviertan en promotores y ejecutores de un golpe de Estado); del gobierno de
Estados Unidos, para evitar que desde Washington se instigue y se promueva un
cambio de régimen (de ahí la subordinación de AMLO a todas las exigencias del
gobierno estadounidense); de una parte de la oligarquía mexicana (Slim, Salinas
Pliego, Miguel Alemán, entre otros), para quebrar la alianza plutocrática que
evitó en dos ocasiones anteriores, su llegada a la presidencia (2006 y 2012); y
el respaldo de sus bases populares, que reciben apoyos directos (transferencias,
subsidios, etc.), y que constituye la masa poblacional que vota por sus
candidatos a puestos de elección popular, que se moviliza en su favor y que AMLO
espera que, en caso de necesitarlo, saldría a defenderlo, si hubiera intentos
golpistas por parte de los que él llama conservadores y considera sus
enemigos (la mayor parte de la oligarquía y los medios de comunicación que ésta controla; los partidos de oposición y prácticamente todas las clases medias
del país).
Así, para
AMLO las Fuerzas Armadas son un puntal fundamental de su proyecto personal para
trascender en la historia; y por ello está dispuesto a hacer las negociaciones
que sean necesarias e incluso a poner en la balanza, al menos en un inicio, su
relación con la nueva administración estadounidense, con tal de mantener a los
altos mandos castrenses volcados en favor de él y de sus políticas.
[1]
https://www.eluniversal.com.mx/nacion/eu-desestimara-cargos-contra-salvador-cienfuegos-para-que-sea-juzgado-en-mexico
No hay comentarios:
Publicar un comentario