Joe & Kamala: la agenda de
Davos
Carlos Fazio
https://www.jornada.com.mx/2020/11/16/opinion/023a2pol
A casi dos semanas de los
comicios, la distopía electoral estadunidense exhibe aristas propias de
una república bananera y profundiza la crisis múltiple de
la democracia liberal, anclada en un bipartidismo cuya dicotomía
liberalismo vs. conservadurismo más que antagonizar se complementan y combinan
para retroalimentar la cultura dominante y reproducir el consenso y, con ello,
el sistema de dominación con sus estructuras y mecanismos.
Todo
indica que Donald Trump y el nacional trumpismo, como producto de la
descomposición del capitalismo y de la generación en sus entrañas del
totalitarismo y el neofascismo, va de salida; que la retórica patriotera,
populista, chovinista, nativista, machista, negacionista, racista y xenófoba
apoyada en la cultura del miedo del matón de la Oficina Oval, ha sido
derrotada.
Como
definió el profesor Cornel West, la elección fue entre el fascistoide de
la Casa Blanca y el ala neoliberal del Partido Demócrata; entre el peor y
el malo (Atilio Borón dixit). El 20 de enero próximo Joe Biden
y Kamala Harris llegarán al gobierno a hacer el control de daños; pero la
naturaleza del sistema seguirá intacta. En virtud del pragmatismo que
caracteriza la vida política en EU, ambos tratarán de aplicar correctivos y
limar la herencia más extremista del prepotente y peligroso Trump. Pero no
llegarán a cambiar el status quo, sino a reproducir la lógica del
imperialismo, con su base clasista común –hoy más elitista y excluyente−, la de
la plutocracia monopólica y financiera (la guerra de clases de
Buffett, pero con esteroides), cuyo núcleo se resume en la esencia blanca,
anglosajona y protestante( white, anglosaxon, protestant).
Como ha
señalado Biden, dado que el mundo necesita un líder y EU debe retomar ese
papel, su misión −con eje en un credo basado en estereotipos y mitos
difundidos en el imaginario popular, como el de la Tierra prometida,
el Destino manifiesto− será regenerar el sistema capitalista,
monopolista-estatal, imperialista. Su mensaje ha sido Build back better (Volver
a construir mejor), eufemismo para aplicar la agenda salvacionista del great
reset y la nueva normalidad de Davos. Lo que augura un
recrudecimiento de la diplomacia de guerra, consustancial al papel de EU como
potencia hegemónica del capitalismo mundial, desafiado hoy por China en los
campos de la producción y las comunicaciones de 5G, y del multilateralismo en
Naciones Unidas.
A
diferencia de Trump, quien pese a su fama de apocalíptico fue el único
presidente de EU que no inició ninguna guerra en décadas, Biden sabe cómo
hacerlo, ya que durante 40 años en los laberintos del poder en Washington −36
como senador y ocho como vicepresidente de Obama, quien lo apadrinó a la
presidencia− fue cómplice, beneficiario o testigo de los jugosos contratos y
concesiones ofrecidas a las corporaciones del complejo militar-industrial; uno
de los arquitectos claves en la implementación del Plan Colombia en 1999 (con
Clinton), que militarizó y paramilitarizó a la sociedad de ese país, con saldo
de 7.4 millones de desplazados y la reconversión de los narcotraficantes
en narcoterroristas después del 11 de septiembre de 2001, con
Bush, para justificar el modelo de guerra a las drogas que luego se
exportó a México durante el gobierno de Felipe Calderón; proporcionó cobertura
política para la invasión a Irak de George W. Bush con eje en la fake
news sobre las armas de destrucción masiva; después del crash de
las hipotecas subprime de 2008 apoyó el salvataje concedido
por el Tesoro a los banqueros corruptos; como vicepresidente del premio Nobel
de la Paz, Obama, el somnoliento Joe (como lo llamó Trump) impulsó la
doctrina de la guerra preventiva de Bush para desatar una gue-rra
civil en Siria y un largo etcétera.
Amén de
que con una renovada retórica propagandística de guerra fría, Biden
calificó al gobierno de Putin como sistema de cleptocracia
autoritario y llamó matón al presidente chino Xi Jinping. Y de
que con Kamala Harris haya declarado que Venezuela y Cuba son dictaduras,
lo que augura la continuación de la política bipartidista de cambio de
régimen, misma que según Obama no funcionó durante 60 años con la isla.
Como lo
demuestran los millonarios donativos para las campañas de Trump, (Mike) Pence,
Biden y Harris, los partidos Demócrata y Republicano responden a los intereses
de los grandes fondos de inversión y las corporaciones, lo cual −aunque
representa a fracciones diferenciadas del gran capital− les imprime una similar
identidad clasista. Ambos partidos son administradores del imperio. La
polarización en EU no es entre ellos, sino refleja la contradicción antagónica
básica del sistema capitalista: capital/trabajo; deriva de la desigual
distribución de la riqueza, contradicción que en la coyuntura electoral los aparatos
ideológicos y otros mecanismos de control y poder del Estado han ocultado, para
imponer la ideología de la clase dominante.
La
fórmula Biden-Harris fue acuñada por los intereses del complejo
digital-financiero, por lo que el poder real seguirá en manos de BlackRock,
Vanguard, State Street; los consorcios digitales ( Big Tech) de los
plutócratas del Silicon Valley: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft; las
grandes compañías farmacéuticas y fundaciones privadas como Gates y Wellcome
Trust. La agenda de Davos requiere al dúo Biden/Harris, no a los ahora
disfuncionales Trump/Pence. Y con Larry Finkasesorando a la FED, a partir
de enero Washington intentará una nueva revoluciónmundial; la instauración
de una distopía planetaria sin precedente.
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