El gobierno
títere[1] de Donald Trump y sus
lacayos (Gran Bretaña, Canadá, Australia, Francia y los Países Bajos) están
lanzando una nueva ofensiva contra Rusia, China e Irán, en distintos frentes.
Con China,
Estados Unidos ha elevado la apuesta, no sólo con su “guerra comercial”, sino
también provocando a Beijing en el Mar del Sur de China, haciendo navegar a sus buques
de guerra cerca de las islas artificiales que ha construido la armada
china; y ahora ordenando a su flota del Pacífico para que haga maniobras en esa
zona.
Washington está
enviando el mensaje a Beijing de que no le pareció la participación china en
las maniobras militares rusas Vostok 2018; ni tampoco la compra del sistema
anti-misiles ruso S-400 y los aviones Su-35, por lo que el gobierno de Trump
aplicó sanciones a la agencia china encargada de dichas compras.
Todo lo
anterior ha provocado la cancelación de las conversaciones entre altos mandos
militares chinos y estadounidenses; y la venta de más armamento a Taiwán, con
el obvio rechazo y condena por parte de Beijing.
Para los “halcones”
del gobierno de Trump, la creciente cercanía militar y política de Beijing y
Moscú representa un alto riesgo, y pretende con estas medidas elevar el costo de
ella. Sin embargo, dicha cercanía ha sido propiciada por Estados Unidos, que lo
que ha buscado desde hace más de una década es mantener a China y Rusia como
países subordinados a su hegemonía; algo que ni Moscú, ni Beijing están dispuestos
a aceptar.
Ahora los
lacayos europeos de Washington, junto con Canadá y Estados Unidos, están
acusando a Rusia de un conjunto de “ciberataques”, con objeto de profundizar
las sanciones y el aislamiento de Moscú en la arena internacional.
Pero lo que
realmente reflejan estas acusaciones, sacadas de un sombrero de mago (ahora
utilizando al obsequioso gobierno holandés para realizarlas, en vista del
desgaste y el desprestigio que ha acumulado el gobierno de Theresa May a raíz
de sus acusaciones del supuesto “envenenamiento” realizado por operativos rusos
en territorio británico), es el enojo y la impotencia de Occidente para evitar
que Rusia siga avanzando en su estrategia de acercamiento con diversos países, como
por ejemplo la India, a la que le acaba de vender el sistema anti misiles S-400
y otras armas, por valor de 5 mil millones de dólares. Y así también, acaba de
entregar al gobierno sirio el sistema más actualizado del S-300, para
contrarrestar los continuos ataques aéreos israelíes.
Por lo que
respecta al cada vez más débil gobierno de Macron, ahora se inventó un supuesto
“complot urdido por los iraníes”, para cometer un “atentado terrorista” en
Francia; todo con el objeto de tener una nueva justificación para aplicar más
sanciones al gobierno de Teherán e incluso posibles ataques de las potencias occidentales a dicho país. Quizás por ese tipo de inventos de Macron, se confrontó
con su ministro del Interior, Gerard Collomb, quien acabó renunciando a su
puesto.
Así también,
se ha elevado la presión contra el gobierno de Maduro en Venezuela, con una
operación de propaganda concertada en todos los medios de Estados Unidos y
América Latina (especialmente en esta última), sobre la crisis humanitaria “provocada
por el gobierno de Maduro”; todo con el objeto de justificar un posible golpe
de Estado (está claro que cada vez hay más contactos entre el Comando Sur de
Estados Unidos y militares venezolanos, que están dispuestos a traicionar a su
país, a cambio de dirigir el gobierno y de jugosos pagos en dólares); o
incluso, ya en la desesperación, llevar a cabo una invasión militar por parte
de Estados Unidos, con todos los costos humanitarios, materiales y políticos
que ello implicaría para Washington y sus impresentables aliados latinoamericanos
(entre ellos el lacayuno gobierno mexicano).
En suma, las
clases dirigentes de Occidente e Israel, están dispuestas a usar todo el
arsenal con que cuentan (incluso las armas nucleares, como amenazó la
embajadora de Estados Unidos en la OTAN, Kay Bailey Hutchinson, al señalar que
podrían destruir los misiles nucleares rusos), con tal de detener el surgimiento
de China como la primera potencia económica mundial en la siguiente década; la
reafirmación de Rusia como potencia militar y económica de primer orden en Eurasia;
y la consolidación del régimen de Teherán.
Sin embargo,
todas estas irresponsables medidas de Occidente e Israel para detener y doblar
a los países que consideran riesgos para su hegemonía, bien pueden salirse de control y
llevar a la humanidad al borde de la extinción, pues con este tipo de escaladas
retóricas, sanciones y confrontaciones políticas, que después se convierten en
militares, iniciaron las dos grandes guerras del siglo pasado; pero ahora
podría ser la última, pues las potencias que se enfrentarían, lo harían con
armas de destrucción civilizacional.
[1]
Del complejo militar industrial; del Deep State; de los neoconservadores, del
lobby pro Israel y del gobierno israelí.
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